Capitulo 29 - Declaración

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No supe ni cómo ni cuando llegamos al hospital

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No supe ni cómo ni cuando llegamos al hospital. Los quince minutos que debieron haber sido parecieron horas, y cuando entramos al hospital todo estaba demasiado callado como para ser una sala de emergencias.

Sin recordar muy bien cómo caminar me vi arrastrada por Lisa desde que salimos del auto hasta que llegamos a la recepción, y con su mano aferrando la mía con fuerza se detuvo frente al mostrador donde una señorita nos miró atenta y abrió sus ojos de par en par al ver a Lisa.

-Lalisa Manoban, somos familiares de John Kim- no le dio tiempo a decir nada- Llegó hace media hora-

La mujer pareció recordar enseguida de quien se trataba, pues sin buscar su nombre en la pantalla me miró a mí con algo de pena y después a Lisa y asintió.

-Así es, ahora mismo se encuentra siendo atendido, llegó inconsciente y parece que tiene algunas hemorragias internas-

Me estremecí y las lágrimas volvieron a mis ojos mientras Lisa apretaba con más fuerza mi mano.

-¿Entrará a cirugía?-

-Aún no nos han dicho nada, señora- se mordió el labio inferior- Si gustan esperar en la sala, les informaré cuando puedan verlo-

Lisa soltó un suspiro frustrado y se giró para mirarme mientras yo tomaba aire para calmarme. Algo preocupada por mi reacción, rodeó mis hombros con su brazo y dándole las gracias a la recepcionista caminó conmigo hasta la enorme sala de espera para sentarme en uno de los sofás color crema. Yo aún no sabía qué rayos decir o hacer, y segura de que su amarre en mis hombros era lo que me mantenía estable me dejé caer en el sofá y Lisa me pegó a ella.

Sin decirme nada se limitó a abrazarme contra su pecho mientras esperábamos a que alguien saliera y nos dijera algo. No se alejó de mí en ningún momento, y aunque sabía que estaba bastante molesta y seguramente lo único que quería hacer era gritarle a la recepcionista me siguió conteniendo contra su pecho mientras los minutos pasaban lentamente.

Y yo no podía hacer otra cosa más que pensar en mi padre, tirado, golpeado e inconsciente en el frío piso de esa maldita cárcel mientras sus atacantes se desaparecían como si nada. Pero la furia, la rabia, la impotencia y la frustración no eran nada comparado a la preocupación de no saber nada de él, y después de diez minutos estaba segura que me volvería loca.

The Fire Deal | JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora