Capítulo 3. Hueso duro de roer.

345 68 45
                                    




«Hueso duro de roer»

Los túneles de Féryco se encontraban sumergidos en luz dorada con halos azules que alumbraban los miles de caminos y cavernas bajo tierra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los túneles de Féryco se encontraban sumergidos en luz dorada con halos azules que alumbraban los miles de caminos y cavernas bajo tierra. La magia nos ayudaba a transportar la luz natural hacia abajo, para que los hogares de las hadas estuvieran bien iluminados.

Las paredes estaban erigidas con cristales y piedras mágicas de tonalidades azules, el suelo cubierto de arena blanca que resultaba muy suave al tacto. Los mellizos corrían cuesta abajo, dejando pintadas las huellas de sus piecitos por el camino. Los pares siempre juntos, desde que nacieron.

Habíamos visitado al abuelo Elof antes de seguir nuestro camino y continuar con las hadas. Loan y Laylah estaban desayunando con él, así que tampoco nos quedamos mucho tiempo para no interrumpirlos.

Parte de mi trabajo era convivir con las hadas y mantenerme atenta a sus necesidades para darlas a conocer a Alen y Noah. En ese momento, algunas se encontraban en las praderas disfrutando el día soleado, pero la mayoría de las familias seguían abajo, conviviendo en sus hogares.

Platiqué con algunas, bromeé con otras. Todo estaba muy tranquilo en Féryco, así que el resto de la mañana fluyó con calma. Evan y Cielo se divirtieron con cada hada que se cruzó en su camino y verlos convivir de esa manera con el reino me llenaba de una paz inigualable.

—Sus risas se escuchan por todos los túneles —dijo una voz repentina.

Ni lo presentí ni lo vi llegar, el rubio simplemente apareció junto a mí cuando descendíamos hacia otro recinto. Los niños iban varios metros adelantados, así que no se dieron cuenta de su presencia, de lo contrario ya estarían sobre él.

—Hola Elias —le sonreí con cariño.

—Hola Estrella —me devolvió la sonrisa.

—¿Qué haces aquí, siguiendo las risas de mis pequeños?

—Noah me avisó de tus rondas, pensamos que tal vez necesitarías ayuda.

—Todo está tranquilo, lo tengo bajo control —me defendí con un guiño de ojo.

—Puedo verlo —respondió con su tranquilidad habitual.

Con el paso de los años, Elias solo se había puesto más guapo. El cabello rubio caramelo estaba corto pero brillante y los cálidos ojos castaños combinaban con su dulce sonrisa. Ese día no llevaba barba, por lo que sus pecas lucían en su nariz y mejillas. Era tres años mayor que yo, pero se veía tan joven que casi parecía de mi edad. Aunque no pude evitar notar que su carita risueña estaba más apagada que de costumbre.

—¿Quieres acompañarme? —ofrecí—. ¿O quieres contarme qué tienes?

—No quiero distraerte.

—Si me dejas preocupada de todas formas estaré distraída —comenté, monitoreando que los niños no desaparecieran de mi vista—. ¿Es sobre Crystina?

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora