Capítulo 30. La ola perfecta.

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«La ola perfecta»

El resto de la tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos, dándole la bienvenida a un cielo oscuro repleto de estrellas

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El resto de la tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos, dándole la bienvenida a un cielo oscuro repleto de estrellas. Atiborrada de pastel y vino, yo me encontraba prácticamente en las nubes, disfrutando de un ratito de paz porque los mellizos estaban muy entretenidos con Caelum aprendiendo a tocar sus nuevas guitarras. Hasta ahora los sonidos no tenían pies ni cabeza y eso me arrancaba varias sonrisas... y algunas muecas.

    —Algo me dice que los siguientes días serán muy ruidosos —le dije a Elias, muy bajito para que los diablillos no me escucharan.

Él no lo negó.

    —Tal vez también deberíamos escaparnos. —Reí en voz alta al escuchar la propuesta, aunque muy en el fondo sabía que yo jamás podría hacer algo parecido—. ¿Adivina qué? —agregó meloso.

    —¿Qué?

    —El cumpleaños de los mellizos está a punto de terminar. —Señaló la noche sobre nuestras cabezas.

    —Lo sé —respondí con cuidado, imaginando la dirección de aquella conversación.

    —¿Ahora sí estás lista para ponerle una fecha a nuestra boda?

Tomé un largo trago de vino.

    —Algo me dice que ya tienes una en mente —presentí, mirándolo a los ojos.

    —¿Qué te parece el siguiente fin de semana? —decidió ir al grano.

Ni siquiera me atreví a parpadear.

    —¿Quieres que organicemos nuestra boda en siete días? —pregunté incrédula.

    —Puede ser algo sencillo e íntimo.

Mi primera boda fue sencilla e íntima. Y perfecta. No pude evitar recordarla y entristecerme un poco. 

    —¿Podemos platicarlo más tarde?

Él acarició mi pierna descubierta por debajo de la mesa.

    —Pensé que más tarde teníamos otros planes.

    —Podemos hacer las dos cosas al mismo tiempo —le guiñé un ojo.

    —No lo creo, nena. Este vestido está causando estragos en mí, lo último que quiero hacer contigo esta noche es hablar. Prueba, tal vez, con gritar.

    —Entonces lo hablamos otro día —zanjé, un tanto más cortante.

Mi novio frunció el ceño con disgusto.

    —¿Qué te detiene, Estrella?

    —Elias...

    —Dame una buena razón, porque estoy cansado de tus excusas.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora