Capítulo 12. Ángeles y villanas.

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«Ángeles y villanas»

Su sola presencia logró que mi mente se pusiera en blanco mientras lo observaba, con la boca más seca de lo que esperaba porque mis recuerdos no le habían hecho justicia

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Su sola presencia logró que mi mente se pusiera en blanco mientras lo observaba, con la boca más seca de lo que esperaba porque mis recuerdos no le habían hecho justicia. Él estaba alto, muy alto, con las ondas negras de su cabello despeinadas por el viento y la barba al ras de su mandíbula fuerte y cuadrada. Los ojos grandes y coloridos, las pestañas oscuras y espesas, la piel tan canela que repentinamente se me hizo agua la boca. Y eso que no lograba ver el resto de su cuerpo por la capa negra que lo cubría de las clavículas hacia abajo, ocultando también sus alas doradas.

A su vez, él tampoco podía apartar la vista de mí y yo hubiera jurado que nos contemplamos durante horas, porque su escrutinio me pareció en cámara lenta. Sus ojos descendieron por mi cuerpo, sin prisa y tan suavemente como las caricias que le recordaba. Subieron de nuevo hasta posarse en mi corona y se quedaron ahí un segundo más de la cuenta. Por último, se clavaron en mis ojos.

    —Hola Estrella —saludó con voz suave y dura, al mismo tiempo. Las piernas casi me flaquearon al escucharlo hablar—. ¿O debería decir majestad?

Antes de que yo pudiera responder, el caos se desató. Las manos de mis hermanos me sujetaron a la vez y me arrastraron hacia atrás, alejándome del arcángel.

Al segundo siguiente, mis padres ya estaban entre él y yo: mamá prendida en feroces llamas y papá como un gigante lobo plateado y amenazador, dispuestos a hacerle frente.

Aproveché la desconexión de nuestras miradas para recuperar la cordura y busqué a Evan y Cielo, algunos metros más lejos pero no los suficientes. Aura había reaccionado inteligentemente y los tenía sujetos de la mano. Después de todo, ¿quién le haría caso a un hada embarazada y con dos niños? Si nadie les prestaba la atención suficiente, podrían pasar desapercibidos.

Aun así, Elias estaba frente a ellos, intentando cubrirlos lo más discretamente posible. Aquello me devolvió a la realidad y me ayudó a comprender que yo podía perder a mis hijos para siempre si este encuentro se nos escapaba de las manos. Tenía que hacer que Caelum se marchara de Féryco cuanto antes... y que nunca regresara.

Volví mi vista al frente, justo cuando el ángel le dedicaba una mirada tan aburrida a mis defensores que aquello provocó a mamá. Y aunque sus llamas crecieron, Caelum no movió ni un solo músculo para defenderse. Yo sabía que él nunca se atrevería a lastimar a mi familia.

Me transporté hacia delante, escapando del agarre de mis hermanos y posicionándome ante mis padres. Los dos gruñeron al verme cerca de él, pero alcé una mano para indicarles que se quedaran quietos.

    —Yo me encargaré —pronuncié en voz alta, para que todos me escucharan.

Mis padres no se movieron ni un centímetro, pero tampoco atacaron, así que lo tomé como su voto de confianza y me giré hacia Caelum de nuevo, esa vez con tanta concentración que no me perdí a mí misma en el abismo de sus ojos.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora