Capítulo 58. Corazón sin latidos.

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«Corazón sin latidos»

Caelum

Ni a Malik ni a Cass les pasó desapercibida mi gran sonrisa cuando volví a Paradwyse, tanto así que ni siquiera me afectó recibir mi condena de nuevo

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Ni a Malik ni a Cass les pasó desapercibida mi gran sonrisa cuando volví a Paradwyse, tanto así que ni siquiera me afectó recibir mi condena de nuevo. Un solo pensamiento rondaba por mi mente y me llenaba de adrenalina: debía hacerle el amor a Estrella, muy lentamente, más seguido. Mi esposa nunca se quejaba de mí siendo duro con ella, al contrario, la muy descarada solía retarme y pedirme más, pero esta noche había sido diferente y novedosa.

Jamás olvidaré ese rostro sorprendido y sonrojado, porque incluso después de haber experimentado un montón de cosas juntos todavía éramos capaces de tener encuentros espontáneos y novedosos. Y de seguir jugando para mantener la chispa entre nosotros.

Miré a mi mejor amigo, recordando la inusual despedida con Estrella y el deseo inesperado que brilló en sus ojos plateados ante la sugerencia de concretar un trío. Yo podría compartir a Estrella una noche con tal de ver ese deseo avivado y sus fantasías cumplidas. Además, Malik y yo siempre hicimos un buen equipo en esos encuentros. Sabíamos enfocarnos y separar las cosas para que nada se tornara incómodo —durante o después— así que no podía pensar en alguien mejor para llevarlo a cabo.

—¿Qué? —espetó mi amigo.

Escondí mi sonrisa. Aún no era momento de poner la propuesta sobre la mesa, solo hasta que Estrella evaluara la posibilidad y estuviera muy segura de su decisión. Tampoco era algo que debía tomarse tan a la ligera.

—Luego te cuento —lo evadí, en parte porque los ojos violáceos de Cassida se notaban muy curiosos.

—¿Solucionaron la pelea? —cuestionó Malik, tratando de adivinar.

Con el día tan mágico me había olvidado de la estúpida pelea de ayer. Ninguno de los dos sabía el motivo por el que Estrella y yo discutimos, por mucho que confiara en ellos no me atreví a confesarles que mis hijos tenían la magia de los Siete y que, si se lo proponían, serían capaces de liberarme de mi condena para siempre.

Ellos solo se enteraron de que discutimos por una "tontería" y que a eso se debía mi mal humor del día anterior.

—Decidimos dejar de pelear y tomarnos un descanso —me limité a responder.

Cassida recorrió mi pecho desnudo con interés.

—Luces más bronceado de lo usual —comentó.

Asentí con la cabeza.

—Pasamos la tarde en una playa de la Tierra, fue divertido.

La diosa se puso de puntitas para darme un beso en la mejilla, en son de despedida.

—Debo irme, ¿piensas hacer otro traslado hoy?

—No, todos necesitamos descansar —informé, desperezando mis alas—. ¿Te veo mañana? Le prometí a mis hijos que les ayudaría a construir otro castillo de arena.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora