Capítulo 36. Sé feliz, mi Estrella.

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«Sé feliz, mi Estrella»

Estrella

Me recargué sobre la puerta del cuarto de los mellizos, aún con las piernas como gelatina pero una enorme e imborrable sonrisa en mi rostro

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Me recargué sobre la puerta del cuarto de los mellizos, aún con las piernas como gelatina pero una enorme e imborrable sonrisa en mi rostro. Lo único que me cubría era una de las capas de Caelum, cálida y con su olor a madera dulce impregnado en la tela. Él me la ofreció como todo un caballero al percatarse de que mi ropa seguía mojada por la lluvia. Tal vez hubiéramos podido secarla rápidamente con magia, ¿pero dónde hubiera quedado lo romántico?

Cerré los ojos y la olí discretamente, muy segura de que dormiría con ella mientras su esencia permaneciera. Me sentía como si él continuara abrazándome, a pesar de que hace varios minutos que por fin había regresado a Paradwyse.

Esperaba que no se metiera en problemas con Malik por haberse tomado tanto tiempo extra, recordándole a cada centímetro de mi cuerpo lo que era estar con un ángel.

No, no cualquier ángel.

Mi ángel. Mi esposo.

Suspiré como una boba, cómo había extrañado todo de él.

Cumplió su promesa de limpiar nuestro piano y esa vez yo me aseguré de recoger toda mi ropa y no dejar nada atrás que delatara nuestro encuentro. Caelum se vistió mientras que yo me limité a mandar la mía con magia hacia mi recámara. Después se despidió de mí con un dulce beso en la boca que me dejó flotando sobre nubes, había olvidado lo salvaje y tierno que podía llegar a ser.

Debí irme directita a darme un baño después de eso, puesto que debajo de la capa aún sentía mi cuerpo pegajoso por el sudor. Y, bueno, también porque esa segunda vez le permití terminar en la parte que quisiera de mi cuerpo. Él escogió mis senos.

Me acaloré ante el recuerdo y agité mi cabeza. Antes de que se fuera, también le había dado su pastilla anticonceptiva y él se la tomó sin chistar. Tal vez estaba siendo paranoica, pero no iba a arriesgarme de nuevo.

Mucho menos si venían en par.

Me tomé un minuto para serenarme, aprovechando la soledad y la tranquilidad del pasillo. Si yo no estaba bajo la regadera en ese momento era porque, a pesar de que pasaba de la medianoche, quería ver a mis hijos. Al menos besarlos en la frente y asegurarme de que estuvieran bien, dormidos y en paz.

Respiré hondo y entré a su habitación antes de que se hiciera más tarde. Pensé que estarían solos, así que mi sonrisa se encogió de golpe cuando descubrí que no era así.

—Mamá...

Ella me observó con atención y yo me envolví aún más con la capa de Caelum, como temiendo que sus ojos azules lograran ver a través de la tela y percatarse de mi desnudez. Sin embargo, mamá no necesitaba rayos X para adivinar lo que yo estaba ocultando, le bastó olfatear en mi dirección y arrugar la nariz.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora