Capítulo 71. Nexus amare.

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«Nexus amare»

    —¡No! —grité con todas mis fuerzas, envuelta en pánico

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    —¡No! —grité con todas mis fuerzas, envuelta en pánico.

    —No te molestes —murmuró Caelum, sin mirarme—. Ellos solo pueden escucharme a mí.

Forcejeé con más ímpetu, pero me fue imposible escapar de sus brazos. Hice señas desesperadas, esperando que ellos me entendieran y se mantuvieran alejados, pero Caelum aprisionó mis manos con su magia, como si acabara de colocarme dos grilletes invisibles alrededor de las muñecas para mantenerlos a mis costados.

Casi suspiré cuando Cielo y Evan no atravesaron el espejo. Fue como si chocaran con un cristal que separaba las dos dimensiones, pero sin permitirte acceder a la otra. Sus manitas quedaron expuestas ante nosotros cuando las colocaron sobre la superficie, intentando alcanzarnos.

    —Hola niños —los saludó Caelum, con una voz suave y dulce. Fingida.

Evan parpadeó con sorpresa al ver a su padre de cerca.

    —¿Dónde están tus alas?

    —¿Y tus ojos de colores? —continuó Cielo.

    —Ya no soy un ángel, niños —explicó con paciencia—. Ahora soy diferente.

Los mellizos me miraron con curiosidad y agité mi cabeza de lado a lado, tratando de transmitirles desconfianza. Caelum besó mi mejilla con más fuerza de la necesaria, en parte para mantenerme quieta, en parte para "demostrarles" a nuestros hijos que todo iba bien.

Comencé a sudar frío. En sus ojitos solo había anhelo y añoranza... y Caelum iba a aprovecharse de eso.

    —Déjalos en paz —le gruñí. Él me miró de soslayo—. Haz lo que quieras conmigo, pero a ellos déjalos en paz.

Cielo ladeó su cabeza.

    —No podemos escucharte, mami —externó con preocupación.

    —Ella dice que los extraña, mucho —mintió Caelum.

    —Y nosotros a ustedes —habló Evan—. ¿Cuándo iremos a casa? Los ángeles son divertidos, pero los abuelos también extrañan a mamá.

Caelum se tensó.

    —No creíste que dejaría a mis hijos solos en Paradwyse, ¿o sí? —lo provoqué al oler su miedo.

Sus garras se encajaron aún más en mi cadera, molesto.

    —¿Dónde están sus abuelos? —preguntó con cautela.

Evan y Cielo señalaron a sus espaldas y solo entonces vislumbré el cabello rojo de mamá en la lejanía, al otro lado del balcón en el fondo. Papá no se alcanzaba a ver, pero por la manera en la que ella agitaba los brazos podía notarse que estaban peleando y por eso habían decidido salir al balcón, para que los mellizos no los escucharan.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora