Capítulo 48. El cazador de las luces del norte.

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«El cazador de las luces del norte»

Estrella

La sonrisa de mi rostro era imborrable

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La sonrisa de mi rostro era imborrable. Aún suspiraba cada vez que observaba lo que quedaba de la nieve, la cual ya se estaba derritiendo lentamente. No había sido ni de cerca como la nevada que Caelum creó en el Edén, pero fue la primera vez que hubo nieve en Féryco y fue perfecto gracias a mi esposo y mis hijos.

Para ser la primera vez, Evan y Cielo nos sorprendieron creando copos de nieve durante una hora entera. Se detuvieron solo porque terminaron agotados por la suma del día, los juegos y la magia. Me aguanté una carcajada cuando Caelum los abrazó apenas dieron su primer bostezo y anunció que los llevaría a la cama como si no quedara otro remedio.

    —Me parece que tus hijos nos han robado el espectáculo, hermanita —bromeó Noah cuando me acerqué a ellos para despedirme.

    —Estuvieron geniales, ¿no? —presumí como toda una madre orgullosa.

    —Fue muy impresionante —coincidió mamá con una sonrisa cariñosa.

Me acerqué a ella y le di un emotivo abrazo que la sorprendió durante algunos segundos, pero casi enseguida me envolvió en sus brazos utilizando la misma fuerza que yo.

    —Gracias mamá. Tú sabes porqué.

Suspiró en mi oído, fue un sonido muy dulce viniendo de ella.

    —Te amo, hija.

    —Yo también te amo —coincidí, besando su mejilla con amor.

    —¿Y Caelum? —preguntó papá cuando también lo abracé.

    —Se fue a acostar a los niños.

    —¿Solo? —apostilló Noah con cierta maldad.

    —Aunque no lo creas —lo defendí—, los niños ya le hacen más caso que a mí.

    —Es un buen papá —declaró mamá guiñando uno de sus ojos azules, era la segunda vez que me decía algo parecido así que debía ser muy en serio.

    —Será mejor que vaya a ayudarlo —mentí.

A estas alturas sabía que Caelum podía perfectamente solo con los niños, pero los utilicé de excusa porque no quería que fuera tan obvio que estaba desesperada por estar a solas con él. La nieve fría literalmente se había derretido al tocar mi piel ardiendo, tanto por sus palabras como por sus caricias. El frío también fue un alivio y me terminó calmando lo suficiente, pero solo por un rato.

    —Buenas noches, hija. —Papá besó mi frente—. Y feliz solsticio.

    —Feliz solsticio familia —me despedí de todos, aún presumiendo mi sonrisa imborrable.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora