Capítulo 54. Sigue las coordenadas.

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«Sigue las coordenadas»

Caelum

Recordaba, como si fuera ayer, la primera vez que llevé a Estrella al Edén, apenas logrando escapar de la emboscada que Forcas, Akriel y Ecanus le tendieron

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Recordaba, como si fuera ayer, la primera vez que llevé a Estrella al Edén, apenas logrando escapar de la emboscada que Forcas, Akriel y Ecanus le tendieron. Logré esconderla en mi mundo antes de que los arcángeles la secuestraran, pero vaya sorpresa que me llevé cuando Estrella se defendió ferozmente, transformándose en una loba para morderme sin culpa y liberarse de mi agarre.

Creo que esa fue la primera vez que sentí admiración por ella, porque aunque mi intención no era hacerle ningún daño, Estrella no lo sabía y se defendió de vuelta sin dudar. Me di cuenta de que yo estaba tratando de salvarla y ella no necesitaba ser salvada del todo, me demostró que iba a pelear hasta el final contra cualquiera que se atreviera a ponerle las garras encima.

Su forma lobuna permaneció un buen rato después de eso, su desconfianza se notaba en sus ojos y en cada uno de sus movimientos calculadores. Se mantuvo a la defensiva, incluso cuando traté de explicarle que no corría ningún peligro conmigo.

Ella no bajó la guardia ni un segundo, tampoco retornó a su forma humana. Decidí no presionarla cuando se marchó y corrió y corrió por el bosque hasta agotarse. Y cuando no supe de ella en las siguientes horas, me preocupé como pocas veces me había preocupado por alguien en mi vida inmortal, incluso sabiendo que ella estaba relativamente a salvo dentro de mi mundo.

¿A salvo de los arcángeles? Sí. ¿A salvo de la tristeza que le carcomía el corazón? No. Eso me asustó y me maldije por haberla dejado sola tanto tiempo, sin saber de lo que ella sería capaz.

La encontré completamente inconsciente sobre el césped y noqueada por el exceso de magia, pero respirando. El alivio que sentí fue descomunal. La tomé en brazos para llevarla a la habitación que le había creado y esperaba fuera de su agrado. Y me quedé junto a ella, cuidándola, hasta que recuperó el conocimiento.

Fue la primera y última vez que temí que ella pudiera hacerse daño a sí misma. Conforme pasaron los días, entendí lo fuerte que era mi Estrella y que haría hasta lo imposible para sobrevivir a eso. Cada tanto tuvo sus momentos de tristeza, pero siempre alzó la cabeza de nuevo y nunca se dejó vencer.

Ese pensamiento fue lo único que me dio paz durante mi condena y los seis años que fui obligado a estar lejos de ella. Así que cuando Estrella se convirtió en loba esta tarde y se marchó corriendo, supe que ella no estaba huyendo. Mi esposa simplemente necesitaba desahogarse y yo siempre le daría ese espacio, esperando que tarde o temprano volviera a mí como tantas veces lo hizo antes. Yo también necesitaba calmarme, así que tal vez aquello había sido para bien.

Me quedé con Evan y Cielo hasta que anocheció, para darles de cenar y dormirlos. Los convencí de que mamá seguía ocupada cuando preguntaron por ella y lo comprendieron. También me nombraron el encargado oficial de los cuentos de esa noche, solo porque querían que les leyera el libro sobre Estrella.

Féryco 3. Caella. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora