Capítulo 7

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Guacara y Eructo tomaron las redes dirigiendo a sus iguales a través del mar buscando cardúmenes cercanos a la superficie.

Arrogantes y déspotas como siempre –mencionó Erupto.

Por eso fueron odiados y alejados –concordó Guacara.

Mientas su vuelo se volvía suave y se sincronizaba con otro cremallerus arrastrando la red por la superficie, se permitieron recordar el pasado, cuando el nido tenía tres furias nocturnas.

*-*-*-

Lo primero que Guacara y Erupto vieron al nacer fue el techo de roca que los cubría, dragones volando al exterior y otros volviendo con presas que arrojaban al abismo donde, más tarde se enteraría, se encontraba la reina del nido.

Tardaron poco en comprender su función: servir a la reina.

Cada orden y capricho de esa dragona era ley para los demás; si ella decía hambre, todos salían a cazar; si ella odiaba, la causa de ese odio debía ser destruida; si ella decía silencio, ni un solo aleteo se escucharía. Y a cambio de cumplir podrían vivir, tendrían un refugio cálido y parte de las sobras de ella.

Todos los dragones lo entendían, todos menos dos. Dos dragones de escamas negras. Todo el nido lo sabía, esos dragones se sentían superiores a los demás, no convivían con ningún otro, no se unían a los banquetes, no le dirigían ni una palabra ni mirada a nadie... ni siquiera a la reina.

Siempre apartados de los otros, y su actitud déspota empeoró cuando nació la cría de ambos, simplemente dejaron de aparecer, la cría nunca salió de la pequeña cavidad que se formaba al borde del nido y los padres solo aparecían frente a la reina uno a la vez únicamente si ella los mandaba a llamar.

El nido entero ignoraba que ahora eran tres dragones de escamas negras, Guacara y Erupto lo sabían por casualidad, cuando se alejaron de la zona más poblada para tratar de volar por primera vez y ahí vieron a la cría unos pocos segundos antes de que la madre lo tomara entre sus mandíbulas y lo devolviera a la cavidad rocosa.

Despreciables narcisistas.

*-*-*-*

Red llena –exclamó el dragón que sostenía el otro extremo.

Volvamos –Dijo una de las cabezas antes de que dieran un giro en una curva larga para evitar perder peces.

Sobrevolaron parte de la isla aterrizando fuera del círculo de naders dejando las presas y retomando el rumbo al mar.

Tormenta junto a los otros nader tomaron tantos peces como podían en sus hocicos llevándolos al centro para las crías, ella no podía evitar dirigir una mirada despectiva al dragón de escamas negras que estaba recostado en la playa, inmóvil, inútil... cobarde.

*-*-*-*-*-

Los nader siempre fueron los segundos favoritos de la reina del nido por su ferocidad y valor, porque nunca huían ni se negaban a una orden. Los otros dragones inferiores se asustaban cuando Red Death les pedía pelear, pero nunca los nader.

Y aun así entre cobardes había niveles, estaban los miedosos que iban temblando al campo de batalla y luego los que nunca peleaban... esos dragones de escamas negras.

Desde pequeña, Tormenta, se unía a las filas de ataque en espera de las indicaciones de la reina, mientras esos dragones de escamas negras negaban la cabeza, se disculpaban y se iban a esconder.

Despreciables –murmuraba la reina cada que ellos se negaban a la batalla.

Así Tormenta aprendió el lugar que esos dragones tenían dentro del nido... ninguno, ellos vivían a costa de los demás solo por la bondad de su reina.

DespreciableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora