Capítulo 4

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De la forja salían ruidosas carcajadas provenientes de Bocón.

- ¿Qué hizo qué? –intentaba hablar entre risas– ¿¡cómo sigue vivo!?

Hippo se encogió de hombros; lo que había ocurrido anoche fue una broma suicida, era un verdadero milagro que el dragón estuviera ileso.

- Agradezco que me lo contaras, así cuando tu padre venga a contar su versión podre reírme en su cara un poco menos.

- Hippo –ante el llamado ambos vikingos miraron en dirección a la puerta de la forja donde Toothless se encontraba notablemente aburrido– ¿falta mucho?

- Ya casi termino –dijo Hippo con un hacha a medio arreglar en la mano.

- Ve de una vez, yo termino el trabajo –Bocón tomó el hacha para continuar la labor.

- ¿seguro?

- Solo llévatelo antes de que pregunte de nuevo.

Ambos jóvenes se alejaron de la forja con rumbo al gran salón, Hippo se quedó en silencio perdido en sus pensamientos, tanto Bocón como su padre querían que obtuviera información; el jefe Estoico con fines bélicos, y Bocón decía conformarse con cualquier dato curioso, pero ¿Cómo pedirle información a Toothless sin que pareciera tener intenciones ocultas?

- Quieres información, ¿cierto? –Hippo se cuestionó seriamente si el dragón podía leer mentes– no es como que tu padre modere su volumen de voz.

- ¿estás en desacuerdo?

- No, pero no pienso dar información que pueda ser usada en contra de los míos.

- Lo entiendo.

Hippo se quedó en silencio esperando que Toothless comenzara a hablar.

- Sé que los vikingos dieron nombres a los dragones, pero no distingo todos.

- Tenemos un libro de dragones donde se escribió todo lo que sabemos de ellos, tiene dibujos así que tal vez nos sea útil para evitar confusiones.

Toothless asintió y ambos entraron en el gran salón encontrándose con el resto de los jóvenes vikingos, una no muy grata situación.

- ¿De nuevo afuera? –Patán fue el primero en notar la presencia de los recién llegados y su molestia iba dirigida a Hippo– te ordeno que vuelvas a casa y no te acerques más a ese alfa forastero.

La mirada de Patán daba una clara advertencia. Hippo bajo la cabeza por un instante antes de erguirse de nuevo.

- No iré a casa y no puedes prohibirme con quien relacionarme –aunque la voz y mirada de Hippo mostraban determinación, Toothless podía percibir el miedo que emanaba del castaño.

- ¡JA! –se burló la alfa rubia– ¿de dónde salió tal atrevimiento de un omega cobarde? ¿de él? –señaló al dragón.

Toothless estaba por avanzar hacia Astrid con una clara intención asesina, Hippo levanto su brazo impidiendo que el dragón avanzara. Mientras el resto del grupo, todos betas, se mantenían en silencio observando, Patapez hojeando el libro de dragones y los gemelos apostando quien soltaría el primer golpe.

- Toothless me hizo darme cuenta que por ser omega no soy menos que ustedes, no permitiré que vuelvan a despreciarme –dejando a los alfas mudos por la sorpresa se dirigió a Patapez– necesito el libro, ¿podrías?

Antes de que Patapez entregara el libro le fue arrebatado de las manos por Patán para posteriormente lanzarlo directo al omega, Hippo cerró los ojos instintivamente esperando el golpe, escuchó el estruendo del libro chocando contra algo, pero nunca el dolor. El castaño entreabrió sus ojos, el libro había sido detenido por Toothless. Ambos salieron del gran salón antes de que los otros alfas decidieran arrojar más cosas.

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