Prologo segunda parte. Comienzo.

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La tención inundaba el lugar, a los presentes se les dificultaba respirar por el temor; Red Death era atemorizante y no toleraba las fallas, aún menos las réplicas y ahora justo eso ocurría. Uno de los dragones de más baja jerarquía estaba parado con sus alas abiertas haciéndole frente a la enorme criatura que gobernaba el nido.

- Repite lo que dijiste –ordenó con fieros gruñidos.

- ¡No! –repitió sin temor la pequeña, en comparación con Red Death, criatura.

- Como te atreves a negar una de mis órdenes; tú, dragón inferior. Te he permitido vivir en mi colonia a pesar de tu despreciable raza y aun así ¡ME CONTRADICES!

Con su ultimo rugido los más pequeños se apartaron agachando sus cabezas en señal de respeto.

- Te daré una última oportunidad, obedece a tu reina

- Tú no eres una reina –el nido se quedó en el más absoluto de los silencios, Red Death estaba estupefacta ante la osadía de la mayor deshonra para los dragones- antepones tus deseos y caprichos sobre la vida de tus seguidores, no te importa si mueren por tus ordenes e incluso asesinas a los que se niegan a cumplir. No, no eres una reina, ¡ERES UNA TIRANA!

- ¡SILENCIO! –La enorme bestia rugió furiosa.

- ¡REVOLUCIÓN! –El pequeño dragón alzo aún más su rugido.

Cuando el eco de los rugidos dejo de escucharse en el nido comenzó el sonido de los bajos y peligrosos gruñidos de Muerte Roja, en un segundo todos y cada uno de los dragones que ahí vivían alzaron el vuelo huyendo, temiendo perder sus vidas a causa de la reina del nido.

En medio del revuelo el dragón que clamaba revolución se mezcló entre los demás para salir; no tenía miedo, pero si quería tener una oportunidad en la batalla debía buscar ventaja y dentro del volcán no la tendría.

Red Death lo vio salir, cegada por la ira fue directo a la trampa siguiéndolo a las densas y oscuras nubes que cubrían el cielo. Rodeada por la nada, sin un blanco que atacar, sin sonido de algún aleteo, estaba comenzando a creer que el pequeño alborotador se había aterrado y huido. Bajó la guardia unos segundos en los que al menos tres bolas de plasma impactaron contra sus alas hiriéndolas, pero no lo suficiente para derivarla.

Su raza era de piel dura, de gran tamaño, estaba segura de que ganaría; el camuflaje y vuelo silencioso del otro dragón no haría nada más que alargar la pelea.

- ¿es todo lo que tu DESPRECIABLE raza puede hacer? –él la había llevado a su terreno, pero ella solo necesitaba un descuido para acabar con esto.

- No permitiré que vuelvas a llamarme así –Red Death sonrió, era un dragón valiente para retarla, pero un completo idiota al abandonar su ventaja por una provocación.

De la boca del grisáceo reptil salió una llamarada directo a la fuente del sonido, no acertó, pero el fuego ilumino lo suficiente para que pudiera ver al escurridizo ser y con eso deducir su trayectoria. Apuntó de nuevo, el gas comenzó a acumularse en su garganta seguido de un terrible dolor; había recibido un ataque de plasma justo cuando preparaba su fuego.

Y así Red Death caía en pica directo a su muerte, en su mente solo habitaba la sorpresa por la perfecta estratega del negro dragón sin saber que el ataque que la condenó fue mera suerte.

Emitió un último gruñido que fue opacado por el rugido de victoria del dragón más pequeño, el mar se agitó por el cuerpo que cayó en sus aguas. El reinado de Red Death había llegado a su fin, y uno más prometedor y ambicioso comenzaba.

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