9.- ¿Hay otra?

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—¿Cualquier... instante? —repetiste dando un paso atrás, pensando que en cualquier momento se daría la vuelta y te atacaría.

—Como en cualquier trabajo, es inevitable prevenir un siniestro contra la vida, ¿hay alguna razón por la que quieras saberlo?

—Hay una cláusula que leí en donde dice algo sobre... regeneración de partes humanas dañadas, parciales o totales.

—Hay probabilidades de tener un accidente como en cualquier trabajo, pero... —por fin se dió la vuelta y te miró a los ojos intrigado— no es esa tu pregunta, ¿verdad? puedes ser directa, no tengo problema con responder, ¿quieres saber a qué me refiero con regeneración?

—Quiero saber si tiene que ver con alguna habilidad tuya.

El rubio te pidió tomar asiendo en un sofá mientras se sentaba a tu lado y te mostraba la palma de su mano.

—Una persona normal por lo general no puede ver esto, pero puedo hacerlo visible para ti. —al instante, un anillo encadenado apareció en cada uno de sus dedos y de ellos colgaban diferentes figuras de hierro.

—¡Wow! ¡llaveros! yo quiero el que tiene forma de espada. —señalaste el del dedo medio con total inocencia, sacándole una sonrisa al chico.

—No son llaveros... son cadenas. Cada una tiene una habilidad especial, esta de aquí, por ejemplo —indicó la que tenía en forma de cruz— sirve para regenerar heridas, incluso huesos rotos, pero no te regresa a la vida, así que, no te mueras.

—¿Porqué pasaría algo que me rompiera los huesos?

—Sólo es prevención en caso de que pueda salirme de control durante tu estancia aquí. El riesgo de lastimarte es muy alto mientras más me sienta atraído hacia ti.

—¿De verdad? creí que no te gustaba.

—Me avergonzaba responder tu pregunta la vez pasada, no quería que pensaras que te estaba usando como un objeto, estoy agradecido con tu trabajo aunque pienses que no haces nada, tu sola presencia es suficiente para mi. Porque sí, señorita, la escogí a usted debido a la atracción que me generó en el momento que llegó aquí.

Llevabas tantos días queriendo escuchar esas palabras y confirmarlo te alegró, le gustabas a Kurapika lo suficiente para haberte escogido entre cientas de candidatas.

Una esperanza despertó en ti para encontrar la manera de hacerle saber que querías estar con él más allá de una relación de trabajo.

Esa noche llegaste a casa más felíz que nunca y tus padres notaron tu buena energía durante la cena.

—Parece que va bien el club de fotografía, ¿no cariño? —dijo tu madre al momento de llevarte el plato a la mesa.

—¿Ah? sí, sí, me encanta lo que estoy aprendiendo.

—Qué raro que sea un grupo para tomar fotos y no te hayan pedido una cámara todavía. —cuestionó tu padre sin despegarte la vista.

Se te atoró un pedazo de pan al oír aquello, necesitabas mentir rápidamente, así que, mientras bebías agua para pasarte el pan, inventaste cualquier cosa que se te vino a la mente.

—Hay cámaras especiales en el club, son diferentes modelos, no puedo traer una a casa porque son de la escuela. —triunfaste logrando convencer a tu padres.

—Deberías traernos las fotos que tomes, nos gustaría ver cómo vas progresando, ya le hablé a tu tíos la semana pasada y dijeron que estarán encantados de que su querida sobrina sea la fotografa del bautizo.

—¿E...en... serio? —te pusiste nerviosa —no estoy segura si seré tan buena para ese día, no debiste comprometerme sin preguntar, papá.

—No te preocupes, todavía faltan unos meses, tienes mucho tiempo para prepararte.

—Sí, ¿verdad? —contestaste sonriendo y continuaron la cena mientras tú pensabas en cómo demonios aprenderías a tomar fotos profesionales.

Los siguientes días volviste a trabajar con entusiasmo después de saber que Kurapika sentía algo por ti, cruzar miradas con él comenzaba a ser tierno, pues ninguno podía ocultar el cariño que sentía por el otro y a pesar de que seguía sin acercarse a ti, bastaba con escuchar su cálida voz y estar a su lado.

De esa manera pasó un mes más y no volvieron a recibir visitas ni a ver clientes juntos, pero una tarde recibió una llamada con la que por primera vez experimentaste una sensación de enojo que ya casi habías olvidado con tus crushes de la adolescencia.

Los terribles celos.

Y es que jamás habías escuchado o visto a Kurapika hablar con otra mujer de la misma forma en que te hablaba a ti.

Pero tras dejar pasar dos tonos de llamada, contestó la tercera vez y sólo escucharlo hablar te provocaba esa horrible sensación.

—Estaba ocupado, lo siento mucho, sí, estoy comiendo bien, no te preocupes. —dijo con voz tranquila, al parecer conocía a esa persona que se preocupaba por él —Tambien quiero verte pero tengo mucho trabajo. Lo sé, lo sé, es mi culpa, ¿cómo estás tú?

¿Con quién hablaba? ¿porqué era tan lindo con esa persona? se notaba que su tono era cariñoso y educado.

Su conversación te daba muchos celos, a ti jamás te había llamado, apretaste demasiado los plátanos que estabas acomodando en un frutero para que se vieran lindos en medio de la mesa y los hiciste puré.

Te enojaste tanto que cuando terminó tu hora, te despediste en un tono frío y saliste casi corriendo del departamento.

Mientras bajabas por el elevador querías golpear algo, lanzar la mochila por el último piso, quemar un auto.

—¡Soy una idiota! ¡¿cómo se me pudo ocurrir que me querría como pareja si ya tiene una?! es obvio que un chico tan increíble como él debe tener a una chica igual de genial... —sin notarlo, estabas llorando otra vez, con el corazón roto porque el amor que sentías por él quizás no sería correspondido nunca.

Y también se dieron cuenta tus padres porque no quisiste cenar y te encerraste en tu cuarto.

—Tengo diarrea, ¡no me molesten!

Tentación pagada [+18] [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora