24.- ¡Descansa un poco!

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—Recuerdo que Jade quería que revisara esta habitación pensando que sería algún cuarto secreto. Quién diría que sólo era un cuarto para huéspedes. —te reíste pensando en esos días de misterio, cuando el departamento daba esa sensación de contener cuerpos en trozos dentro de una hielera o una gama de herramientas de tortura.

Después de bañarte en la ducha de tu habitación, vestirte con nueva y bonita ropa, y secar tu cabello, fuiste a la cocina para preparar desayuno y escuchaste el ruido de alguien lavando los platos.

—Kurapika, no sabía que tú eras quien hacía los... —quedaste enmudecida al ver a una mujer mayor, uniformada de gris más un delantal blanco —quehaceres...

—Buenos días, jovencita, usted debe ser la prometida del jefe— se presentó inclinándo su cabeza respetuosamente— es un placer conocerla, por fin ese niño se dignó a sentar cabeza, me alegro por él. Todos los días era un desastre que tenía que limpiar, no le diga que se lo dije.

—Entonces había una sirvienta real... —pensaste— será mejor que no le diga que era yo la que hacía a Kurapika provocar esos destrozos... — te advertiste internamente.

—El amo regresará por la tarde. —agregó la mujer al verte mirar hacia todos lados, adivinando que lo estabas buscando. —Trabaja desde muy temprano y regresa después de medio día.

—Creí que su trabajo no requería un horario.

—No tengo permitido decir nada pero ya que se trata de usted, debe enterarse que ese muchacho tiene un terrible problema con su devoción por la profesión que ejerce. Por eso me alegra saber que por lo menos se está dando el tiempo de compartir sus tardes con una pareja tan linda.

—Gracias, eso fué muy amable de su parte.

—Y por favor, ya no rompan las paredes, van a derrumbar el edificio.

Tal como la mujer decía, comprobaste que las siguientes dos semanas, Kurapika volvía del trabajo por la tarde, trabajaban en tus proyectos por un par de horas y después continuaba con sus labores por computadora.

Aquella rutina te preocupaba, debido a que jamás lo veías un momento tomando una siesta o durmiendo en su habitación.

Tras la tercera semana, no podías conciliar el sueño porque te frustraba saber que seguía tecleando y trabajando en su área personal.

—Ahora veo porqué su amigo le ruega que descanse, no para de trabajar en ningún momento. —susurraste espiándolo a unos metros de distancia. Las luces del departamento estaban apagadas y sólo la pantalla encendida de la PC iluminaba el espacio. —Kurapika.

Lo llamaste suavemente para no interrumpirlo o sonar molesta, tus pies descalzos no advirtieron de tu presencia, aún así, él parecía no asombrarse, pudo darse cuenta de tus movimientos desde que saliste de tu recámara.

—¿Qué ocurre? ¿puedo hacer algo por ti?

—Sí, vete a acostar, es muy tarde. —pediste casi suplicando, sus ojos se veían cansados, y su voz lenta al igual que sus movimientos.

—No puedo hacer eso. Aún debo terminar unos reportes que entregaré a primera hora del día, tú no te preocupes y duerme tranquila. —dijo para luego seguir escribiendo.

Tomaste un respiro y trataste de volver a tu cama pero no podías dejar que esa rutina lo siguiera fastidiando.

—Lo siento por ser entrometida, pero no te he visto dormir desde que estoy viviendo aquí. Tu rostro se ve muy mal.

El chico dejó lo que hacía y permaneció inmóvil unos segundos, creíste que se había enfadado.

—Dejé bastante trabajo pendiente hace meses y trato de ponerme al día, es necesario. —justificó logrando hacer que tú fueras quien se molestara por lo poco que se interesaba en cuidar su salud mental.

Tentación pagada [+18] [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora