🎵 Boy Who Has Everything- Annika Bennet 🎵
Mamá siempre dice que es un poco raro que todos mis amigos sean chicos. Papá añade que es incluso peligroso. Aunque con el paso de los años se han acostumbrado a la presencia de Salva, Isaac y Jonathan en mi vida. Más les vale, sobre todo en el caso de Salva, que se ha quedado muchas veces a dormir a mi habitación. Pero, claro, cuando Salva se lio con un chico el curso pasado y la voz se corrió por todo el barrio, mis padres asumieron que Salva era gay y la preocupación por el tiempo que pasamos juntos menguó considerablemente. Yo he intentado explicarles mil veces que la bisexualidad existe, pero ya paso de insistir... en fin, nos viene hasta bien. Así ya no ponen tantas objeciones cuando se queda a dormir.
No quiero ser la típica chica que dice que no se lleva bien con otras mujeres porque es especial y a ella siempre la han tratado mejor los chicos y todas esas mierdas misóginas, pero mi caso siempre ha sido un poco ese. Nací en Jordania, me mudé a España cuando tenía tres años de vida e incluso de bebé juraría que ya me costaba encajar.
Cuando observas mis fotos de los primeros años en el colegio siempre aparezco un poco apartada y distraída, como si estuviera en mi mundo... fijo que si me apartaba era porque la gente de clase lo merecía, aunque en realidad no me acuerdo bien. Pero bueno, con los años me esforcé por hacer amigas sin obtener ningún resultado. No me invitaban a cumpleaños ni a fiestas de pijamas, ni si quiera a tomar unas pipas en el banco al salir del colegio. Y perdí el interés en tratar de integrarme.
¿Para qué hacerlo? Nadie podría ofrecerme nada mejor que lo que mi propia imaginación me regalaba. Estaba realmente bien a solas: con mis libros, mis cuadernos de dibujo y posteriormente los grafitis.
Durante un tiempo pensé que en el mundo del grafiti había encontrado al fin mi lugar: era una manera de vida que me permitía expresarme. Confié en el grupo (también de hombres) en el que me había metido y, bueno, eso acabó mal también.
Pero me permitió reforzarme en la convicción de que Salva, Jonathan e Isaac eran buenos amigos, ya que no se fueron de mi lado cuando, por pasarme al muralismo, me enemisté con la mitad del barrio. Y, bueno, con la otra mitad nos acabamos enemistando un tiempo después con lo sucedido entre Salva, el chico con el que se lio y sus amigos.
No fue hasta el primer año de la ESO que no conocí a Salva, Jonathan e Isaac. Los tres eran nuevos, mientras que yo era la única que tenía conexión con el resto de la clase pese a no llevarme con ellos precisamente bien. En Educación Física, el maldito primer día de curso, un profesor decidió nombrarme capitana de uno de los equipos para alguna actividad de mierda. Como era de esperar, nadie quiso ponerse en mi equipo, a excepción de tres personas: Salva, Jonathan e Isaac, que de verdad que en el fondo son muy buena gente. Desde entonces nos convertimos en el Equipo Raisa (así nos hizo llamar Salva y de ahí viene también nuestro nombre en el grupo de WhatsApp).
Conocerlos fue lo mejor que me ha pasado en la vida, después de empezar a pintar en las paredes y alguna cosilla más, pero vaya, que está en el top 3. Ya no solo por ser ellos, sino porque en sí el hecho de tener buenos amigos fue revolucionario para mí. Descubrí que si no había hecho amigos hasta ahora no había sido culpa mía, sino cuestión de mala suerte. Había gente en el mundo que haría siempre un esfuerzo por entenderme (y eso es mucho decir en el caso de Jonathan, Isaac y Salva, que suman dos neuronas entre los tres y da gracias), que no me juzgaría y que me haría reír pasase lo que pasase. Pasar tiempo con ellos hizo que, poco a poco, recuperase cosas de mi misma que no sabía que había enterrado al aislarme en mi mundo años atrás... y no sigo pensando en esto que parece que esté preparando un discurso súper cursi para la graduación del instituto, o algo así.
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Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICO
RomanceDARÍO tiene dieciséis años, estudia en el instituto privado más elitista de Valencia y (casi) todos sus amigos se llaman Cayetano. Una noche, Darío se cuela en una discoteca y tiene un encuentro con Salva... o más bien, un reencuentro. SALVA también...