5. DARÍO

3K 203 527
                                    

🎵 Cayetano- Carolina Durante 🎵

A veces ser alumno del instituto Otálora se me hace muy cuesta arriba. Ya lo decían en Spiderman: Un gran poder requiere una gran responsabilidad, pues esto es algo parecido, porque estudiar aquí tiene cosas buenísimas y ofrece un montón de oportunidades, pero también implica aguantar a gente bastante insoportable.

El instituto Otálora es un colegio privado al que es muy difícil acceder tanto por lo cara que es la matrícula como por las pocas plazas que quedan disponibles de un curso a otro. Y es masculino... lo que, en fin, no tiene nada de bueno.

Aún recuerdo mi primer día en el instituto: era un completo desconocido entre chavales que llevaban juntos desde el jardín de infancia, y no estaba aquí por ser "hijo de quién" sino "hijastro", lo que lo dificultaba todo bastante. Ese día estaba preparado para ir a la guerra, jurado.

—Esto es una prueba, Darío —había dicho Ricardo, cuando me había dejado frente al instituto en su flamante Mercedes rojo—. Hoy tienes que ser un tío duro, no te dejes amedrentar. Si te ganas el respeto de tus compañeros en las próximas horas, lo tendrás para siempre.

Lo dicho, la guerra.

Yo me pregunté qué habría dicho papá si me hubiese visto ahí: con mi camisa perfectamente planchada, la corbata azul oscuro y la chaqueta del uniforme demasiado grande para mis hombros de niño pequeño. Sé que se habría reído y me habría recordado que ese no sería nunca mi lugar... pero finalmente me habría dado un consejo parecido al de Ricardo, aunque, dicho de otra manera: "No seas una nenaza, esa gente huele el miedo." Todavía puedo escucharlo con su voz, palpitando en mi cabeza e impregnándolo todo del humo que salía de aquellos cigarros que tomaba constantemente.

En ese primer día, sí, me mostré tremendamente seguro de mi mismo. Cuando se metieron conmigo por lo poco que conocían de mi historia familiar, yo me reí de mi mismo y devolví cada palabra mal intencionada. Traté de captar las dinámicas de poder que circulaban en esas aulas y me adapté a ellas: aunque eso implicase reírme de Pelayo por el hecho de que le acabasen de poner un parche en el ojo (sí, muy básico), y también que participara en la gracia de esconderle la ropa a la salida del vestuario después de la clase de rugby (porque a esto es a lo que juegan los niños pijos ahora, aparentemente).

Uno no puede defender a la gente como Pelayo en el primer día de clase, casi ni si quiera dirigirle la palabra si no quiere crear una mancha imborrable en su reputación. Pero con el paso de los días y cuando nadie mira, puedes defenderle en secreto, protegerle en secreto, correr por la calle para alcanzarle a la salida del instituto y recorrer con él el camino hasta casa, invitarle a la tuya a jugar a la PlayStation alguna tarde. Y así, poco a poco, puedes conseguir que la gente de tu clase acabe pensando que ese friki que llevó un parche en el ojo durante un año entero siempre había estado a tu lado.

Y es que yo siempre quise ser amigo de Pelayo pues sentí desde el primer momento que, aunque fuese por razones diferentes, ambos éramos los únicos que no terminábamos de encajar.

Aquí lo tengo ahora, caminando a mi lado en el pasillo, con una ilusión desbordante que espero que sea capaz de camuflar un poco.

—Tenemos que repetir pronto, Darío, vamos a quemar esos carnés falsos —exclama y yo le mando a callar.

—No sé yo si es buena idea, acabaste fatal, chavalín —digo.

—Pues mis padres no se dieron ni cuenta —murmura—. Todo ventajas, a la próxima te puedes quedar a dormir conmigo si quieres. Y no me puedo creer que ese chico, Salva, fuese a tu colegio antes.

Respiro hondo... no tengo ningunas ganas de hablar de Salva.

—Sí, pero tú cállate, ¿vale? —digo, bajando la voz—. No me apetece recordarlo.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora