18. RAISA

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🎵 Perdona (Ahora Sí Que Sí) -Carolina Durante, Amaia 🎵

—Este sitio está muerto —suspira Isaac, resignado. Le da un trago más a su lata de cerveza, la arruga, la deja encima de la mesa y después apoya su cabeza en mi hombro. Yo me quedo quieta como si mi cuerpo fuera de hierro con la intención de complicarle la postura porque no quiero que el tío esté ni un pelín cómodo.

Isaac me mira como si esperase que fuera a decir algo, pero yo me niego a hablar. Sé que es bastante infantil por mi parte hacer una huelga de silencio, pero llevo toda la semana insistiendo en que quedáramos para hacer algo diferente que beber, mirarnos las caras y esperar a que pasen las horas mientras los tres se emborrachan y se ríen de chorradas. Que yo me lo paso bien, eh, no hay nada que me guste más que verlos a los tres riéndose de tonterías. Supongo que no es eso lo que me cansa... sino otra cosa que no puedo hablar con nadie.

—¡Ya te digo! —responde Jonathan—. ¿Me oís, camareros? ¡Esto está muerto!

Nadie en el local se inmuta. No sé por qué cuando no sabemos dónde ir siempre acabamos aquí: en un bar pequeño y mal iluminado, con un billar y unos dardos y las cervezas muy baratas. Hemos cenado los cuatro juntos unas pizzas en el parque del skate y después nos hemos dirigido aquí, a beber (bueno, a que ellos beban). Jonathan llevaba consigo una baraja de cartas así que eso nos ha entretenido un rato, incluso una señora se ha acercado a decirnos que con eso ella podía leernos el futuro o la carta astral o lo que coño fuera. La muy estúpida me ha dicho que yo no iba a tener suerte en el amor. Me ha costado recuperarme de ese golpe la verdad. El móvil se me quedó sin batería un poco después de eso, cuando ya pasaba de medianoche. Así que me fui a la barra a hablar con el camarero para que me dejase un enchufe para cargarlo y un par de chicos se acercaron a decirme lo guapa que era y lo mucho que brillaban mis ojos en la luz artificial... putos imbéciles. Insistieron un rato y yo les acabé diciendo que no venía sola y señalé a mis amigos con la cabeza.

—¿Pero vas a poder con tantos tú sola? —me preguntó uno.

Por suerte después me dejaron en paz. En fin. Que no está siendo mi noche, precisamente; que ya son las tres de la mañana y no parece que esto vaya a mejorar.

—¿Estás mosqueada, Rai? —pregunta Isaac, cuando mi silencio empieza a notarse un poco. Tras acabarse la cerveza ha cogido la botella de la que estaba bebiendo Jonathan... lo menos higiénico que se puede una imaginar.

Jonathan ha desviado la atención hacia mí para mirarme también, pero Salva ni eso. El tío está más pendiente de su teléfono móvil que de cualquier otra cosa que suceda a su alrededor. Tras la cita con Darío el miércoles, esa que acabó con su viaje a urgencias y el fin de la era del pendiente en el pezón que los dos nos hicimos juntos... No sé si ahora los dos son novios o qué, pero desde luego la relación se ha consolidado.

No pueden dejar de hablar por WhatsApp y Salva está tan enganchado que andar con él al lado significa vigilar constantemente que no se golpee la cabeza contra todos los postes que aparecen en su camino por estar pendiente del próximo mensaje. Y, aún sin pendiente en pezón y con algún que otro chichón provocado por los golpes que sí se ha dado, Salva es feliz. Exageradamente feliz.

Tan feliz que no me hace ni caso.

—Eso, estás un poco callada —añade Jonathan, pero yo no respondo—. Joder, odio cuando las tías hacéis eso.

Vale. Ahora sí que voy a responder.

—¿Cuándo las tías hacemos qué?

—Pues cuando vais de dignas —sigue hablando Jonathan—. Cuando es evidente que os pasa algo, pero os negáis a decirlo.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora