1. DARÍO

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🎵 Me duele la cara de ser tan guapo- Los Inhumanos 🎵

Wa shubi dubi du

La ropa está extendida encima de mi cama deshecha: una camisa blanca con el cuello un poco abierto, los vaqueros negros con las rodillas agujereadas y el pañuelo anaranjado que me pondré solo si encuentro el valor. Yo camino en calzoncillos por toda la habitación bebiendo un trago tras otro de vino. Y mientras tanto: Wa shubi dubi du, Wa shubi dubi du waa waa. Esta canción me recuerda a mamá, a aquella vez en la que, en mitad de la noche, me desvelé y fui a la cocina a por un vaso de leche y la encontré a las seis de la mañana bailando mientras preparaba el desayuno. Yo era solo un niño, pero verla así: tan alegre, tan tranquila, con una libertad propia de quien disfruta de su soledad... me hizo feliz a mí también, casi como si hubiera presenciado un milagro. Y así lo siento aún, como si esta canción fuese un milagro que solo compartimos ella y yo.

Doy un nuevo trago de vino amorrando directamente de la botella que agarro por el cuello y me inclino frente al espejo de la habitación para mirarme a mí mismo a los ojos y decir:

Me duele la cara de ser tan guapo —y otra vez—, me duele la cara de ser tan guapo... —y lo repito tantas veces que las palabras han dejado de tener sentido y siento ganas de peinarme un tupé y ponerme una chaqueta de cuero.

Sigo cantando mientras voy dando saltos hasta la cama para ponerme los pantalones y la camisa, Wa shubi dubi du wa.

Al espejo me miré y me excité mogollón —canto de nuevo frente al espejo abotonándome la camisa y bebiendo al mismo tiempo (de milagro no me mancho).

El tiempo avanza así, en una coreografía improvisada hasta que el teléfono interrumpe mi música para sonar descontroladamente. Son cerca de la una y media de la mañana. Doy un nuevo trago a la botella antes de poner el IPhone en manos libres y escuchar a Pelayo al otro lado de la línea.

—¿Estás seguro de que no nos meteremos en un lío? —pregunta, sonando a una mezcla entre asustado y compungido y haciéndome sonreír (porque hoy estoy de muy buen humor).

—Seguro —respondo, alargando la o del final hasta el infinito.

—¿Has bebido? —pregunta.

Wa shubi dubi du —canturreo a modo de respuesta—. De verdad, tío, ni te ralles. Tú ponte guapo y vente a mi casa enseguida. Juro que tenemos los carnés falsos más auténticos que se han fabricado jamás.

—Bueno, casi cuatrocientos pavos nos hemos gastado en ellos... —comenta Pelayo.

—El dinero es una construcción social, colega —replico yo.

—Ja. Ja. Ja. Porque no pagas tú —suspira él—. En fin, ya sabes lo que dice mi padre, si tienes que delinquir por lo menos que no te pillen.

Viniendo de un hombre que estafa a Hacienda sistemáticamente, me tocará creerle.

—Amén —confirmo—. ¿Te has vestido ya?

—Sí, sí. Ya estoy fuera de casa y todo esperando el Uber —dice Pelayo —. Pero, joder, tío, estoy súper rallado. ¿Y si nos encontramos a alguien de clase? ¿O a algún conocido de nuestros padres?

—¡¿A quién vas a encontrarte en una discoteca como Desengaño?! —exclamo—. De verdad, tío, deja de darle vueltas a todo ya.

—En fin —resopla—. Ya da igual. Me subo ya al Uber, Darío. En cinco minutos estoy en tu casa.

—Okay —digo antes de colgarle. La música vuelve a sonar invadiendo mi habitación, pero ya no crea el mismo efecto en mí.

Me termino la botella y me pongo los zapatos para salir de la habitación. Pelayo y yo llevamos meses planificando esta noche: conseguir carnés falsos con los que ocultar que acabamos de cumplir los diecisiete años es difícil, desde luego, y convencer a mi amigo de hacer cualquier cosa que le parezca moralmente reprochable, lo es todavía más. En mi clase casi todo el mundo tiene un carné de identidad falso y el resto no los necesita porque su apellido les permite meterse en cualquier discoteca tengan la edad que tengan. Pero nosotros no queríamos ir a ninguna discoteca con la gente de clase porque ya tenemos suficiente con aguantarlos en el instituto.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora