🎵 No diré que es amor- Hércules🎵—¿No entiendes que no voy a poder conquistar a Darío si me obligas a disfrazarme del jodido Scooby-Doo?
Faltan unas horas para la fiesta de Halloween y aquí estoy, tumbado en la cama de mi habitación y con Raisa encima de mí en una postura imposible pintándome la cara de marrón claro.
—Fue una decisión colectiva, Salva. A todos os pareció buena idea —murmura mi amiga restregándome una cera marrón por los mofletes.
—Claro, como tú vas vestida de la buenorra de Daphne... —me quejo, aunque sé que nada me librará de mi destino. Mi amiga pone los ojos en blanco y sigue pintando.
Raisa ha aparecido en casa hace un rato vestido con un impecable conjunto morado y una peluca de color naranja que consiguió en un bazar y debe llevar tiempo esperando a ponerse. Así que ella es Daphne, por supuesto. Mis dos amigos están ya en el garaje abandonado del tío de Jonathan y a los dos les han tocado personajes mucho mejores que el mío.
—De verdad que habría preferido ser Vilma, que seguro que su falda me habría hecho unas piernas preciosas —sigo quejándome.
—Tío o te callas o te clavo la cera en el ojo —me amenaza Raisa, escondiendo una risotada.
—No me callo, no. ¡Jonathan debería haber sido Scooby y no yo! ¡Él es literalmente un perro gigante! —exclamo, también aguantándome las ganas de reír.
Y Raisa intenta no decir nada mientras sus brazos están temblando de las ganas que estallar en carcajadas y yo la tengo tan a huevo que no aguanto más y alargo el brazo a su axila para hacerle cosquillas.
—¡Salva! —se queja—. Salva, no inicies una guerra que no puedes ganar.
La chica coge la cera que estaba utilizando con la punta de la boca y se abalanza sobre mí para tratar también de hacerme cosquillas. Pero yo estoy en una posición de clara ventaja y tardo unos segundos en hacerme con el control de la situación de modo que la chica flaquea por completo y cae encima de mí. Por el camino, su peluca naranja se ha desprendido del todo, dejando al descubierto una melena negra y larga que me hace cosquillas también en la punta de la nariz.
Los dos seguimos mirándonos y riendo, en un esfuerzo por recuperar el aliento cuando me sobresalta un ruido sordo. Muevo la cabeza para volverme hacia la puerta de la habitación que se ha abierto. Por ella asoma la cabeza mi madre. Supongo que la mujer acaba de llegar del trabajo porque aún va vestida con el uniforme del Supermercado.
—Yo... —balbucea—. Solo quería despedirme de ti, hijo, que sé que luego tienes la fiesta de disfraces —mira a Raisa antes de seguir hablando—. Tú vas también, ¿no, cielo?
Al girarme a ver a mi amiga me doy cuenta de que ya se ha incorporado encima de la cama y tiene los mofletes completamente rojos.
—Sí, sí, yo también voy —se apresura a responder.
—Estupendo —dice mamá rascándose la nuca—. Pues, nada, pasadlo muy bien. Juanjo saldrá también.
—Bueno, no es que nos movamos con la misma gente— murmuro.
—Ya. Ya lo sé, pero por si acaso pues te lo comentaba, hijo, que te lo tomas todo como un ataque... Tu padre llegará muy tarde del trabajo así que intenta no despertarle cuando vuelvas... Y nada, nos vemos mañana.
—Adiós, mamá —termino zanjando la conversación. La mujer se despide un poco con la mano antes de desaparecer finalmente tras la puerta.
Cuando se va yo me incorporo también en la cama, con los hombros caídos.
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Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICO
DragosteDARÍO tiene dieciséis años, estudia en el instituto privado más elitista de Valencia y (casi) todos sus amigos se llaman Cayetano. Una noche, Darío se cuela en una discoteca y tiene un encuentro con Salva... o más bien, un reencuentro. SALVA también...