30. RAISA

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🎵 Sometimes the going gets a little tough- FINN 🎵

—¿Le has mandado un mensaje a Salva? —le pregunto a Isaac.

Él, Jonathan y yo llevamos ya diez minutos esperándolo en el skatepark y estoy empezando a preocuparme por si nos está dando plantón otra vez.

—Que sí, princesa, que me ha dicho que iba a venir —responde mi amigo.

Suspiro.

Desde que Salva salió del hospital no ha parecido él mismo. Quiero decir, sé que es normal, que al final Darío cortó con él hace muy poco y eso le ha afectado más de lo que podría haber imaginado. Pero, joder, hace que me arrepienta aún más de haberle dicho lo que sentía por él.

Ayer estuve hablando de eso con Isaac: de mi confesión, del beso que le di, de lo que pasó después... Mi amigo me dijo con toda la asertividad posible que me había equivocado de momento. Yo la verdad es que no necesitaba que nadie me lo dijera; sé que me equivoqué, pero al menos pude desahogarme un rato. Salva sigue gustándome, claro, pero por encima de todo le quiero como amigo y daría lo que fuera por dejar las cosas como estaban antes.

No está siendo nada fácil acostumbrarse a la nueva normalidad.

Estoy metida en mis pensamientos, golpeando el suelo con la suela de las botas cuando mi amigo aparece con sus muletas y cara de pocos amigos.

—Hola... —murmura. Me da un abrazo corto y le da la mano a Isaac y a Jonathan—. Joder, estoy hasta los cojones de las muletas.

—Siéntate, tío —le dice Isaac señalando el banco con la cabeza—. ¿Cómo lo llevas?

—Pues ahí va pero es un engorro —el chico suspira y se deja caer en el banco, con las muletas al lado. Me fijo en la escayola. Al lado de mi dibujo y de las pollas cortesía de Isaac y Jonathan aparece la palabra Amor escrita con tinta roja.

Darío.

Mi amigo mantiene el ceño fruncido y la mirada perdida. Isaac y Jona están a su lado pero el primero le da un trago a una cerveza y el segundo juguetea con su llavero. Yo sé que el plan de reunirnos en un skatepark a comer pipas y reírnos con juegos de palabras encadenadas puede que no sea el más atractivo... pero también le podrían dar un poco más de entusiasmo.

—Perdonad, pero estoy empezando a perder los nervios —digo, finalmente—. ¿Vamos a estar todo el rato así?

—¿Así cómo? —pregunta Isaac.

—¡Sin hablarnos! Madre mía, está claro que nos pasa algo, pues vamos a solucionarlo como las personas civilizadas que somos...

Los chicos se miran entre ellos, como si ninguno quisiera empezar y yo hago acopio de toda mi paciencia.

—Lo siento —dice Salva finalmente—. Sé que llevo unos días insoportable y que no he respondido a ningún mensaje... —se vuelve para mirar a Jonathan—. Se me han juntado muchas cosas. Lo de Darío... lo tuyo, reina, que me petaste la puta cabeza—me mira a mí—, y, bueno, luego lo de los gilipollas de Rafa y Luis y estos y después el accidente. No sé quién coño ha estado haciendo vudú conmigo pero se ha cebado pero bien.

—¿Qué es lo de Rafa y Luís? —pregunto, dándome cuenta de que todos mis amigos saben algo que yo desconozco.

—Pues que el otro día... el lunes, pues que me fui a patinar solo, por la noche...

—¿El día del accidente? —pregunto otra vez.

—Sí. Me fui a dar un paseo con el skate y me los encontré. Empezaron a meterse conmigo y yo, que estaba ese día especialmente temerario, les respondí a sus insultos de mierda y se cabrearon más y me pegaron —Salva tiene la mirada baja y en su rostro se dibuja la media sonrisa de quien trata de restarle importancia a algo—. Pero apareció Jonathan y me defendió antes de que acabase con la cara como un mosaico...

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora