6. SALVA

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🎵 boys will be bugs- cavetown 🎵

—La verdad es que te ha quedado impresionante —suspiro, cuando Raisa termina de rellenar la frase de Rebeldes por encima de los cuerpos de los dos muchachos.

Tras la biblioteca, el sol emerge tiñendo el ambiente de amarillos y cálidos naranjas. Estos colores combinan a la perfección con el fuego del grafiti y uno tiene la sensación de que con solo alargar el brazo podría entrar a formar parte de la escena que representa.

Es mágico. Como todo lo que hace mi amiga, a decir verdad.

—Sí, estoy contenta —comenta Raisa dejando los botes de pintura en el suelo y haciendo moviendo sus hombros de una manera rítmica y circular —. Y tengo que admitir una cosa: sí que parece que Johnny y Ponyboy estén enamorados.

Yo amplío mi sonrisa y me acerco a ella, abrazando su cuerpo y apoyando mi cabeza en su hombro, imitando la postura de los chicos del grafiti.

—¡¿Verdad que sí?! —pregunto.

Pero Raisa no responde y tampoco se mueve, y como empieza a molestarme el roce de su cabello rizado y sudoroso por el esfuerzo, me aparto de ella.

—Espero que a los de la biblioteca también les guste... —balbuce ella, empezando a recoger sus cosas y guardando los botes de pintura en la mochila —. Me dijeron que les enviase un mensaje cuando acabase... y también cuando recibiese el pago... voy a ver si ya está.

Raisa parece distraída mirando su teléfono móvil y a mi se me cae el mundo encima al comprobar que todavía son las siete de la mañana y que en una circunstancia normal aún seguiría en la cama una hora más, tan ricamente. Por otro lado, si esperásemos un poco quizás podría ver a Darío llegar a su instituto... que está muy cerca de la biblioteca. ¿Llegará andando o en coche? Quizás montado en un carruaje de caballos blancos... Nada parece demasiado exagerado si lleva su nombre.

—Aún me da tiempo a pasar por casa y asearme un poco antes de clase —suspira, recogiendo la mochila del suelo.

Yo me acerco para caminar a su lado y dejo escapar un bostezo.

—Gracias por acompañarme, Salva, que no te he dicho nada y te has pegado un buen madrugón por mí— dice Raisa mirándome con detenimiento y frunciendo un poco el ceño—. Has dormido algo por lo menos, ¿no?

Me rasco la nuca antes de responder:

—Sí, no te preocupes. ¿Puedo ir a tu casa a lavarme la cara yo también antes de clase?

—Claro —responde mi amiga ya sonriente—. Venga, vámonos.

Mi amiga hace una última foto a su obra, para Instagram, y los dos emprendemos el camino hacia el bus que deberemos coger para volver al barrio.

—Espera —interrumpe Raisa, frenándose en seco, al ver una pintada en la esquina final de la biblioteca y haciendo que yo maldiga en voz baja—. ¡Joder, Salva! ¿Qué es esto? ¿Amor? ¿Esto lo has pintado tú?

Escondo las manos tras mi espalda como si así pudiese borrar la culpabilidad de mi rostro. Yo ya no me dedico a pintar grafitis, pero sigue siendo para mí como montar en bici. Pasan los años y toda mi experiencia anterior me hace capaz de dejar mi firma en un tiempo record. Bajo la mirada y me miro las puntas de los pies mientras Raisa sigue frunciendo el ceño ante la pintada y enfureciéndose por momentos.

—¡Mierda, Salva! ¡Que me van a echar la bronca por tu culpa! —exclama.

—Eso no es verdad, tía, que podría haberlo pintado cualquiera y tú no tienes culpa de nada —me excuso, porque ya me parece que mi amiga está empezando a exagerar.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora