Capítulo XXIV

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- Oye, espera - Gritó el Chapulín. - ¿A dónde vamos?

El detective no hacía caso de las palabras de Alexis, estaba más preocupado por salir del lugar, e ir tras los secuestradores de Maruja. Caminaba girando su cabeza a todos lados, desesperado, tratando de encontrar un medio de transporte.

- Necesitamos movernos rápido, antes de que la muevan. - le dijo al Chapulín. - Sé a donde la llevan, pero tenemos que darnos prisa, antes de que la cambien de lugar; porque entonces ya no la vamos a encontrar.

Siguieron corriendo un par de cuadras, hasta llegar a la intersección de una avenida. Los marucheros se encontraban parando carros para atravesarlos*. Solo uno traía arma, apuntaba a los choferes para que se detuvieran, mientras los demás despojaban al conductor de su coche, y acomodaban el vehículo.

El detective disparó dos veces al aire, los delincuentes se intimidaron. Algunos salieron huyendo. Pero el que tenía el arma apuntó al agente, y comenzó a disparar por instinto. Sin ver, con los ojos cerrados, disparando sin ton ni son, dañando los cristales de algunos coches; mientras los presentes gritaban y corrían a ponerse a salvo, el maruchero se terminó el cargador. Miedoso, seguía presionando el gatillo, sin atinar a abrir los ojos.

- Ya te cargó la chingada, wey. - dijo el detective, mientras ponía la punta de su pistola en la cabeza del maruchero.

- No, espera... ¿Qué haces? - preguntó el Chapulín.

El maruchero comenzó a llorar, al mismo tiempo que gritaba desesperado por su vida. Insultándolo, el detective le dio una patada en el trasero.

- Ya llégale, pinche marica. ¿No qué muy machito, cabrón? Órale, a chingar su madre. - el maruchero salió huyendo, y el agente se volvió hacía el Chapulín. - ¿Y tú que me ves, wey? No le iba a disparar, solo quería asustarlo... No soy un puto asesino, pero estes weyes... andan viendo sus pinches películas y series de narcos, y ya se creen El Señor de los Cielos. Andan bien creídos, espantando a la gente de bien, pero cuando la ven de cerca, ahí los ves chillando, y meándose en los pantalones... ¡órale, ya súbete al pinche carro!

Sorprendido, el Chapulín ingreso al coche. El detective lo puso en marcha, y ambos continuaron su camino.

El agente seguía hablando, pero Alexis no le ponía atención. Intentaba asimilar lo que había ocurrido. Estaba sentado en un coche robado, junto a un hombre con severos problemas para controlar la ira, había presenciado dos balaceras, golpeado a varios delincuentes - algunos sin duda terminaron gravemente heridos. Y para colmo, no tenía noticias de Molina y el "Profesor Inventillo".

- ¿Me estás escuchando? - preguntó el detective. - Te digo que a veces hay que meterles un susto, para que sepan que la cosa va en serio...

- ¿A dónde vamos? - interrumpió el Chapulín.

- Hay una casa de seguridad en una brecha, rumbo a la salida a San Fernando. No estoy seguro, pero pienso que ahí la llevan hasta que se calmen las aguas... Pero... ¿Tú quién eres? ¿Y por qué estás disfrazado de diablito?

- Ningún diablito, yo soy... ¡EL CHAPULÍN COLORADO! - Exclamó Alexis tomando una pose de superhéroe.

- No seas mamón. - respondió el detective.

* Los marucheros atraviesan carros para crear tráfico y evitar que las autoridades puedan llegar a los lugares en donde hay balaceras, y así evitar que capturaren a sus jefes.

Chapulín Colorado: El InicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora