Capítulo XXV

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El comandante Rivera llegó al cuarto de interrogatorios. Carrizales ya había terminado de hablar con el Sargento Refugio Pasguato, cruzado de brazos, parado frente al vidrio polarizado, observaba lo que hacía el detenido.

- Ya dijo algo. - preguntó el comandante.

- Nada todavía. ¿Cómo está todo allá afuera?

- De la chingada, hay balaceras, ponchallantas, y carros atravesados por toda la ciudad. Y luego, este cabrón que no quiere hablar... ¿Ya sabe que secuestraron a su novia?

- Aun no le digo, quise darle un momento para irlo trabajando poco a poco... darle algo de miedo.

- Eso no va a funcionar, es un policía, uno de los nuestros. Sabe cómo trabajamos. Quizá sea momento de ser más agresivos. Además, hay un pinche caos allá afuera, no tenemos tiempo para pendejadas.

- Después de usted. - dijo Carrizales haciendo un ademan para señalar la puerta y darle el paso al comandante.

Ambos ingresaron a la sala de interrogatorios. El sargento, con semblante de angustia, observó como se postraron frente a él. Miraba fijamente al comandante a los ojos, como esperando se compadeciera y abogara para que lo dejaran libre.

Luego de un breve silencio, el comandante rompió el hielo.

- Si quieres que te ayude, necesitas decirme la verdad. - comentó el comandante, interpretando la mirada del sargento. - ¿Por qué robaste esos expedientes?

De nuevo el silencio, Refugio no sabía que responder.

- Estás en problemas, wey. - dijo Carrizales. - Necesitas comenzar a cooperar, porque tu amigo no te va a venir a salvar. Es más, ni siquiera se ha parado en la comandancia. Se enteró de este pedo, y se desapareció.

- ¿Por qué lo hiciste Refugio? Si tú eres un buen elemento, llevas más de 10 años en servicio, y nunca habías dado problemas... Dime algo, para poderte ayudar, ¿te amenazaron?

 - Intentaba ayudar a un amigo, usted sabe lo difícil que ha sido para el detective desde que murió su esposa... - dijo el sargento con voz quebrada. – No ha sido el mismo desde entonces.

- Sí, pero esa no era la forma... – comentó el comandante.

- ¿Acaso crees que soy pendejo? - interrumpió el agente. - Sabías bien que lo que estabas haciendo era ilegal, por muchas buenas intenciones que tuvieras es un delito. Nadie arriesga su pellejo de esa manera nada más por ser un buen amigo, ¿Qué te ofrecieron? ¿Cuánta lana te dieron por esos archivos?

Carrizales había perdido el control, estaba levantando la voz, casi gritando. Golpeando la mesa, intentando que Regio reaccionara, añadió:

- ¡Contesta cabrón! ¿Quién te pago? ¿Los Zetas? ¿El CDG? ¿Quién?

Sin saber cómo contestar, intimidado por la actitud del agente, el sargento permanecía con la cabeza baja, sus ojos rojos, humedecidos, parpadeaban tratando de asimilar la situación.
Justo cuando la situación estaba poniéndose física, la puerta se abrió de golpe.

- ¿Qué está pasando aquí? Agente, suelte a mi cliente.

- ¡Licenciado! - exclamó el comandante.

- Buenos días comandante, ¿Quiere usted explicarme porque estoy en la sala de interrogatorios, cuando debería estar en mi despacho leyendo los encabezados, disfrutando una taza de un buen descafeinado? ¡Agente le pedí que lo soltara!

- Este oficial robo documentos de una investigación federal. - respondió Carrizales.

- Tal vez, pero eso no le da derecho a tratarlo de esa manera, si no quiere una demanda de la CNDH, le aconsejo que lo suelte ahora.

El comandante asintió con la cabeza, y el agente no tuvo opción. Lentamente, fue soltando al sargento.

- Dígame, ¿Por qué la fiscalía está interesada en este caso? Si usted lo representa, ¿No se convierte en un conflicto de interés?

- Para empezar comandante, es uno de los nuestros, y por consiguiente el caso se debió haber turnado al departamento de asuntos internos, no pueden interrogarlo. Usted sabe muy bien, que por procedimiento el sargento debería tener 3 días de arresto, mientras el juez revisa su caso y se determina si sale bajo palabra pagando una fianza. Después de eso, una suspensión indeterminada, hasta que termine la investigación.

- Pero ¿Qué pasa con el conflicto de interés? Usted es miembro de la fiscalía, licenciado. - refunfuñó el agente.

- ¡Oficial! – exclamó el licenciado. - Saque por favor al sargento, y llévelo a los separos. Qué por favor no lo mezclen con los demás detenidos.

Un oficial ingresó a la sala, ayudó al sargento a ponerse de pie. Acto seguido, lo tomó del brazo, y lo escoltó afuera, ante la mirada atónita del agente especial Carrizales.

- Escúcheme bien, Refugio Pazguato es un oficial con una carpeta de servicio impecable, y una reputación intachable. Con el mayor porcentaje de arrestos, y un alto índice de prevención de actos delictivos; ese hombre ha detenido a más sospechosos que nadie... y por si fuera poco, en los últimos 10 años, ha llevado el periódico y una taza de café a mi oficina todas las mañanas, sin falta; hasta que usted lo metió en esta sala de interrogatorios violando su derecho a una averiguación previa. Así que, conflicto de interés o no, es algo que a usted no le importa, si quiere continuar con su investigación para atrapar al Nene, hágalo sin molestar a mi cliente.

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