[9] Croissants.

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Nunca antes había existido tanto ruido en la panadería Dupain-Cheng.

Tom jamás se habría imaginado que además de su hija, tendría a otro torbellino corriendo por su cocina, ni si quiera recordaba que le hubieran asegurado o si quiera pedido el favor de enseñarles a cocinar, solo recuerda que después del picnic que su hija y el pequeño gato tuvieron, Marinette entró gritando: Mañana, serás chef mío y de Chat Noir.

Quizás pensó que era broma, hasta que en esa mañana, después del colegio de Marinette, el rubio llegó totalmente dispuesto a aprender como hacer crosissants, algo un poco... extraño.

No porque fuera extraño que un niño quisiera cocinar sino por la idea que ellos tenían de como se hacían. Apenas habían pasado dos minutos y ellos ya estaban queriendo meter las manos al horno literalmente.

—Si quieren aprender, deben prestar atención —dijo Tom con un volumen adecuado para poder hacer que guardaran silencio, mientras que terminaba de atar el mandil en la espalda de Adrien— ¿Se lavaron las manos?

—Sí, señor —dijeron al unísono.

—Bueno... —suspiró. Los acomodó en la mesa, ellos teniendo que usar una banca para poder alcanzarla— Lo primero que haremos será la masa.

—¡La masa! —exclamó Marinette tomando la bolsa de harina.

—No, dame eso, Marinette —ordenó su padre, intentando quitarle la bolsa, sin embargo ella se aferró con fuerza.

Una pequeña competencia surgió, hasta que la bolsa fue rota en dos, la harina cayó al suelo y el humo de esta los cubrió.

Marinette estornudó seguida de Adrien, quien tallaba sus ojitos para poder mirara mejor. Tom suspiró y solo soltó una vaga risa al ver la nariz y la frente de los pequeños cubierta de harina.

—Como decía... primero vamos a tomar un poco de harina, algo como esto —dijo haciéndolo y esperando a que los niños copiaran su acción—, y le haremos una pequeña forma de volcán.

—¿Pero va a hacer erupción? —preguntó Chat Noir temeroso.

—No, no —dijo Tom rápidamente— Es solo la forma que le daremos, y después de eso le haremos un pequeño hueco en el centro, y ahí colocaremos la mantequilla, azúcar y sal, con un poco de agua.

Los niños obedecieron tomando los ingredientes y dejando que el gran maestro de los postres los ayudara a poner la cantidad correcta a cada uno.

—Ahora amasamos, ¿Verdad? —preguntó la azabache.

—Así es, mi amor.

El rubio no tenía ni la menor idea de como hacerlo, así que solo miró a su compañera. Ella movía las manos sobre la masa de una forma peculiar, no le sorprendería si Marinette ya era una experta en cocinar, después de todo vive en una panadería, pero definitivamente estaba algo avergonzado de no poder hacerlo correctamente.

Para su buena o mala suerte, Marinette lo notó. Ella vio ese rostro afligido y esos dedos hundidos en la masa sin hacer movimiento alguno, así que se acercó, chocando hombro a hombro con su amigo y sin ninguna otra doble intención, posó sus manos sobre las de él.

—Solo debes mover la masa de adelante hacia atrás, apretando con los dedos —susurró, ignorando como su padre veía la escena— Así.

El rubio miró a la niña más que a la masa. Ese tipo de contacto físico de mano con mano, rara vez lo tenía con su madre, pero de ahí en fuera, nadie lo habría tomado así.

Bajó la mirada a las manos, a esos dedos entrelazados y cubiertos de la harina y la levadura que Tom ya había colocado.

—¿Entendiste? —preguntó Marinette.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora