[2] Rosas.

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Nueva ciudad, nuevo hogar.

Adrien asomaba su cabeza en el ventanal de su nueva casa, viendo a los niños correr y jugar, muchos de ellos con el uniforme de su colegio, mientras que otros con un helado en mano.

—Por supuesto que no es así —La voz de su padre sonaba en el eco del lugar. Él caminaba de lado a lado con el teléfono en mano— No es posible que ustedes sean tan incompetentes como para atrasar todo este viaje de negocios.

Muchas veces no entendía a que se refería su padre al hablar, pero siempre comprendía la diferencia entre los tonos de voz, las había divido en dos: Amor y enojo.

Aunque usualmente el enojo era el más presente.

—Adrien, cariño, ven —lo llamó su madre— Dejemos a papá hablar en paz.

El pequeño giró su cuerpo y corrió a los brazos de su madre, quien lo cargó en cuánto pudo y juntos subieron las escaleras para llegar a su nueva habitación.

Eso ya era algo de lo que estaba acostumbrado. Aún no tenía mucha consciencia de porqué sus padres y él solían cambiarse tan rápido de ciudad, pero sabía que el tiempo era tan corto que hasta ese momento, nunca ha pisado un colegio.

Nathalie se había unido a ellos hace unos meses atrás, solía estudiar, dibujar y entretenerse con ella mientras sus padres trabajaban, pero eso no quitaba que dentro de su pecho creciera el anhelo de conocer más allá de las cuatro paredes en las que siempre se mantenía.

Por eso su madre lo cargaba en brazos en ese momento, porque la mansión era gigantesca a comparación de su pequeño cuerpo, aún temía perderse entre las paredes, o que algún monstruo apareciera debajo de su cama, como leyó en aquel cuento infantil.

Su madre lo bajó al suelo y este corrió hacia sus juguetes, los cuáles la mayoría aún se mantenían en cajas de cartón guardados.

—Estaba pensando, no hemos conocido mucho la ciudad —dijo la mujer sentándose en la gran cama de su hijo, no notando lo húmedo que estaban las almohadas debido a las lágrimas que él soltó la noche anterior— ¿Te gustaría dar un paseo hoy?

—¿Todos juntos? —preguntó con brillo en sus ojos.

—N-No, cielo —susurró con pesar— Tu padre y yo tenemos mucho trabajo que hacer, pero podía decirle a Nathalie que te lleve, ¿Qué piensas?

—Oh.

Bajó su cabeza abrazando uno de sus peluches. No era la primera vez que su madre le ofrecía algo así, ocurrió en varias ciudades antes, siempre era Nathalie quien lo acompañaba, y él deseaba que fuera su madre quien lo hiciera.

—No tengo tantas ganas... —susurró, guardando el peluche de gato de vuelta a su caja— De todas formas, no estaremos aquí mucho tiempo... ¿Verdad?

—Adrien —dijo su nombre con pesar, acercándose a su hijo— Sabes que hacemos lo posible por ser una buena familia, y el trabajo es parte de nuestra vida. ¡Queremos que conozcas el mundo entero!

—Pero yo no quiero conocer el mundo entero —contestó, frunciendo el ceño— Yo quiero hacer amigos, y estar con ustedes.

Emilie soltó un suspiro y abrazó a su hijo, dejando que sus pequeñas manitos apretaran su saco. Entendía el dolor e incluso la falta de comprensión de su único hijo al verse rodeado de aviones, maletas y tan abrumado por los cambios.

A veces estar en una ciudad implicaba dos semanas, otros solo unos días, o como en este caso, solo un mes se mantendrían.

—Emilie. —La puerta se abrió, separándolos— Necesito tu ayuda para tratar con el alcalde Bourgeois y su esposa, no logran comprender en lo absoluto que el tiempo vale oro ¿Puedes venir?

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora