[16] Estaciones.

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Adrien miraba su ventana con pesar. Estaba aburrido de estar en casa, exhausto de escuchar los gritos de su padre y los intentos de su madre de calmarlo.

Sentía que cada minuto pasaba más lento y que las horas se alargaban, ya deseaba que André cantara su típica canción, para indicarle a sus padres que era momento de irse.

Ese día sería un poco distinto. Las fotos del día anterior salieron tan bien, que su padre no dudó un solo segundo en regalarle a su hijo una salida al parque con aquella azabache, hasta parecía que había olvidado por completo la mordida que le dio.

Lo único que le daba vueltas en su cabecita es que había mucho calor, usualmente siempre se mantenía fresco y limpio, encerrado en su habitación sin una gota de sudor, pero desde que su amistad con Marinette fue creciendo, el estar limpio ya no era algo que experimentaba.

Golpeó el cristal de la ventana dos veces, intentando recordar que tanto faltaba para que Mayo acabara. Una vez su madre le había contado que las estaciones se dividían en los meses del año, solo sabía que primavera y verano no eran sus estaciones favoritas.

Hacía tanto calor que solo tenía ganas de estar metido en la bañera, pero lo curioso es que al llegar la noche, un fresco aire corría por la ciudad, y él no había tenido la oportunidad de vivirlo por completo.

Pero gracias a su buen comportamiento en su sesión de fotos, esa noche sería su noche.

El cántico de André comenzó a sonar. Dio brincos de emoción y abrió la puerta sin miramiento alguna, él ya estaba preparado desde hacía horas con su común traje negro, de esa forma no perdería tiempo.

—¡Es hora! —le gritó a su guardaespaldas— ¡Marinette debe estar esperando!

Gorila asintió y tomando su mano, salieron de la gran mansión, irían caminando, después de todo, no estaba tan lejos.

Él daba brincos al avanzar, aún siendo bastante lento a comparación de los grandes pasos que su guardaespaldas daba.

Las parejas caminaban por el parque con un helado en mano, los niños correteaban con sus mascotas, los viejitos alimentaban a los pichones del lugar junto al señor Ramier. Mientras tanto, Chat Noir solo buscaba una cabellera distinta a la de las demás niñas.

Buscaba unos ojos azules que en su imaginación, lo cuidaban por las noches.

—¡Chat Noir! —escuchó su nombre por esa chillante voz— ¡Aquí!

Marinette se había puesto de pie en una de las bancas para aparentar más altura y capturar mejor si mirada. El pequeño rubio no dudo un segundo en soltar la mano de su guardaespaldas para salir corriendo con su amiga y abrazarla en cuánto tuvo oportunidad.

La cercanía que tenían era cada vez mayor, cada vez más segura y cada vez más íntima. Se miraron con ternura, sabiendo que los momentos que pasarían a partir de ese abrazo, los guardarían en lo profundo de su corazón.

—Luces... rojo —dijo Marinette, riendo en bajito— ¿No tienes calor? ¿Por qué no te quitas si quiera la máscara?

—Es que papá me dijo que nadie debe verme —susurró con pesar— ¡Pero no importa! ¡Porque yo amo ser el valiente y poderoso Chat Noir!

Marinette carcajeó, mirando el resto del parque, sus ojos se iluminaron y lo tomó de la mano.

—¡Ya sé! ¡Vamos por un helado de André! —exclamó— ¡Así te refrescas!

El guardaespaldas apenas iba a ir a alcanzarlos a la banca, cuando de un momento a otro ya estaban corriendo en dirección opuesta.

Había una pareja mucho más grande enfrente de ellos, estaban recibiendo las mágicas palabras del heladero que pronto ellos también recibirían. Marinette ya había probado los helados algunas veces anteriores con sus padres, pero nunca con alguien más, y por el contrario estaba Adrien, quien no tenía la menor idea de que tantos sabores tendría.

En cuánto la pareja anterior se despidió, André se giró al ver a los pequeños con una sonrisa de lado.

—Vaya, vaya, pero veamos que tenemos aquí —canturreó— La pequeña Marinette y el héroe de la vez pasada.

—¿Héroe de la vez pasada? —preguntó Marinette.

Oh, oh.

No quería que Marinette se enterara del baile y trucos que tuvo que hacer con tal de conseguir una rosa.

—¡Debe estar confundiéndome! —exclamó el pequeño rápidamente— ¡Yo soy otro Chat Noir! ¡Otro muy distinto! ¡Es la primera vez que lo veo!

El hombre carcajeó.

—De acuerdo, entonces dígame señor otro Chat Noir distinto, ¿Qué lo ha traído a mis helados?

—Ella —señaló a su amiga.

—Queremos un helado para compartir —pidió la azabache alzándose de puntitas— ¡Del sabor más delicioso que tenga! Que con este calor, mírelo, mi pobre amigo va a desmayarse.

—Ya veo que sí —susurró— Bueno, pues es primavera y los helados son más mágicos.

—¿Qué tiene que ver con que sea primavera? —preguntó el rubio interesado.

—Oh, pues tiene mucho que ver —sonrió, comenzando a revisar los conos de helados— Las estaciones del año son la magia del universo —dijo— ¿No les parece curioso cómo solo en primavera y verano hay sol y calor? ¿O cómo en otoño e invierno hay frío y hojas cayendo? Las estaciones marcan etapas en la vida de las personas.

Tomó un cono de helado y enterró su cuchara en uno de los recipientes de helado.

—Las estaciones son controladas por la naturaleza, aquella mágica parte de la naturaleza que no conocemos —relató— Díganme, ¿Quién creó el invierno? ¿Quién creó la primavera? Escucharán muchas respuestas científicas, otras espirituales, pero yo prefiero creer en lo inexplicable. Un buen helado se disfruta mejor en primavera que en invierno, pero en invierno hay mucha nieve, ¿No es extraño?

Los dos pequeños asintieron.

—Pues la misma vida lo es —les susurró— Menta y zarzamora, para las dos pequeñas almas que siempre se enamoran.

—¿Enamoran? —repitió Chat Noir— ¿Qué es enamorar?

—Algún día lo descubrirás —dijo extendiéndoles el helado.

Marinette se encogió de hombros y fue el rubio quien tomó el helado.

—¡Gracias, André! ¡Hasta luego!

Ambos se alejaron, volviendo a hacer que Gorila girara sobre sus talones.

Tomaron asiento en la banca y comenzaron a disfrutar del maravilloso sabor que aquel curioso hombre había elegido para ambos. Pensaron en sus palabras y lo cuál para ellos aún no tenía mucho sentido, quizás solo los adultos podrían comprenderlo, pero se negaban a creer en eso.

Los niños pueden tanto como los adultos.

—¿Cuál es tu estación favorita? —preguntó Chat Noir.

—El verano, porque hace calor, o la primavera... ¡Porque todo florece! —exclamó— O quizás el otoño, todos los colores son preciosos en esa época, pero también el invierno me inspira mucho y...

—Creo que amas todas las estaciones —dijo su amigo, sonriendo.

—Es posible —contestó, dando otra cucharada a su helado— ¿Qué hay de ti, Chat? ¿Cuál es tú estación favorita?

Invierno, fácilmente podría decir que invierno.

Pero había algo más que nunca había pensado. Así que miró a Marinette por mucho tiempo, con el corazón latiendo despacio pero sintiendo cada latido en lo más profundo de su ser.

Miró el helado, sus manos tocándose y sintió el fresco aire de Primavera en su rostro. Las estaciones iban y venían todo el tiempo, cerrando ciclos, pero la verdad es que él no quería que Marinette fuera una estación más en su vida.

Él deseaba que fuera eterna.

—Primavera —dijo sin titubear— Porque te conocí en esa estación, y deseo con todo mi corazón que estés en todas mis siguientes estaciones, Marinette.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora