Ya era el tercer día en que Adrien, vestido de un gato, visitaba a aquella azabache con gran entusiasmo. La amabilidad en sus ojos se presentaba con orgullo, mientras que la sonrisa no se le borraba.¿Cómo había logrado escapar de sus padres tres días seguidos sin que ellos lo notaran? No tenía la menor idea, pero eso no importaba cuando por fin, podía disfrutar de algo que no fuera efímero como todo en su vida.
Él aún no conocía esa palabra, pero ya estaba consciente de que la mayoría de cosas, personas, y lugares que encontraba o en los que estaba, solo estarían en su vida un corto periodo de tiempo.
Observaba con atención las vueltas y trucos que una Marinette pequeña hacía enfrente de él, imitando y poniendo en práctica lo que se supone que él le había enseñado el día anterior. Debía admitir que ella era muy buena, aunque no conocía la razón, incluso le pasó el pensamiento de que si esa niña era mejor que él, entonces ya no tendría qué enseñarle.
Ella podría aburrirse de él.
—¿Qué tal lo hice? —preguntó Marinette acomodando su cabello hacia atrás de sus orejas— ¡Soy genial, ¿verdad?!
—¡Claro que sí! —chilló él, contento de ver a su amiga reír y acercarse a él— Pero yo también soy un buen maestro, no sabrías todo eso sin mi ayuda, ¿verdad?
—Mhmm —Marinette llevó su dedo índice a su quijada, fingiendo pensar aquella pregunta— Es posible que no, pero cuando ambos estemos completamente listos... ¡Juntos iremos a una misión en equipo!
—¡Sí! ¡Con monstruos y bestias atroces! —gritó él, moviendo su vara enfrente de ella para hacerla tomar guardia— ¡Roawr! ¡Soy una feroz bestia que come princesas que quieren ser caballeros!
—¡Ah! —exclamó la pequeña, totalmente convencida de que eso podía ser verdad, pero a la vez, soltando unas pequeñas risas, dejándose perseguir por Chat Noir.
Bien dicen que a como está tu habitación, es a como está tu mente, y bueno, en ese momento, y una vez más, la habitación de Marinette no era para nada un buen ejemplo del orden.
¿Pero qué indicaba que la habitación de Marinette era un desastre? ¿Acaso que su mente también lo era? Porque eso no era lo que ella pensaba, porque solo era una niña que se divertía.
De hecho, lo terrorífico sería que la habitación de un niño pequeño estuviera muy ordenada, porque eso indicaba que no había espacio para la imaginación. Si la habitación de Marinette era un desastre, con mantas extendidas, almohadas tiradas, pintura regada y migajas de pan, era porque ahí fue la caverna de un misterioso dragón, así como el castillo de una princesa que robaba por lo malvada que era, sin contar que en su momento también fue un pantano donde un villano de agua atacó destrozando los hogares de varios de sus habitantes.
De eso se trataba que un niño tuviera una habitación, y esa era la razón por la cuál Adrien amaba la habitación de Marinette más que la de él. Porque pese al gran espacio que siempre poseyó, y a las miles habitaciones que habitó, ninguna de ellas pudo poseer la magia que la de su amiga sí.
Enredándose con sus pies, la niña de coletas cayó al suelo, haciendo que su cuerpo aplastara el control remoto que encendió la televisión.
Chat Noir soltó un grito, asustándose por el estruendoso ruido que percibió, pero a la vez, se dejó hipnotizar junto a su amiga, ambos en el suelo observando la pantalla.
Él tenía una televisión gigante, más nunca era encendida.
—¡Juego para chicos y grandes! —dijo el hombre de la televisión, mostrando a una gran familia jugando, riendo y disfrutando— ¡Verdad o reto! Nuevo juego de mesa con verdades y retos que no te querrás perder. ¡Llama al número en pantalla! ¡No te pierdas esta oportunidad! ¡Compra ya!
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The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.
FanficEs común que los niños aprendan más de la experiencia que de la teoría. Dirán mentiras sin saber que lo hacen, sentirán tristeza expresándolo en lágrimas y reirán con gozo, dejándose llevar por aquello llamado: felicidad. Chat Noir; decía llamarse a...