[26] Chat Blanc.

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Cuando ayudó a Marinette jamás pensó en el tipo de consecuencias que vendrían a su vida después de aquella inocente obra de teatro.

Ya con esa visita, era la segunda vez que Chat Noir era visto en aquel colegio. Por supuesto, no pasó demasiado tiempo para que Gabriel Agreste pudiera ver en un su correo las fotos de su hijo vestido de ese habitual y curioso traje negro.

Pero eso no fue lo que le sorprendió, en lo absoluto. Lo que le llamó la atención más que todo, fue que justamente no hubo humillaciones, ni comentarios negativos acerca de esa vestimenta, lo malo es que no sabían que se trataba de Adrien Agreste.

En ese caso, había que hacer un cambio.

Si Chat Noir fue conocido y admirado por pequeños e incluso adultos, se encargaría de que todo el mundo supiera que era su hijo quien estaba debajo de ese disfraz, pero obviamente, le daría su propio toque.

La puerta de la habitación fue abierta y observó al pequeño rubio, quien tenía una mueca en su rostro, y no dejaba de verse así mismo.

—Es perfecto —dijo Emilie— Adrien, cielo... ¡Luces divino!

—¿Por qué hicieron esto? —preguntó él de forma inocente, alcanzando a ver su reflejo en uno de los espejos del lugar— ¡¿Dónde está mi verdadero traje?!

—Ese es tu verdadero traje a partir de ahora, Adrien —dijo su padre, con aquella voz firme y grave que le ponía la piel de punta—, o debería decirte; Chat Blanc.

Él tragó saliva.

Volvió a mirarse en el espejo y jugueteó con sus orejas, incluso su cabello había sido pintado de blanco, aunque le aseguraron que una vez se bañara, eso se quitaría, pero eso no dejaba de lado el hecho de que había algo en él que no le gustaba.

Una vez más, su padre se adueñaba de algo de él.

Lo único que tenía y le pertenecía era Chat Noir, realmente no tenía nada más que su propia personalidad cubierta de un traje negro que le daba la confianza de estar con aquella preciosa niña de ojos azules, y sin ella... ¿Qué sentido tenía?

Eran dudas que le comían la cabeza: ¿Qué acaso su padre no lo había humillado frente a su amiga la primera vez que lo encontró en casa de Marinette? ¿Qué no había sido su propio padre quien solo le permitió ver a su amiga siempre y cuando tuviera aquel traje negro que lo cubriera de los fotógrafos?

¿Qué había cambiado? No tenía la menor idea, pero no le gustaba.

—Es hora de la sesión, Adrien —le avisó su padre— Ahora necesito que todos...

—¡No! —exclamó él— ¡No voy a tomarme ninguna foto!

La expresión del diseñador de modas era digna de ser retratada en una película de terror.

—Dije que es hora de la sesión, Adrien.

—Mamá —chilló el pequeño, corriendo a abrazar las piernas de su madre— N-No quiero fotos así, no me gusta cómo me veo.

Emilie miró a su esposo, quien acarició sus sienes exhausto, sobre todo frustrado porque las cosas no estaban saliendo a cómo el quería. Por primera vez, pensó que no tardarían demasiado, pero rápido adivinó que estaba equivocado.

—Mi amor, luces muy lindo —le dijo ella— Es más, estoy seguro que le encantará a Marinette.

El pequeño se alejó un poco, alzando su vista a la mujer frente a él.

—¿Marinette?

—Sí —asintió, ignorando el sentimiento de culpabilidad al mentirle— Escuché que ella una vez dijo que le encantan los gatitos blancos, y mira que tú ahora eres uno. ¡Seguro que amará verte de esta forma!

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora