—Marinette —Alya chasqueó los dedos frente a ella— Niña, te perdiste de nuevo.La chica parpadeó, y soltó una pequeña risa, pasando un mechón por detrás de su cabello.
Otra vez, estaba pensando en él.
—Lo lamento —susurró— ¿Ya acabaron las clases?
—Hace casi diez minutos, desde que el maestro se fue —carcajeó, colocándose su mochila en el hombro— Vamos.
La azabache asintió y terminó de guardar sus cosas para poder seguir los pasos de su amiga. Caminaron por la universidad durante un tiempo, Alya saludaba a casi todos los estudiantes que pasaban, mientras que Marinette piqueteaba su libreta de diseños con sus dedos.
El clima estaba nublado y el aire helado, sabía que debió llevar un suéter, ahora con esos cambios de clima ya no tenía la certeza ni de cuál conjunto de ropa sería el adecuado.
—¿Harás algo hoy? —preguntó Alya.
—Pues seguiré ayudando a mis padres en la panadería.
—¿Otra vez? —preguntó ella— ¿Por qué no salimos hoy?
—No tengo ánimos, Alya —susurró— Además, siempre nos acompañan tus amigos y sabes bien que yo no les agrado.
—¡Sí les agradas! —aseguró— Solo te hace falta hablar más con ellos.
—Prefiero ahorrarme pláticas innecesarias —sonrió—, pero gracias por la invitación. Si quieres, este fin de semana puedes venir a mi casa y hacemos pijamada, tiene tiempo que no hacemos una.
—¿Entonces hoy no?
—Debo ayudar a mis padres —suspiró— Debo esforzarme, yo trabajo, ellos me pagan y así ahorro para poder rentar ese departamento que te dije, me quedará mucho más cerca a la universidad.
—De acuerdo —soltó el aire retenido. Escucharon el sonido de un claxon, ambas chicas voltearon al frente y Alya sonrió contenta— Ya llegó Nino, debo irme, ¿nos vemos luego?
—Claro.
Ambas se dieron un último abrazo, y Marinette observó a su amiga subirse al coche de su novio. Ella suspiró, y comenzó a caminar hacia su casa. El camino era bastante agradable, no importaba si hacía calor o frío, siempre podía disfrutar de la brisa en su cabello y las risas de los pequeños niños que salían del kínder.
No contó los minutos, pero antes de que la lluvia cayera con fuerza, ella ya estaba frente al mostrador con su mandil, un moño despeinado, y una sonrisa sincera, totalmente lista para atender a los clientes.
Sus padres se encontraban en la cocina horneando, mientras que ella se dedicaba a recibir órdenes y cobrarle a los clientes que llegaran. Sonaba de fondo la suave música que haría del lugar uno más cómodo.
Aprovechó la soledad de la panadería, para plasmar sus diseños en su libreta, asegurándose de que los botones se vieran exactamente cómo en su imaginación. Limpió con su meñique el sobrante de lápiz que manchó un poco la hoja y sonrió contenta al ver el resultado.
Entonces, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Esa mañana la había sentido muy distinta a la anterior, de alguna forma, tuvo el pensamiento de que algo cambiaría, y quizás no estaba tan equivocada.
Sus ojos se abrieron con miedo, escuchando ese tono tan peculiar de llamada, que desde hacía ya trece años no escuchaba.
Adrien.
Se acordó de él de forma inmediata.
Sus padres habían ya comprado un teléfono especial para las llamadas que se supone que ella y su amigo tendrían consecutivamente, porque ellos, así cómo ella, tenían la idea de que hablarían tanto que no querría despegarse del aparato.
ESTÁS LEYENDO
The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.
FanficEs común que los niños aprendan más de la experiencia que de la teoría. Dirán mentiras sin saber que lo hacen, sentirán tristeza expresándolo en lágrimas y reirán con gozo, dejándose llevar por aquello llamado: felicidad. Chat Noir; decía llamarse a...