[20] Brazalete de la buena suerte.

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—Pongan todos atención —dijo la maestra caminando de lado a lado— Kim, los plumones no son comestibles.

Marinette miraba la ventana nuevamente, pensando excesivamente en su extraña plática con su amigo el día anterior. Sentía que quizás no había sido muy inteligente al pensar que alejándose a unos metros en la habitación sería lo mismo que separarse de ciudad y posiblemente de país.

Pero igual, pensaba que ella habría hecho lo mismo.

Entonces llegaba la parte en la que no entendía porque los hijos siempre debían hacer todo lo que sus padres quisieran, pero nunca podía ser al revés. ¿A qué se debía?

No es que se quejara, sus padres de hecho eran muy buenos con ella, la amaban con el alma y ella lo sabía, obedecerlos era lo mínimo que podía hacer, aunque también pensaba que después de todo, no es cómo que los hijos tuvieran algún tipo de deuda con los padres, un ejemplo es ella. Marinette no pidió que la cigüeña la trajera.

Adrien también obedecía todo lo que sus padres le ordenaban. ¿Qué diferencia había en que por primera vez él pidiera no irse?

—El día de hoy vamos a divertirnos un poco —volvió a decir su maestra— En esta mesa hay muchos materiales que pueden utilizar a su gusto. Vamos a crear un regalo para una persona especial, pueden ser sus padres, hermanos, amigos o incluso para ustedes mismos.

Marinette se interesó mirando al frente.

Es cierto, había una larga mesa, y muchos materiales. Enfocó sus ojos en la tela, pensando en que podría intentar hacer un corazón de algodón, pero luego vio las pilas de cartulinas de colores pensando en que podría crear una casita para sus muñecas, sin embargo se olvidó de eso al ver las estampas y sobres, podría simplemente hacer una carta para sus padres.

—Tendrán una hora para crear lo que quieran, y así podrán ganarse una estrellita —sonrió la mujer abriendo sus brazos— Así que adelante, vengan a tomar lo que deseen.

Todos los pequeños se pusieron de pie con rapidez, tomando lo más grande o lo más llamativo. Marinette imitó sus movimientos queriendo, pero fue empujada por ellos mismos debido a los bruscos movimientos.

—¡Oye! —se quejó acariciando su brazo.

Intentó volver a acercarse a los pequeños que tocaban y se llevaban todo lo que querían. Frunció sus labios al ver cómo Rosita ya se había llevado las pilas de cartulinas junto a Sabrina.

Bien, no importaba, aún tenía otras opciones. Pese a la idea que tenía era muy buena, no pudo tomar la tela y el algodón debido a que ya estaba en manos de Max.

Suspiró e intentó acercarse nuevamente.

Lo único que le quedaba era aquellas estampas y sobres, y sonrió contenta cuando las tuvo en sus manos. Pero se frustró cuando otra mano se las arrebató.

—Oye... —susurró, mirando a la niña frente a ella— Chloé, yo las tome primero.

—¿Y?

—Que son mías.

—Pues lo siento pero no —dijo, sacándole la lengua— Con esto le haré una carta a mi mamá en New York para que venga a visitarme, y me traiga muchos muchos regalos que tu mami nunca podrá comprar.

—Entonces podemos compartir estampas, solo necesito una —susurró estirando su mano para tomarlas, pero Chloé las alzó, aprovechando la estatura de la azabache— ¡Por favor!

—No —dijo antes de volver a sacarle la lengua y tomar asiento en su lugar.

Marinette se cruzó de brazos, volteando de nuevo a la mesa que ya estaba casi vacía.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora