[17] Piano.

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—No entiendo —susurró Adrien mirando el gran instrumento en su habitación.

—Vas a aprender a tocarlo —dijo su padre— Serás un buen solista. Necesitamos que despiertes aquellas habilidades que aún tienes guardadas, tienes demasiado tiempo libre que deberías aprovecharlo más en actividades que ayuden a tu crecimiento que pasar tiempo con la hija de los panaderos.

¿Qué había pasado con el padre que le permitió quedarse hasta en la noche en el parque solo porque estaba agradecido de que las fotos salieran bien?

El pequeño se acercó con lentitud, sus dedos apenas tocaban el borde del piano sin pararse de puntas. El sillón era enorme a comparación de su cuerpo.

Tocó unas teclas casi con temor, el tamaño del instrumento era aterrador y pese a que en conjunto las teclas del piano creaban una hermosa melodía, individualmente sonaban macabras y oscuras.

—Tú maestro no tarda en llegar, debes seguir todas sus indicaciones y no darme molestias —dijo— No quiero quejas, Adrien. Espero comprendas que esto es por tu bien, cuando crezcas me lo agradecerás.

¿Cuándo crezca? ¿Qué no crece todos los días?

Él alzó la mirada a su padre, de pie de forma tan intimidante que daba miedo incluso verlo a los ojos.

No le molesta aprender cosas nuevas, le molesta tener que ser obligado a hacerlo con la idea de que en un futuro será mejor.

¿Por qué los adultos pensaban más en el futuro que en el presente de sus hijos? No se debería elegir que etapas disfrutar y que otras no.

Quizás sí, crecería como un niño educado y dotado del conocimiento de como tocar el piano, pero posiblemente no tendría el conocimiento de lo que es tener las rodillas raspadas debido a las caídas que tuvo al jugar y divertirse.

—Señor Agreste —llamó Nathalie desde la entrada de la habitación— El alcalde Bourgeois está al teléfono.

—Claro, voy en un segundo —ordenó, para luego girar y ver a su hijo— Súbete al sillón, Adrien.

El pequeño asintió, colocó sus manos en el sillón intentando impulsarse, sin embargo, no pudo hacerlo. Gabriel suspiró y alzó en brazos a su hijo, pues aún lo necesitaba.

—Listo.

—¿Veré a Marinette hoy? —preguntó el rubio con sus ojos suplicantes— ¿Cuánto tardarán estas clases? ¿No puede venir ella?

—La señorita Marinette sí vendrá el día de hoy —avisó— Pero si veo que ella forma parte de tus distracciones tendré que evitar que se sigan viendo, ya sabes que todo está en ti.

—¡No es distracción! —exclamó con rápidez— ¡De verdad, papá! ¡Marinette me ayuda mucho!

—Quiero seguir creyendo en eso, así que bueno... solo queda que esperes a tu instructor, me retiro.

Se dio vuelta, cerró la puerta y dejó al niño en lo solitario de la habitación, quien apenas tuvo oportunidad, corrió a su caja de cartón y se envolvió en aquel traje negro con su máscara.

Si Marinette llegaba a verlo justo cómo la otra vez en su sesión de fotos, sin ninguna máscara que lo proteja, se sentiría expuesto. Él sabe que Marinette nunca podría burlarse de él, pero tenía tanto miedo de que ella soltara las palabras que todos los adultos le repiten día con día.

Ser Chat Noir lo hacía sentir libre de los malos comentarios, además de que aprovechaba a proteger la parte más vulnerable de él.

Cuando la puerta fue abierta, intentó acomodarse nuevamente en el sillón, pensando que ya podría tratarse de su instructor, sin embargo, la sonrisa que se formó en su rostro solo una pequeña la podía causar.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora