[8] Picnic.

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Marinette era conocida por ser la niña a la que debían hablar tres veces para que pudiera despertar. Era la niña a la que sus padres le jalaban los pies para poder arrastrarla fuera de cama y se vistiera para ir al colegio.

Pero era tan curioso como aquella niña tenía algo parecido a un chip en la cabeza que le decía que de lunes a viernes su cuerpo necesitaría un doble esfuerzo para poder ponerse de pie, pero los fines de semana, su energía se desbordaba sola desde las cinco o con suerte, seis de la mañana.

Y justo ese domingo, no era la excepción.

Se había hecho ya sus dos coletas que con el tiempo y ayuda de su madre le quedaban perfectas —a sus ojos, por lo menos—, se visitó con un vestido blanco que le encantaba porque tenía bolsitas y podía ahí meter sus manos al caminar, y sus dos zapatos rosados.

Ahora daba brincos detrás del mostrador, entusiasmada y excitada de poder escuchar la campanita de la panadería y que fuera Chat Noir quien estuviera frente a ella.

—Marinette, cálmate mi vida, seguro no tarde en llegar —dijo su padre, terminando de meter el dinero en la caja registradora.

—¡Es que es un picnic! —chilló— Los picnics son de mañana y si llega tarde ya no será un picnic y todooooo se habrá arruinado —hizo un puchero con sus labios— Más vale que llegue pronto.

Tom miró a su esposa y ambos sonrieron. Era cierto que amaban la energía de su hija, pero no amaban que ella fuera a despertarlos diciéndole que se le hacía tarde para su cita con Adrien.

Claro que aún no entendía el significado de cita.

La campanilla sonó, sus ojos se abrieron al instante en que se asomó por el mostrador, y sonrió alegremente al observar a su amigo, con su habitual traje y su emoción encapsulada detrás de la máscara.

—¡Chat Noir! —gritó Marinette, corriendo hacia su amigo y envolverlo en un fuerte abrazo, sintiendo cómo él no tuvo ni tiempo a reaccionar debido a la exaltación de la chica, quien se alejó en un segundo— ¡Listo, vamos al parque!

—Santo cielo —jadeó Sabine— Adrien, cariño, ¿No tienes calor con ese traje?

—Es que mi padre me prohibió andar como Adrien —susurró— Creo que le avergüenzo...

El matrimonio se miró antes de volver la vista hacia Nathalie, quien acomodó sus lentes y suspiró.

—El señor Agreste cree que es más prudente que el niño porte algo que le guste, y no esté incluida su marca en esta curiosa... amistad —dijo ella— Yo no podré estar con ellos, sin embargo, su guardaespaldas ya lo espera en la limosina, él se encargara de llevarlos al parque, cuidarlos y traerlos con bien antes del medio día. ¿Les parece?

—¿Limosina? —inquirió Tom— ¿Eso no es demasiado?

—¡Papá! —se quejó Marinette, llevando su dedo índice a sus labios— ¡Shhhhh!

Ella en serio quería subirse a una.

—El señor Agreste quiere la protección y comodidad de ambos niños, no se preocupe por eso.

—Oh bueno, entonces... confiamos en ustedes —sonrió Sabine, caminando hasta su hija con la intención de acompañarla hasta la puerta del auto largo y negro que estaba afuera.

—Yo puedo solita —dijo su hija, quitándole de la mano, la canasta de picnic llena de dulces, objetos y decoraciones que todo buen picnic debía tener.

—¿Estás segura? Está algo pesada, Marinette.

Oh sí, ella lo comprobó al sentir como era jalada por su brazo izquierdo hasta casi el piso. Pero entrecerró sus ojos, inflando las mejillas aguantando la respiración y su rostro pronto se puso rojo, pero no le importó. Haciendo un ruido de despedida con sus labios, se giró, intentando soportar el peso de aquella canasta.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora