[4] Gato modelo.

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—Adrien, sonríe más, por favor —dijo aquel hombre que solía acompañarlos en los viajes. El pequeño hizo su mayor esfuerzo, estirando sus labios, pero antes de que el clic de la cámara sonara, soltó un bostezo— No es posible.

Emilie suspiró y acarició sus sienes mientras que Gabriel maldecía por lo bajo. La idea de una sesión de fotos en el aire libre no había sido funcional debido al clima, así que habían optado por estar en esa fría habitación, llena de personas que iban y venían, llena de fotógrafos que se notaba a distancia lo molestos y exhaustos que se encontraban.

—Un descanso —anunció Gabriel. Adrien observó como su padre se acercaba a su madre y susurraba algo en su oído, a lo que ella asentía.

—Adrien, ven cariño —lo llamó.

El rubio bajó con cuidado de aquella escenografía armada, en donde intentarían aparentar que portar la ropa de Gabriel Agreste los hacía sentir en las mismas nubes, pero para él no era así.

Tenía flashes que lo cegaba, muchas voces llamando su nombre diciéndole que hiciera diferentes cosas o poses.

Sonreír era fácil, lo difícil era mantener esa sonrisa.

Estaba cansado, bastante, y era sorprendente debido a lo tranquilo que se mantenía aquel niño en casa. Siempre siguiendo órdenes, calmado y pendiente de que alguno de sus padres necesitara de su ayuda.

Adrien tomó la mano de su madre y juntos caminaron hacia la cocina, donde la mujer sacó una barra de chocolate y la abrió para entregársela a su hijo.

—¿Qué ocurre, Adrien? ¿Por qué estás tan cansado? —le preguntó— Sé que no te gustan las sesiones de fotos, pero sabes que eso hace feliz a tu padre.

El rubio dio un mordisco a su chocolate, y en automático pensó en su amiga, quizás podría guardarle un poco.

—Cielo, te estoy hablando.

El niño soltó un suspiro y permitió disfrutar de lo dulce de aquel chocolate en su boca, pasando la lengua por sus labios para quitar cualquier mancha.

—Necesito que estés muy feliz —dijo Emilie— Imagina que estás en un cielo con esas nubes, que eres un niño que se siente muy cómodo con la ropa que usas.

—Pero está muy ajustada —se quejó.

—Pero eso no debes decirlo. —Cerró sus ojos, recargando sus brazos en una de las mesas de la cocina.

Adrien se sentía muy mal de ver lo preocupada que estaba su mamá, y lo enojado que estaba su padre. Él quería ser un hijo perfecto para ellos.

Él quería ser lo que sus padres quisieran que fuera.

Pero a veces era tan difícil no poder complacer por completo los deseos de ambos, era bastante estresante como vivía bajo adjetivos y nombres que la sociedad le inculcaba, en donde debía aceptar halagos que incluso fueran extraños para un niño de su edad.

El estar en una sesión de fotos no era algo nuevo, era algo de cada semana, o si tenía suficiente suerte, cada dos semanas. Las fotografías tienen un valor especial cuando son auténticas y genuinas, no falsas y planeadas.

Cuando se dio cuenta, Adrien ya había acabado casi todo su chocolate, así que el sobrante, lo envolvió en el papel que tenía el chocolate y lo dejó en una de las sillas.

—¿Ya estás más despierto? —preguntó su madre. Adrien asintió, intentando convencerse de que la ropa no le ajustaba, de que estaba feliz y que era lo suficientemente fuerte para enfrentar a ese montón de personas más.

Tomó la mano de su madre nuevamente, y caminaron hasta llegar a aquella fría habitación, la cuál no era para nada similar a la de Marinette.

Es cierto, era una habitación pequeña pero lo suficientemente grande para dos mentes imaginativas.

The scary little kids [MLB] MAYO MARICHAT.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora