Rodri, joven promesa del fútbol y estudiante universitario de Económicas.
Luna, su compañera de clase. La primera vez que se aleja de su casa. De su lugar seguro.
Unos apuntes.
Una mirada.
Una invitación...
Y todo su mundo acabará patas arriba...
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Mediados de febrero
Viernes. 17.00 de la tarde. Universidad de Almería
Mi última clase de hoy ha terminado hace uno minutos. Hoy voy a casa después de más de un mes sin aparecer por allí. Con la excusa de los exámenes no he tenido que ir, pero, ya no tengo más remedio que hacer acto de presencia. Serán sólo tres días, pero sé que se me van a hacer eternos. Voy a cruzar el vestíbulo para salir por la puerta cuando veo a Rodri en una esquina hablando con un par de chicos.
Joder, que guapo viene hoy. Bueno, todos los días está guapo. Desde el día de la fiesta hablamos más por teléfono y ya no sólo de cosas de clase, sino un poco de nuestra vida también. Incluso nos hemos tomado un par de cafés más. Pero, de ahí no ha pasado.
Camino hacia la puerta. No voy a llamarle la atención si él no me ha visto. Es que me muero de la vergüenza. Pero, él si se ha dado cuenta de que yo estoy pasando a su lado.
- ¡Ei, Luna! -me giro para ver como viene hacia mi y me paro casi llegando a la salida de la facultad- ¿Dónde vas?
-Me voy a mi pueblo. Ya va siendo hora de que mis padres vean que sigo respirando. Mi padre me ha amenazado con desheredarme sino voy este finde -le digo resoplando. Y diciendo la verdad. Siempre me amenaza con lo mismo. Que soy su heredera. Como si mi hermano Diego no existiera vaya.
- ¿Te vas en el autobús?
- Si. El primero que me lleve a la Estación de Autobuses.
- Anda, venga, que ya te llevo yo -me dice él poniéndose la sudadera que lleva en la mano.
- No hace falta, de verdad, el autobús está ahí al lado... -señalo la parada de bus que se ve desde aquí y cuando me giro para mirarlo él tiene uno de sus brazos en la cintura mirándome fijamente.
- ¿Otra vez, Luna? No seas pesada tía, venga, vamos.
Cuando esos ojos marrones me miran como él lo hace ahora es muy difícil decirle que no. Así que asiento porque sé que nos vamos a poner a discutir, y yo, voy a perder. Así que me dejo llevar hacia su coche mientras hablamos de cosas de clase.
Minutos después, y ya montados, Rodri pone rumbo hacia la estación de autobuses. En la radio suenan los últimos éxitos latinos y algunos son para volverse sordo.
- ¿No tienes ganas de ir a tu casa? - giro un poco mi cabeza y aprieto mis labios asintiendo.
- ¿Tanto se me nota, Rodri?
- Te lo noto yo que te conozco.
Una sonrisilla se instala en mi cara y me sube algo de calor por todo el cuerpo sintiendo hasta mis mejillas arder.
- Pues no, no tengo ninguna gana. Es que cada vez que voy allí tengo que soportar a mi padre y sus planes de futuro. Es agobiante.
Me llevo la mano al flequillo quitándomelo de la frente mientras suspiro fastidiada.