Capítulo 4

196 8 7
                                    

—¿Cómo está Marlena? —La rubia puso un cigarrillo sobre sus labios y lo prendió antes de que pudiera darme cuenta. Inhaló el tabaco llenando sus pulmones de este. Odiaba que las personas a mi alrededor fumaran. Odiaba cuando Marlena me quitaba mis cigarrillos, con el fin de poder calmar sus nervios cada vez que no la veía. Odiaba el hecho de que Thomas hubiera empezado a fumar por juntarse conmigo. Así como también Ethan. Yo era el mayor, y terminaba dando el mal ejemplo para luego tratar de cuidarlos.

—¿Qué haces? Deja eso. —Le arranqué el cigarrillo de sus labios llevándolo a los míos.

—¿Qué mierda te pasa, Damiano? Sabes que me cuesta conseguir dinero para comprarlos.

—Dinero tienes, lo mal gastas en esta mierda. —Aspiré el humo y lo largué por mis boca. —Marlena está bien, gracias por preocuparte. —Asintió.

—¿Está comiendo?

—La estoy obligando a hacerlo. —Escupí con vergüenza. No iba a dejarla caer otra vez en la anorexia. Me dolía saber que la estaba forzando a algo que ella no quería, pero no quería perderla antes de tiempo. Entre su falta de apetito también se mezclaban sus olvidos. Las comidas estaban siendo una locura para ella. Podía olvidarse por completo de hacerlo en el día o almorzar dos veces. No había punto medio.

—¿Tienes miedo a que le dé una recaída? —Asentí.

—Está siendo muy difícil para mí, Vic.

—¿No crees que están siendo un poco egoísta, Damiano?

—Sí, lo estoy siendo, pero ella no se da cuenta.

—¿De qué?

—Se confunde con sólo el transcurrir de los minutos. Tiene miedo de perderse. —Le dí una calada al cigarrillo, el cual estaba por consumirse.

—Y tú de perderla. —Levanté la mirada para cruzarme con la celeste. Victoria era una mujer cariñosa. Muy intensa y dramática con sus sentimientos, pero al mismo tiempo muy fría con sus expresiones. Esos ojos podían perforarte la frente con tan sólo mirarla durante unos largos segundos.

—Deja de hablarme así.

—No tengo otra forma de hacerlo. —Era, y aun es, demasiado directa. No tiene reparo en decirte las cosas como son en tu cara. En cierta forma la admiro, pero de la misma forma suele lastimar a veces. Su orgullo no le permite disculparse fácilmente. —Las cosas estarán bien, Dami. Confía en mí. —Confié ciegamente en una promesa que no pudo controlar. Se levantó de la silla y caminó hasta mí. Se colocó en cuclillas frente a mí. Sentí que el mundo desapareció a nuestro alrededor. El tiempo a solas con Vic siempre funcionó distinto. Era una de las razones por las cuáles la amaba. Es la mejor amiga que pude haber pedido nunca. Acarició mis piernas por encima mi pantalón de vestir negro. —Sé que todo esto te hace mal, pero tienes que hablarlo con Marlena. —Sentí mis ojos humedecerse. Inconscientemente traté de calmar las lágrimas que luchaban por salir de mis ojos.

—No puedo, Vic. —Dejé de escuchar a mi alrededor y sólo era sostenido por su mirada. Como fui sostenido muchísimas veces por ella. Era en estos momentos dónde no sentía que me mataría. Que me daba cuenta de ella entendía mis sentimientos. Cuando aquella mirada dura tenía un semblante triste, es cuando sabía que podía derrumbarme con ella sin temer a nada.

—No puedes llorar, Damiano. No puedes guardarte tus emociones. —Tomó mis manos y las apretó. —No voy a dejar que nadie en esta puta cafetería te toque un pelo por llorar. —Y sin soportarlo más rompí en llanto. El delineador en mis ojos se corrió por mis mejillas en minutos. Mi respiración se agitó hasta el punto de sentir que la tristeza e incertidumbre me ahorcarían. Victoria permaneció ahí para mí. Fuerte, resistente, dura. Desde que murió su madre era otra chica. El cáncer no sólo mata, sino que deja huella. La rubia limpió mis mejillas todas las veces que fueron necesarias. Me dijo las palabras que necesitaba escuchar, a su insensible manera, pero lo hizo. Incluso hubo gente que me gritó. Victoria respondió amenazando que les lanzaría la botella de vino tinto que estábamos tomando en ese almuerzo.

Me llevó a su casa. Me dejó quedarme hasta que era el momento de volver a la mía. Incluso Nica nos dejó solos. Su hermana y yo nunca fuimos muy cercanos, pero nos llevamos bien. Sabía que a Vic también le dolía Marlena. No de la misma forma, pero eran inseparables junto a Thomas. El trío imparable de su generación.

Por lo general Marlena era la que trataba de mantener el buen comportamiento, aunque los rubios terminaban por hacerla cómplice y culpable de sus travesuras. Aunque no sé si romper puertas y vandalizar los baños es sólo una travesura.

Desde lo de Marlena no nos habíamos reunido para tocar. Habíamos decidido que era una buena oportunidad para tomarnos una pausa después de "X Factor". Del que nadie tenía noticias era de Ethan, no era nuevo, pero en este contexto nos preocupaba.

—Gracias por todo, Vic. Eres la mejor. —La abracé. Era bastante más alto que ella, Marlena y ella tenían la misma altura aproximadamente.

—No es nada, pesado. Sabes que cuentas conmigo para lo que necesites. —Le sonreí y besé su frente.

—Nos vemos.

—Cuidate, además de cuidarla a Lena. Llámame si me necesitan. —Asentí y me retiré antes de que ella cerrara la puerta de su casa.

Torna a nostra Casa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora