—Chicos, yo...
—Lo sabemos. —La interrumpió Vic. —Damiano nos lo dijo. —Estábamos los cinco reunidos en la casa-estudio que habíamos comprado hace dos meses. La mayoría del tiempo estábamos en nuestras casas cada uno con lo suyo, pero cuando realmente queríamos componer nos reuníamos ahí. Gran desventaja la distancia entre Roma y Lombardia. A los pocos segundos pude escuchar el llanto de Vic. Quién se paró y con lágrimas en sus ojos se sentó sobre su regazo. Con cada pierna a un lado de sus muslos la tomó de las mejillas y la besó. Marlena comenzó a llorar mientras besaba a la rubia. Jamás me había molestado que se besasen. O que tuvieran sexo. Victoria gimoteaba contra sus labios tratando de calmar su llanto. Duró unos largos segundos hasta que se separó para luego abrazarse a ella. Permaneció así unos minutos hasta que poco a poco terminó por volver a su lugar.
Thomas miraba el suelo callado. De alguna manera le dolía más que a Vic, al fin y al cabo eran mejores amigos. Marlena no se atrevía a mirarlo. Ethan en cambio la miraba fijo, era la única persona a la que pudo mirar fijamente durante mucho tiempo. El de pelo largo se levantó de su lugar y se arrodilló frente a la pelirroja. Suspiró y ambos se miraron. Ella le acarició el cabello para luego abrazarlo. Por la diferencia de altura, el torso del chico quedaba a la misma altura que la suya. Acarició y peinó su pelo mientras que escuchaba la respiración agitada del mayor. Esa fue la primera vez que ví llorar a Ethan, me gustaría decir que fue la última.—Quisiera que no te olvidaras de nosotros. —Marlena asintió.
—No quiero olvidarme de todo lo que vivimos, créeme. —Ethan sonrió tratando de no quebrarse. Acto seguido Thomas se paró en busca de su guitarra. Era como un peluche para un niño. Vic no sabía que hacer, sólo me miraba de reojo de vez en cuando para asegurarse de que estuviera bien. Cuando Ethan volvió a su lugar, fue el turno del menor.
—Sé que no lo haces a propósito, idiota, —La pelirroja rió. —pero quiero que sepas que eres lo más importante para mí. Te recordaré todas tus vergüenzas cada vez que las olvides. —Ambos estallaron en una carcajada mientras que nosotros sólo sonreíamos algo incómodos. Thomas no sabía expresarse cómo alguien esperaría, y Marlena no era de hacerlo mucho, así que de alguna manera contrastaban muy bien. El rubio se paró y caminó hasta el centro del circulo formado por los sillones. Mi chica se levantó y lo abrazó descansando su cabeza sobre su pecho. Comenzaba a ser más alto que Ethan y yo; debo aceptar que a día de hoy me da un poco de miedo. Todos volvieron a sus lugares, cuando estábamos en compañía, por lo general no estábamos tan apegados, dejábamos eso más para nuestra intimidad.
—Necesito pedirles un favor. Quiero que me cuenten cada anécdota que hemos tenido.
—Empezaré yo, ya que soy el más querido. —Reí ante el comentario del rubio. —Fue aquella vez que salimos al parque a caminar, porque necesitábamos hablar.
—¿De qué?
—No seas chismosa. —La reprimió.
—De Damiano. —Dijo a mi lado. Yo fruncí el ceño, mirándo a la rubia.
—Necesitaba saber cómo actuar con Damiano. Tardó muchísimo en decirme por qué realmente me estaba pidiendo ayuda. En fin, la parte buena, fue cuando una señora nos vió juntos riéndonos, como dos personas normales. —Hizo una mueca rara que desató nuestras risas. Aquellas expresiones inexplicables de Thomas. —Y una señora nos dijo que si podíamos cuidar a su hija por media hora. La niña era buena, pero no estábamos para cuidar niño claramente.
—¿Cómo se llamaba?
—Dianara. Tenía un nombre precioso. —Mi Marlena amaba aquél nombre, y ¿cómo no enamorarme de él yo también? Dianara siempre fue mi nombre favorito en el mundo de ahí en adelante. Al igual que el de mi ángel.
—La historia termina con nosotros en la comisaría a las once de la noche aun con la niña. Su madre nunca volvió.
—¿Supieron algo de la niña?
ŽSupestamente durmió en la comisaría y su madre la pasó a buscar a la mañana siguiente. —Sonreí.
—¿Quién quiere seguir?
—Ethan, cuenta algo de nosotros en el campo. —Sonrió.
—Bueno, teníamos unos trece y once respectivamente más o menos. El punto es que a Marlena se le ocurrió la genial idea de liberar a todas las gallinas. Por supuesto mi tía, la mamá de Lena, nos lo tenía más que prohibido hacer eso. Entre todas esas gallinas había un par de pollitos. Yo tenía uno llamado Arlo, al que distinguía de los demás pollitos porque tenía una patita medio mal.
—Era rengo. —Interrumpió Marlena haciéndonos reír a todos a carcajadas. Ethan negó con una sonrisa antes de seguir la historia.
—El punto es que mi padre andaba con su rifle durante las tardes buscando una madriguera de zorros que nos estaba comiendo el ganado. Con tan mala suerte de que esa mañana uno de los zorros había salido. El zorro encontró las gallinas y pollitos que Lena había soltado y se los comió. No todos, pero la gran mayoría y, por supuesto, se comió a Arlo. —La casa estaba inundada de risas, incluso de Ethan. Quién sé, por Marlena, que aquel día el de pelo largo lloró mucho. Incluso tardó años en perdonarla. Hubiera sido divertido ser primo de mi ángel, pero no podría haber estado con ella, así que mejor así. Una vez que las aguas se calmaron la pelirroja habló.
—Falta tu anécdota, Vic. —La rubia sonrió de manera picara, como cada vez que tenía un buen plan en mente.
—¿Recuerdas cómo fue tu primera vez, Lena? —Ella se quedó callada y pensativa durante unos segundos. Todos queríamos salir corriendo de ahí, pero no podíamos.
—Sinceramente no.
—¿Quieres que te lo cuente? —La de ojos café lo pensó por unos segundos antes se contestar.
—Ilumíname, Victoria De Angelis. —Debo admitir que disfruté mucho el relato de la rubia.
No fue difícil imaginar a Marlena de piernas abiertas sobre el lavabo del baño de chicas. Tampoco imaginar a Vic colando sus dedos en su entrada. Ni a pelirroja chupando su clítoris hasta llevarla al orgasmo. Ni a la mayor gimiendo hasta quedar afónica.
Recuerdo no entender las marcas en el cuello de ambas al día siguiente. No me enteré de aquello hasta ese día. En ese momento entendí por qué en esos dos años los tríos habían sido con con la chica de ojos azules.
Marlena amaba el cuerpo de Victoria, así como la rubia el de ella.
ESTÁS LEYENDO
Torna a nostra Casa
CasualeDamiano siempre había considerado a Marlena su musa. Cuando esta comienza a desvanecerse, él hace todo lo posible por salvarla. Incluso si eso conlleva perderse a sí mismo en ello. • Damiano David fanfic. • Historia finalizada. • Esta historia es p...