Desperté con las sábanas vacías, pero impregnadas de su olor. Aun sin poder abrir los ojos extendí mi mano buscándola. Parpadeé un par de veces y observé la habitación en completa oscuridad. Pasé las manos por mi rostro y me senté en la cama. Me puse mi ropa interior y salí de la habitación. La escuché en la cocina.
Caminé hasta ahí y la encontré con sólo su ropa interior sentada en el piso mirando por la ventana. Estaba hecha una bolita contra la pared fría mientras escondía la mitad de su cara en sus brazos cruzados encima de sus rodillas.
—¿No puedes dormir otra vez?
—Algo así. Mi cabeza es la que no me deja más bien. —Dijo sin mirarme. El cabello pelirrojo abrigaga sus hombros hasta un poco de sus pechos.
—¿Quieres un té? —Sabía que para ella era un mimo al alma, siempre se lo ofrecía. Yo amaba el café, pero ofrecerle té era una forma de siempre ofrecerle mi cariño.
—Está bien. —Puse el agua a calentar mientras preparaba las tazas.
—¿Quieres hablar?
—No quiero olvidarte. —Recuerdo cómo mi corazón se estrujó en mi pecho. Fue como si ella misma me hubiera apuñalado, aunque sin intensión. Me quedé callado unos segundos.
—No te mortifiques por eso, no es tu culpa, amor.
—De todas formas lo haré. Olvidaré a todos y todo. —Serví las tazas, mientras me observaba. Sentía su mirada triste sobre mis hombros. Cuando quise darme cuenta sentí sus pechos calientes sobre mi espalda. Sus brazos me rodearon por la cintura y recostó su cabeza sobre mi espalda. Suspiró dejando que su aliento caliente resbalara por mi piel. —Te amo. Mucho.
—Yo te amo más, mi Coraline. —Se separó de mí y le entregué su taza. Volvimos a la cama, cada uno con su taza, cada uno a su lugar en esta. —¿Qué te preocupa?
—No quiero olvidarme de quién soy, no quiero olvidarme de todo lo que he vivido. No quiero olvidarme de tí.
—Lo entiendo.
—Tengo miedo, porque esos recuerdos no vuelven. Simplemente se perderán de mi mente. Caerán de ella. —Una lágrima bajó por su mejilla. La limpié y me miró. Aquellos ojos café podían llenarme de felicidad o derrumbarme con tan sólo encontrarme con ellos. Los amaba.
—Te prometo que estaré ahí siempre para recordarte todo lo que te sea necesario. —Tomé su delgada y delicada mano y la puse sobre mi pecho. —Te prometo de corazón hacerlo siempre, mi vida.
—Gracias, gatito. Creo en tí. —Sonreí. Ella tomó mi mano con la suya libre y la puso sobre su pecho izquierdo también. —Yo te prometo amarte siempre. Sin importar que te olvide, yo te amaré en el fondo de mi corazón.
—Yo también te prometo amarte siempre, aunque me olvides. —Tristemente yo fui él único que cumplió su promesa. Por que después de tantos años aun la amo, no he podido dejar de amarte, Marlena. Aunque te parezca ridículo.
—Quiero poder recordarte siempre, llevarte conmigo. —Sonreí. —Quiero que me tatúes. —Eso me descolocó.
—¿Ahora?
—Ahora. Quiero que me tatues la fecha en la que nos conocimos.
—¿Estás segura, Marle?
—Quiero que me tatues todo lo que pueda recordarme a mí, y tú eres una parte de mí.
—Está bien, iré por la máquina. —Y así lo hice. Quince minutos después estaba tatuándole "12/9/15" justo debajo de la taza de té en su brazo. Se hicieron los cinco de la mañana hasta que nos acostamos nuevamente a dormir.
Se durmió en mi pecho mientras peinaba su melena pelirroja. Se abrazaba a mi espalda como si su vida dependiese de eso, aunque de alguna forma lo hacía. Besé su frente incontables veces para tratar de hacerla sentir en nuestra casa. Aunque ya ningún lugar lo era para ella. Lo supe mucho tiempo después.
Jamas podré expresar lo mucho que extraño dormir desnudo a su lado. No importaba si habíamos hecho el amor antes o no, me hacía sentir protegido en esa desnudez de ambos. Porque cada vez que teníamos relaciones hacíamos el amor, pese a quién le pese. Me da igual si suena muy cliché, o demasiado meloso. Porque meses después me dí cuenta de la diferencia entre el sexo y hacer el amor.
Ahora era yo el que no podía dormir. Pensando en ella, en cuánto tiempo tendría, en cuánto la extrañaría, cuánto me dolería. No tenía idea. Me gustaría viajar en el tiempo y decirle al Damiano de veinte años que nada es cómo lo imagina. Que tendría muchísimo menos tiempo. Que extrañará muchísimo más a Marlena. Que le dolería muchísimo más de lo que había sufrido, y que ese dolor siempre viviría con él.
Quisiera decirte tantas cosas, Marlena, no sólo que te extraño. Ojalá pudiera, mi ángel.
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Torna a nostra Casa
AcakDamiano siempre había considerado a Marlena su musa. Cuando esta comienza a desvanecerse, él hace todo lo posible por salvarla. Incluso si eso conlleva perderse a sí mismo en ello. • Damiano David fanfic. • Historia finalizada. • Esta historia es p...