Capítulo 14

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Observé a la rubia cubrir sus ojos con sus manos, para luego besar su mejilla cariñosamente. Se acercó a su oído antes de susurrarle. Estábamos en mi departamento, Vic había venido a almorzar, claramente no le había dicho a Marlena. Así que la rubia mayor decidió que era una buena idea esconderse y sorprenderla unos minutos más tarde.

¿Quién soy? —La pelirroja no respondió. Fruncí el ceño.

No lo sé. —Dijo seria, más de lo que lo haría si estuviera bromeando. —¿Quién eres? —La mayor rió, algo incredula y destapó sus ojos.

Soy yo, Lena. Antes de que se girase comenzó a besar su cuello, bajando hasta su hombro desnudo. Observé la expresión incómoda y confundida de mi novia. La pelirroja se separó en cuánto pudo y se giró para observarla. Victoria tenía una sonrisa traviesa en los labios, amaba provocar a Marlena. Desde siempre había sabido que ellas dos mantenían una tensión sexual muy fuerte, jamás me importó. Ni siquiera que fueran ex novias. —¿Marlena? Ahora sólo podía ver el rostro confundido de mi mejor amiga. Su sonrisa se iba desvaneciendo poco a poco, cómo la mía.

¿Quién eres? Ese tono, completamente frío, fue la primera vez que lo escuché. Lo he odiado desde ese preciso momento. Vic no reaccionó al principio, sólo rió.

No estoy para chistes, nena, pero te perdono esta.

¿Quién eres? Enfatizó. En ese momento ambos supimos que no era una broma. La ví fruncir el ceño, apretar los labios y sus facciones endurecerse, como si estuviera por gritar y atacar en ese momento. Hasta que se quebró. La tomó de las mejillas y dejó sus lágrimas en caer. Giorgia fue la primera en ser olvidada, y ella le había seguido.

Soy Vic. Dijo con la voz quebrada. —Soy tu amiga, soy tu ex novia, soy... Respiró ondo. —no sé qué soy para tí.

Perdón.

Deja de pedir perdón, Marlena. El culparte y pedir perdón jamás a ayudado.

Ese día fue una mierda. Subí la mirada y la conecté con la suya. Muchas cosas habían cambiado en estos años. Victoria se había cortado el cabello por encima de los hombros y se lo había teñido de castaño claro. —Aun recuerdo cómo me sentía. En algún punto puse su mano sobre mi pecho, para que sintiera mi corazón latir, pero no le importó.

Estaba confundida, Vic. Ella me ignoró y se concentró en peinar el cabello de su hija de dos años que dormía en sus brazos. Había sido un día largo y la niña no había querido separarse de su mamá. Por ende, componer había sido bastante difícil. La pequeña Roxette era tan activa como su madre. La, ahora castaña, se había casado con una chica brasileña hermosa. Aunque bilógicamente Victoria era su madre, Levana no la había portado en su vientre. El único que había decidido no tener hijos era Ethan, pero no me sorprendería que un día de estos nos caiga con la noticia de que su novio y él esperan un bebé. Aunque, sinceramente no lo creo. Teníamos una estricta regla entre los cuatro: nada de cigarrillos cuando hay niños presentes, así que hacía poco más de una hora que todos estábamos muriendo por al menos una calada. Ya no fumo desde hace tiempo, pero de vez en cuando necesito un cigarrillo.

Igual. Creo que ella de alguna forma me lastimó.

¿Y no crees que tal vez ella sufrió más que nosotros?

Era un dolor distinto. Ella olvidó el dolor que tanto le preocupaba.

No olvidó el dolor, olvidó la razón de este.

Como sea.

Cerré los ojos y el recuerdo de Marlena durmiendo sobre mi pecho me golpeó. Habíamos pasado horas hablando Vic. Le conté todo lo que habían vivido juntas, lo que la rubia significaba para ella, y viceversa. Se odió por olvidarla, por lastimarla de esa manera. Odiaba no poder recordarla, saber que su propia historia le estaba siendo revelada por un tercero.

Recuerdo sus lágrimas resbalar por sus mejillas mientras me pedía por favor que la hiciera recordar. Creo que nunca la había visto gritar de una manera tan desgarradora como aquella, se enredaba con sus propias palabras, se abrumaba con las mismas y sus pensamientos la mareaban.

Ella había sido su primer amor, su primer beso, su primera relación sexual. Victoria significó un principio para ella, además de una parte de su vida. Uno de sus peores miedos estaba sucediendo, olvidarse a sí misma. Aunque, aun sin saberlo, era el mío también. Me asustaba cómo Marlena estaba cambiando, y sabía que no era el único. Aquel día la pelirroja murió para Victoria, jamás volvió a mantener una conversación demasiado larga sobre ella, si es que accedía a tenerla.

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