Volvía de estar durante todo el día en el estudio, recuerdo tomar el bus con una sonrisa en el rostro. Al álbum le quedaba muchísimo, pero habíamos comenzado a grabar algo, lo cual nos facilitaría el trabajo dentro de unos meses. Recuerdo estar pensando en Marlena.
Hoy, visto a la distancia, puedo darme cuenta de que estaba más bien idealizándola. Estaba esperando algo de ella, más que pensando en su actual versión. Me bajé en la parada a tres cuadras de casa, comencé a caminar con mi bolso en la mano, admirando las bellas casas de Roma que rodeaban mi hogar. Era septiembre y el calor estaba retirándose poco a poco, recuerdo como el cabello largo me abrigada el rostro y cuello. Sonreí al ver a aquella pareja caminando tomados de la mano a unos metros más adelante en la vereda de enfrente. La chica sin duda era muy risueña, el chico le seguía la conversación, se los veía muy enamorados, nos ví a Marlena y a mí hace unos meses atrás, confundiéndolo con la realidad de ese momento.
Marlena en septiembre ya no era tan alegre, se había comenzado a enfriar poco a poco, aunque no quisiera verlo. Cada vez más desorientada, cada vez más muerta. Entré al hall de mi edificio. Era antiguo, pero sin duda hermoso. Amaba la arquitectura de las paredes, pintadas de color crema. Amaba aquel verde musgo que adornaba los distintos muebles. Todos del mismo color, con un sentimiento del pasado, pero siendo una estructura en el presente.
Apreté el botón que llamaba al ascensor, lo esperé unos segundos antes de entrar en él. Me quité mi bufanda color vino mientras esperaba el piso nueve. En realidad aquella bufanda era de Marlena, pero no había encontrado la mía ese día. Aquel septiembre hizo màs frío que de costumbre. Comencé a buscar mis llaves en el bolso, antes de que las puertas se abrieran ya la tenía en mano.
Recorrí el largo pasillo hasta el 9B, nuestro departamento. La puerta estaba cerrada curiosamente, ya que tuve que dar dos vueltas para poder desbloquearla. Aquello me resultó extraño, ya que mi ángel jamás bloqueaba la puerta por dentro. La cerré detrás de mí y comencé a quitarme mi abrigo color café.
—Llegué, amor. —No hubo respuesta. Fruncí el ceño. Me dijo que estaría en casa todo el día. Quité mis zapatos y los dejé en la entrada a un lado del perchero, los guardaría más tarde. Me arremangué mi suéter hasta los codos y me lavé las manos en la cocina. El silencio que reinaba la casa me parecía sospechoso, de alguna manera preocupante. Estuve unos minutos pensando en ella, algo no me cuadraba.
Tomé mi celular y presioné el botón de llamada. Escuché su celular sonar. Caminé guiado por el sonido, que me llevó al baño. Toqué la puerta una vez, sin respuesta. Dos veces, enfatizando mi fuerza, el tono de llamada seguía sonando. Tal vez lo había olvidado en el baño. No, no podía ser.
—Marle, amor, ¿Estás bien? —Dije cuando su celular dejó de sonar. —Marlena. —No hubo respuesta. —Marlena, ¿Qué estás haciendo? —Mi voz se iba desesperando a cada segundo. —Marlena abre la puerta. ¡Marlena! ¡Marlena! —Comencé a forcejear con el pomo de la puerta. La desesperación me hacía creer que estaba trabado, aunque en realidad estaba cerrado desde dentro. El miedo me estaba ahorcando y la desesperación me apretaba el pecho. —¡Marlena abreme la puerta, por favor! —Me agarré la cabeza. Comencé a imaginar lo peor, miles de escenarios en milésimas de segundos. Tomé una bocanada de aire y comencé a golpear la puerta, mis nudillos sangraban sin parar. Le dí patadas, puñetazos, reventé la madera incluso haciendo palanca con algo que encontré por ahí, no puedo recordar qué. Cuando abrí la puerta finalmente me encontré con uno de los escenarios que había decidido no creer.
Marlena desmayada con sus muslos teñidos de su sangre en la bañera. Me quedé helado por un segundo en el que noté cómo mis mejillas estaban mojadas hace ya rato por mis lágrimas. No hablaba, estaba bloqueado, nada salía de mi boca, pero mi mente hablaba sin control. Estaba desnuda, con un moño desordenado en su cabeza.
Me arrodillé frente a ella y noté los cortes profundos en sus muslos. Comencé a hacer presión sobre ellos con una de las toallas blancas que estaban por ahí tiradas. Levanté su cabeza cómo pude, estaba inconsciente hace tiempo. La saqué de la bañera y la acosté sobre el piso, mientras trataba de darle el poco aire que llegaba a mis pulmones, practicándole RCP.
Creo que jamás había estado tan asustado en mi vida. Nunca me había desesperado tanto como aquella vez. Jamas me había faltado el aire de esa manera, incluso sin dejar de haber fumado más de diez años después. Creo que jamás había sufrido tanto con una pesadilla como aquel día.
Abrí los ojos y sentí el sudor frío en mi espalda. Tomé una bocanada de aire. Esa pesadilla aun me acecha hoy en día. Hace años que me atormenta, el miedo de perder a Marlena aun no me abandona. Observé la hora, eran las siete de la mañana, estaba por irse. Me levanté de un salto y caminé hasta la cocina desesperado. La presión en el pecho me está matando, además me siento algo mareado.
Giorgia está preparando el desayuno para ambas. Cinco meses de embarazo se le nota el físico. Se giró con la mirada somnolienta.
—¿Dónde está? —Dije con un hilo de voz.
—En el baño. —Su voz es neutra, no expresa ninguna emoción. Corrí hasta la puerta del baño. —¿Qué sucede? —No contesté. Comencé a tocar desesperadamente.
—Ya voy.
—¿Qué estás haciendo ángel?
—Peinando mi cabello.
—¿Por qué cerraste la puerta? —La menor me abrió. Tomé sus brazos y los observé. No hay marca. Miré sus piernas, tampoco había marca alguna. La abracé contra mi pecho. No estoy pensando si quiera. —¿Qué te pasa? Pensé que dormirías toda la mañana.
—Nada, sólo... una pesadilla.
—¿Conmigo?
—No, alguien más. —Traté de normalizar mi respiración, aunque se me hacía muy difícil. Luego de unos minutos me separé y la ayudé a terminar de trenzar su cabello rojo, ya que la había interrumpido antes. Besé su cabeza al terminar mientras nos observaba a ambos en el espejo. —Te amo. —Susurré mirándonos en el reflejo de este. Sonrió.
—Yo a tí. —La sonrisa ahora fue mía. Caminé fuera del baño, no sin antes decirle un pequeño detalle.
—Ángel, esos shorts son un poco cortos, no quiero que te sientas incómoda.
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Torna a nostra Casa
DiversosDamiano siempre había considerado a Marlena su musa. Cuando esta comienza a desvanecerse, él hace todo lo posible por salvarla. Incluso si eso conlleva perderse a sí mismo en ello. • Damiano David fanfic. • Historia finalizada. • Esta historia es p...