LA APUESTA

150 11 1
                                    

Eran las 10 de la mañana cuando al fin decidí levantarme e ir a la cocina a por algo de comer.

Lo bueno era que llegué a principios de verano así que no tenía que preocuparme de los deberes de la escuela, ni de nada, lo malo era que nunca he estado en Canadá, no conozco absolutamente a nadie, aparte de famosos como Justin B. o Shawn M. y dudo que si me presento en su casa me abren la puerta. Así que por el momento iba a pasarme algunos días intentando conocer a mí "nueva" familia.

Cuando llegue a la cocina vi una nota en la encimera.

'' Alice y Alex, Marie y yo iremos a un almuerzo con la abuela, tardaremos bastante, quizá puede que lleguemos por la tarde. Tenéis comida en el congelador y en la nevera.


Pd: buenos días ❤️".

Genial mi primer día en Canadá y me toca quedarme con mi nuevo 'hermano' , que guay. Notase mi ironía.

Cogí un vol, cereales y leche, me senté en la mesa de la cocina y mientras comía deliciosos cereales de colores escuchaba música al no haber rastro de nadie subí el volumen al máximo.

— Se ha terminado la leche mierda...— Me levante y busque por toda la cocina una botella de leche nueva.

Me agaché a buscar en uno de los cajones de abajo.

— ¡Bonito trasero!— Me giré y como no, ahí estaba el romeo del siglo XXI, simplemente tenía la cabeza inclinada para mirarme el trasero y con una sonrisa que enseñaba todos sus dientes.

—Ya veo que por la mañana tu cerebro tampoco funciona.— En el momento en que empece hablar me puse de pie, recogí mi plato y lo puse en el lavavajillas.

— No deberías hablarle de esta manera a tu hermanito, Alice.

— Y tú no deberías ni nombrar mi nombre después de tu tontería con el beso de buenas noches e intentar leer mi diario, Alexander.— Se nota que no le gusta que le llame por el nombre completo, por la cara que puso. — Aunque fallaras en el intento.

— Oh... Me ofendes, tan solo quería darte un beso de buenas noches Ali.— Espetó, con la mano en el pecho, haciendo como si estuviera ofendido de que le haya dicho eso.

Ruedo los ojos y lo ignoro mientras termino de desayunar, por el rabillo del ojo veo como se prepara un vol para él y se sienta en la silla frente a mí.


— ¿Tienes planes para hoy? — Me sorprende su interés. — Apuesto que pensabas que pasarías el día con la 'Familia' — Se le escapa una sonrisa al ver mi cara.

— ¿Acaso lo tengo escrito en mi frente? — Me froto está con el puño de la camisa 'limpiando' mi frente.

— No, pero yo habría supuesto lo mismo. — El silencio nos invade un rato, me levanto y dejo el vol dentro del lavavajillas. — Sé que no nos conocemos, pero he quedado con unos amigos, ¿te quieres venir?.

Lo último que quería era ir con él a algún sitio, pero supongo que el quedarme encerrada en casa sola, en vacaciones de verano tampoco era un buen plan así que quise hacer un trato.

— Voy si me invitas a un helado.

Alex se carcajea y al terminar habla recobrando el aire. — Pues claro que no are eso, tu padre nos ha dejado dinero así que te lo puedes comprar tu misma. — Su teléfono empezó a sonar, se puso de pie y antes de atender la llamada me señalo con el dedo. — En una hora estate lista. — Se fue a su habitación hablando por teléfono.

Me espabilé y fui a mi habitación a vestirme. Cogí un short corto tejano de color negro, una camiseta extra grande, mis Nike blancas preferidas. Me alisé el pelo con la plancha y me puse gafas de sol por encima a modo de diadema.

Al salir de la habitación fui hacia el baño para poder maquillarme y no pude evitar ver un poco por la puerta entreabierta de Alex. Estaba bastante ordenada para ser de un chico.

Seguí mi recorrido hacia la puerta negra del baño, antes de nada me puse protector solar, no quiero que me salgan arrugas por el sol a los 20, me hice la raya de arriba fina y me puse un poco de rímel, después me puse brillo de labios. Sabía que si me los pintaba se me esparciría y pasaba de que se rieran, así que solamente me puse brillo labial y antiojeras.

Cuando llego la hora Alex me esperaba al final de las escaleras chillando mi nombre impacientemente y bajé corriendo por las escaleras, en el último escalón me tropecé, y caí al suelo.

— ¡Ahuuch! — Abro los ojos lentamente confundida. — Que raro no duele...— Creo que me volví inmortal porque ni siquiera me parecía tan duro el suelo.

— ¡Pues claro que no te duele, sal de encima de mí! Por favor. 

SIN QUERER *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora