¿El joven Guzmán tiene novia?

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No recordaba muy bien como fue que llegó a la cama. Solo sabía que el embriagante calor lo había intentado despertar a la mitad de la noche y evitar que se dejará llevar de regreso sus sueños. Pero en esa asfixiante agonía, sintió la mano de alguien poniendo un paño húmedo en su frente para aplacar el calor y limpiar su sudor. Y volvió a dormirse.

Por instinto, se despertó unos minutos antes de que el reloj tocara las seis. En los primeros días de trabajo, había sido muy difícil adaptarse a ese horario. Pero ahora su cuerpo ya sabía a que hora debía de enderezarse y dejar de tener sueño.

En la oscuridad, se vistió y calzó sus zapatos. Teniendo cuidado de no despertar a la persona que se había cubierto con una sabana para protegerse del ligero frío de las mañanas, abrió la puerta despacio y salió.

Al bajar las escaleras, notó que la luz de la cocina estaba encendida, y se puso un poco nervioso. No había manera de Carmelita hubiera llegado a esa hora. Siempre se presentaba a las seis y media, después de que él ya se había marchado.

Pero si no era ella... ¿Tal vez sería su madre que por alguna extraña razón se había levantado a esas horas? Si lo veía en ese momento, él...

De repente, un rostro familiar se asomó a verlo y le sonrió.

-¿Ya te vas? -le preguntó Bruno, acercandose mientras se limpiaba las manos en un mandil atado alrededor de su cintura.

-Yo... Sí... -murmuró Mariano, confundido-. ¿Qué haces despierto a ésta hora?

-Pues, te preparé el almuerzo para que lo lleves al trabajo -y dicho esto, entró a la cocina y salió con una bolsa que le extendió con una sonrisa parecida a la de un niño que había hecho su más grande logro-. Toma. Así ya no tendrás que salir bajo el ardiente sol para comprar comida.

Mariano tomó la bolsa, un poco inseguro, y vio el interior. Adentro había algo envuelto en una servilleta con bordados de flores, con una pera encima. Mariano tuvo que admitir que olía delicioso.

-Pero... te levantaste temprano... -comenzó a decir.

Bruno apartó esas palabras con un ademán y algo de orgullo.

-No te preocupes por eso -le replicó en seguida-. Te lo dije ayer, ¿no? Quiero ayudarte. Y tu alimentación no carece de importancia en el trato.

Mariano sintió como sus labios se curvaban hacía arriba, en una breve pero gentil sonrisa.

-Gracias -susurró, percibiendo una... ¿calidez? apoderandose de su corazón. Era suave y reconfortante, y aún así trató de ignorarla.

Bruno por su parte, pareció sorprenderse ante esas palabras. Tal vez, incluso, sentirse algo nervioso por la manera en la que lo dijo.

-Sí, bueno... -Bruno carraspeó-. Se te hace tarde, ¿no? La gente ya debe de estar esperando a que les vendas su café...

-Mmh... Sí... Entonces -Mariano también carraspeó-, nos vemos en la tarde... Noche.... A la hora que llegue...

¿Ahora empezaba a tartamudear? De por si no era bueno con las palabras y ahora esto.

Tratando de no cruzar miradas por temor a lo que pudiera invadir su cordura, Mariano salió de la casa con la vista perdida en el suelo.

La esposa de Mariano Guzmán. (Mariano X Bruno Madrigal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora