La impaciencia parecía ser algo hereditario de parte de su familia, puesto que Camilo decidió ir a buscar a su madre ese mismo día, a pesar de que su padre le dijo que era un poco apresurado, no tardó en seguirle la corriente y comenzar a cerrar la tienda. Aunque Mariano se había ofrecido a cuidar del puesto en su ausencia.
-Ni hablar, muchacho. Esto es un asunto de familia. Y, por lo que veo, ahora eres, oficialmente, parte de esta familia -respondió Félix, tomando las llaves-. Lola, avísales a todos que tuvimos que salir con urgencia.
-¿Hay algo más en lo que pueda ayudar? -preguntó la mujer, saliendo de la tienda.
-Solo deseanos buena suerte.
"Vaya que la vamos a necesitar...", pensó Bruno, un tanto preocupado. Si realmente querían encontrarla, tendría que regresar a ese departamento por información. A ese barrio....
Se estremeció, con temor, de tan solo pensar en la posibilidad de que su abuela estuviera ahí. Y su corazón se sintió pesado al imaginarse lo que le diría si se enteraba de lo que estaban a punto de hacer.
Félix tenía una camioneta donde siempre traía el cargamento de frutas y verduras a la tienda. Estaba un poco vieja y descuidada, pero era mucho mejor que andar esperando a tomar un taxi. Así que se subieron y arrancaron hacia el barrio 22.
Tanto Camilo como Bruno se encontraban jugueteando con sus manos, nerviosos y asustados, mirando por la ventana, buscando un milagro.
El barrio 22 era muy diferente, no solo por sus personas, sino también por sus colores. Mientras Bruno ya se había acostumbrado a los tintes más animados, el barrio dónde había crecido seguía sumido en ese gris y aburrido color. Parecía un sueño que había intentado desvanecer como neblina en su mente, pero que ahora se estaba volviendo a formar. Era la laguna de la cuál intentó escapar antes de ahogarse, siendo arrastrado por manos como las suyas, llenas de ampollas y maltratadas.
Veinticuatro años que parecieron miles, rodeado de rostros como el suyo.
No había tantas estrellas en el barrio donde vivían los Guzmán. Pero no había qué comer en el barrio 22.
El departamento tampoco había cambiado. No entendía cómo era que seguía en pie con tantas grietas.
Félix estacionó la camioneta no muy lejos del lugar y le quitó el seguro a las puertas, dispuesto a bajar, pero Bruno lo detuvo.
-No. Ustedes quédense aquí. Yo iré a hablar con ella... -le dijo.
-¿Qué? Pero...
-Si te ve, a ti a Camilo, quién sabe qué hará o dirá. Mejor esperen aquí.
Félix se mordió el labio inferior, con impotencia y algo de rabia. Pero terminó accediendo después de un momento.
-¿Estará bien, cuñado? -preguntó.
"¿Cuándo comenzó a llamarme cuñado?"
-Sí... -susurró Bruno, aunque ni él estaba del todo seguro y las piernas comenzaron a temblarle con la pregunta.
-Yo iré con él -dijo el joven Guzmán.
-N-No tienes por qué... -trató de persuadirlo Bruno. Pero le hizo caso omiso y bajó de la camioneta.
Bruno suspiró, cansado, y bajó también. Ambos entraron a la oscuridad del lugar.
El encargado yacía sentado del otro lado del vidrió, en una pequeña y estrecha habitación, leyendo el periódico, cuando notó a Bruno.
-¿Bruno? ¡Caray, chico! ¡Creí que ya nunca volverías! -exclamó.
-Hola, don Martín -lo saludó, rascándose detrás de la cabeza-. ¿De casualidad... no sabe sí mi abuela está allá arriba?
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La esposa de Mariano Guzmán. (Mariano X Bruno Madrigal)
FanfictionMariano siempre habla sobre una persona maravillosa que lo espera en casa con los brazos abiertos y la comida lista. Sobre lo mucho que ama a esa persona y lo felíz que lo hace todos los días el solo ver su sonrisa. Tanto así que sus compañeros de t...