Estaba cansado.
Se mantuvieron despiertos casi toda la noche. A las cinco se tiraron donde pudieron y durmieron por unos minutos, ahogándose en calor. A las seis y media trataron de poner en agua fresca lo que sea que encontraron en los refrigeradores, que tenían posibilidades de echarse aperder. Tuvieron que apañarselas para poder vender café. Sin la máquina fue más tardado y casi desesperante.
Mariano agradecía internamente que Pepa estuviera ahí, ya que si la luz se hubiera ido con solo ellos tres, estarían perdidos. Camilo barrió la calle, Féliz calentó el agua mientras que su esposa y el joven Guzmán atendían a los clientes que venían desesperados.
A pesar de la falta de luz, todos intentaban seguir con sus labores a como de lugar. No podían darse el lujo de perder ni un solo día descansando con el pretexto de esperar algo que no sabían cuándo volvería.
El salón de belleza siguió trabajando, manualmente, con solo tijeras, roceadores de agua y secando el pelo a la antigua.
Julieta se había quedado en la casa de su jefa para poder ayudarle a hacer los preparativos de la comida, temprano. Teniendo que trabajar el doble por la falta de la licuadora. Pero no pudo quejarse, la señora había prometido aumentarle el sueldo, aun sin estar segura de tener muchos clientes esa mañana.
El señor piraguero comenzó a vender desde las ocho, antes de que el hielo se derritiera. Incluso con el sol alumbrando, los nervios en las personas no desaparecían, junto con la frustración de no poder hacer las cosas con más rapidez y tener que adaptarse a esa "catástrofe"; como algunos lo catalogaban.
No hubo ni un solo momento en todo el día, en el que Camilo no se lamentara por haber olvidado cargar su radio y dejarlo para más tarde. La ausencia de la música era insoportable.
Las manecillas del reloj llegaron a la una del día, y para entonces Mariano ya no lograba mantener los ojos del todo abiertos. Por lo que Pepa le tuvo que insistir en que fuera a acostarse. Ellos se habían estado turnando el cargo de ayender mientras otros dormían una rápida siesta. Y Mariano se había negado once veces, pero ahora ya no puso tanta resistencia.
El colchón que estaba en el piso de arriba estaba algo dura en algunas partes y muy hundida en otras: una vez Félix le contó que Camilo solía dar de brincos en ella, cuando era niño.
Pero estaba tan cansado que decidió ignorar todo el dolor que le proporcionaba estar en esa cama, junto con el asfixiante calor que nublaba su juicio, y cerró los ojos.
Y todo dejó de importar por unos momentos. Incluso inconsciente, el dolor en sus hombros lo seguía molestando. Por extraño que pareciera, se sentia dormido y despierto a la vez.
De pronto, escuchó a alguien tararear una canción. Era una voz suave y cálida, y logró traerlo de regreso de una manera gentil y calmada a la que estaba acostumbrado a abrir los ojos.
Viendo como el mundo por un instante no tenía sentido con ese brillo entrando por la ventana y los rincones siguiendo a oscuras, con todo dando vueltas. Finalmente, logrando darse cuenta de la figura que estaba sentada a la orilla de la cama, Mariano pensó en enderezarse, pero le faltaron fuerzas.
Siente su mano acariciar su cabello con gentileza.
-Lo siento, ¿te desperté? -susurró.
Dios... el tacto de su mano era lo mejor que había experimentado en años. Con solo un pequeño roce lograba que su cuerpo casi moribundo tuviera un corazón palpitando con la misma emoción de un pájaro luchando por salir de una jaula.
Moribundo y vivo al mismo tiempo. La idea le pareció divertida.
-Te lo suplico... -musitó con voz ronca-. Sigue tarareando. Es hermoso...

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La esposa de Mariano Guzmán. (Mariano X Bruno Madrigal)
FanficMariano siempre habla sobre una persona maravillosa que lo espera en casa con los brazos abiertos y la comida lista. Sobre lo mucho que ama a esa persona y lo felíz que lo hace todos los días el solo ver su sonrisa. Tanto así que sus compañeros de t...