💐 Cuentos para el día de la madre 💐

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💌La carta de mi madre💌

Recuerdo perfectamente ese momento. Yo tenía dieciocho años y un día, que no era un día especial, que era un día común y corriente, mi madre mi dio una carta. No era mi cumpleaños, ni nada especial y por eso me extrañó.

Ella tenía la bella costumbre de escribirnos para las fechas especiales, pero como tenía muy fea letra, realmente ilegible, lo hacía siempre con la computadora. Podía parecer más frío e impersonal pero ella aclaraba, una y otra vez, fecha tras fecha, cartita tras cartita, que prefería tipear para que entendiésemos bien qué nos quería decir. Y yo entendía por qué lo hacía, jamás me molestó.

Era una persona de expresar sus sentimientos, pera ella era muy importante que lo que nos dijese o escribiese lo recordásemos y lo entendiésemos. Sin embargo, ese día no se festejaba nada y esa fue mi primera sorpresa. La segunda y más grande aún, fue que la carta estaba escrita a mano, me llamó mucho la atención.

La leí con detenimiento, era más corta que las habituales, solo decía (ni más, ni menos) cuánto me amaba, me pedía que jamás me olvidase de ese amor que ella sentía hacia mí infinito y eterno. No mucho más, no mucho menos. Me costó entender la letra, pero se notaba que se había esforzado por hacerla linda y prolija, al menos entendible.

Cuando terminé de leer, le pregunté por qué me había escrito esa carta, si había algún motivo especial.

– "Ninguno" -contestó-. "O muchos", -agregó luego.

Me dijo que necesitaba decirme una vez más cuándo me amaba, que jamás debía olvidarme de ello y que quería que guardase esa cartita siempre para que, cuando me hiciera falta, la releyese.

En realidad, cada vez que mi madre me escribía una tarjeta, me decía lo mismo, que la guardase para siempre, que la tuviese siempre cerquita para cuando me hiciera falta leerla. Sin embargo, yo sentí que ese día que -en apariencia- nada tenía de especial, era tal vez el más especial de los días.

– "¿Por qué esta vez escribiste tú? Nunca lo haces y siempre dices que no lo haces porque quieres que nos quede bien claro lo que tienes para decirnos ¿no es contradictorio?" -pregunté.

– "Pareciera, pero no lo es" -me respondió y prosiguió-. "Mira hijo, cada carta que te he escrito y todas las que aún no te escribí deseo que las atesores, pero ésta está escrita por mí, con mi pobre letra fea y casi inentendible, Tiene mis trazos, mis giros, mis pausas. Me esforcé todo lo que pude para que la letra se entienda y creo que lo he logrado. Es ésta en particular, si tuviese que elegir una, la que deseo con todo mi corazón te acompañe siempre".

Recuerdo que pensé que algo malo estaba sucediendo, que estaba gravemente enferma o algo parecido. No fue así, luego de esa carta, nada extraño o fuera de lo común sucedió. Las otras cartas que me escribió, con igual sentimiento y amor, fueron escritas en la computadora y las guardé junto con todas las demás y con aquella especial que había sido manuscrita.

No fue sino hasta que pasaron muchos años, que entendí el por qué de esa carta. Hoy que soy un hombre grande, hoy que ya no está mi madre para cuidarme y demostrarme constantemente su amor (al menos no está en este plano), cada vez que necesito recurro a las cartas, y en especial a esa carta particular.

Cuando era un jovencito recuerdo que pensaba que cuando fuese hombre, un hombre grande, plantado y con historia, no sería tan necesario ese amor de mamá que, a cierta edad, es más que imprescindible, tanto como el oxígeno que respiramos.

Hoy, que soy un hombre grande, me doy cuenta que ese jovencito se equivocó, que la necesito, que cuando estoy mal, o tengo una duda, o necesito un mimo me falta ella y entonces recurro a sus cartas. Y cuando lo hago, la primera que elijo y la última también que vuelvo a leer es aquella que ella escribió con esa letra desprolija e ilegible que tanto llegué amar.

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