I

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La fiesta se estaba haciendo muy larga. Ella solo había comido muy poco, aunque Luciano le dio lo suficiente para que no se desmallase en lo que quedaba de noche.
Adrienna ansiaba que la fiesta se acabase para saber si su ahora esposo, le daría la inmortalidad.
Iskander y Burak se acercaron a ella. Ya que los vampiros observaron la tristeza que Adrienna tenía y la abrazaron sin dudar.
―Nena ―dijo Burak―, deberías estar feliz con este día. En cambio, solo hay tristeza.
―Burak no lo estoy porque Luciano no es el hombre que me hubiese gustado que fuera mi esposo ―susurro ella.
―Aun así, te dará lo que tanto has ansiado por años. Tu inmortalidad.
Ella no le respondió a ello y los vampiros se apartaron de ella.
―Intenta ser feliz al menos.
―Dejarme sola ―dijo ella.
Y los vampiros se marcharon.
Ella se levantó de la silla en la cual estaba sola y caminó para ir a la biblioteca. Ya que quería saber a qué es lo que se refería Guilherme antes de morir.
Ahí observó que Carlo Coppola estaba con una mujer y algunos miembros jóvenes de su aquelarre. Sin embargo, no les prestó atención. Ya que tenía en mente encerrarse sola en la biblioteca y encontrar lo que ocultaba Francesco debajo de su escritorio.
Cuando llegó al salón pequeño y sin darse cuenta, se topó con un hombre joven. Era alto, ojos carmesíes y con el pelo castaño claro. Fue cuando recordó la persona que le llevaba dos días acechando bajo las sombras.
―Lo siento. No miré por donde iba ―dijo ella.
―No se preocupe, señora Bianchi ―le dijo.
Entonces supo que esa era la voz que le acechó.
Cuando ambos se miraron y Adrienna se apartó un poco. Donde él le dijo:
―Luce usted hermosa. Pero noto tristeza en sus ojos.
―Gracias. Si que estoy triste ―respondió―. Salvo que no entiendo por qué me acechó hace un rato en mi cuarto como en la pasada noche.
―Veo que me has reconocido.
Hicieron una breve pausa:
―¿Quién eres? ―preguntó ella.
―Perdón, soy Paolo Coppola. El hijo biológico de Carlo y Alda Coppola.
Adrienna se apartó aún más del vampiro y este no tardó en decir:
―No voy a hacerle daño, señora Bianchi.
―Su familia ya me hizo daño una vez con lo que más quise. Así que no me diga que no me hará daño.
―Señora...
―¿Qué haces aquí Coppola? ―la voz de Luciano apareció de pronto interrumpiéndoles.
―Me tope con su esposa, Luciano. Le decía que estaba muy bella en el día de hoy.
―No quiero estar aquí ―dijo ella.
―Os dejo a solas ―dijo Paolo.
El vampiro se marchó hacia el jardín y Luciano le miró furioso.
―¿A dónde ibas Adrienna? ―le preguntó.
―Iba a refrescarme al baño.
―No te creo.
―Puedes creer lo que quieras. Eso es lo que iba a hacer.
Ambos hicieron una breve pausa.
―Me abruma estar con estos vampiros ―dijo Luciano―. Vayámonos a la casa que nos regaló Francesco.
―No pienso moverme de aquí.
―Recuerda que ahora soy tu dueño y me perteneces.
―Ya te he dicho que no.
Luciano la cogió por el brazo y la puso encima de su espalda. Donde corrió sin ser visto con ello.
―Luciano, basta.
Cuando llegaron a la casa que les regaló Francesco, Luciano la llevó al salón. Donde él se puso ante la chimenea y le dijo:
―Tu debes elegir como haremos la noche de bodas. Por las buenas o por las malas.
Ella se quedó sin saber que decir y Luciano cogió una copa de licor para tomárselo.
Adrienna se movió hasta la salida del salón y Luciano dejando la copa a un lado, corrió hasta a ella y le paró los pies, cogiéndola por el brazo.
―Veo que por las malas ―dijo.
―Suéltame Luciano ―dijo ella forcejeando―. Ya sabes que no estoy preparada.
Ella siguió forcejeando y Luciano hizo que le mirase a los ojos. Hechizándola con ellos.
―Acompáñame.
Adrienna le acompañó y Luciano le llevó hasta el sótano. Ya que como él dijo, lo hacían por las buenas o por las malas.
Cuando estuvieron ahí, Luciano entró a su recién estrenada esposa y cerró la puerta con llave.
―Despierta ―dijo el.
Ella parpadeó un par de veces y Adrienna se quedó petrificada al ver lo que había hecho Luciano con el sótano.
Adrienna se echó hacia atrás y Luciano le paró agarrándole los hombros.
―¿Qué es esto? ―preguntó.
―Las mil maneras de follarte y hacerte mía.
Ella no daba crédito cuando vio la cama redonda en el centro, una cruz de San Andrés, varios sistemas de poleas y algunas cosas más que no supo identificar.
―O te dejas llevar o te pongo unos grilletes ―dijo el vampiro―. Tú decides.
Sin embargo, la respuesta la encontró en su cabeza. Que fue en blanco.
―Entonces, seré delicado contigo ―volvió a decir el vampiro.
―Por favor.
―Si lo deseas, podemos hacerlo a la fuerza. Eso me pone.
Sin embargo, ella retrocedió un poco. Por lo que Luciano la cogió enseguida y quitándole el vestido de novia con mayor rapidez, le hizo sentir la furia.
Él la giró y le hipnotizó con sus ojos. Por lo que cuando Luciano la vio como su muñeca, le dijo:
―Ve a la cama y túmbate con los brazos abiertos. Y cuando yo te lo diga veras todo lo que tengo planeado para esta noche.
Ella le obedeció.
Adrienna fue hasta la cama y se tumbó. Abriendo después sus brazos.
Luciano le puso unos grilletes y después le dijo:
―Cuando sientas algo en tu cuerpo, despertarás y estarás pendiente a todo lo que voy a hacerte.
El vampiro le quitó el resto de la lencería y cuando Luciano observó que ella estaba relajada, bajó muy despacio desde su cuello. Donde ella no tardó en volver en sí.
Adrienna miró hacia arriba y vio que el vampiro estaba recorriendo su cuerpo, ella le dijo:
―Luciano, para por favor.
―Ya sabes que hoy es nuestra noche de bodas.
Luciano llegó a su sexo y en breve, comenzó a lamerlo.
Ella comenzó a gemir. Donde Luciano gozaba con cada gemido que Adrienna emitía.
Luciano sintió el miedo y la adrenalina que ella desprendía. Y eso le gustó demasiado.
Él dejó de lamerle el clítoris y volvió a subir muy despacio por su cuerpo.
Cuando ambos se miraron a los ojos, el deseo en el vampiro era mucho más fuerte que hacía unos segundos.
Luciano terminó por quitarse la ropa y se puso protección para evitar que ocurriera algo peor. Ella mirándole, le dijo:
―Tengo miedo Luciano.
―Tranquila.
Después el vampiro se puso encima de ella y metiéndole su pene en el interior, ella sintió tal dolor que lo único que deseaba, era que la sacara de su interior.
Sin pensar, ella cerró sus ojos para pensar que ese dolor no existía.
Él comenzó a moverse muy despacio y ella comenzó a gemir por que el dolor era muy pesado para ser su primera vez manteniendo relaciones.
Por unos momentos, Adrienna abrió los ojos y se percató que Luciano tenía un colgante puesto. Sin embargo, fue una embestida fuerte lo que hizo que los volviera a cerrar.
Luciano olió la sangre que salía de su vagina y supo que por fin le había arrebatado su mayor virtud. Una que había conservado por muchos años. Sin embargo, fue ese olor y la adrenalina lo que hizo que oliera su cuello muy despacio.
En pocos segundos, Luciano sacó sus dientes y en segundos, mordió a Adrienna en el cuello y ella comenzó a gemir por ese dolor fuerte sobre él.
Adrienna comenzó a pensar que era el momento. Que su transformación había llegado. Pero Luciano se apartó enseguida parando de chupar su sangre. Como también dejando exhausta a ella.
El vampiro continuó penetrándola. Donde salió rápidamente de su interior y bajó nuevamente a la vagina de su esposa. Lamiendo la sangre que emanaba sobre ella. Algo que le supo a gloria.
―Padre tenía razón ―dijo el vampiro gozando―. El sexo y la sangre de virgen esta más deliciosa. Sobre todo, el de una esposa. Bueno, que lo eras.
Exhausta, Adrienna no dijo nada.
Luciano continuó penetrando lo que quedaba de noche a su recién estrenada esposa y gozó de algo que estuvo esperando por muchos años. Desde el día en que Adrienna se convirtió en una mujer.

Renacida (Manos Miserables #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora