VII

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A la noche siguiente, ella comenzó a notar un escozor por la espalda. Tanto que comenzó a quejarse mientras que veía que Luciano no estaba en la casa.
Ella pensó que se tenía que marchar del lado de los Bianchi. Pues ya vio de lo que era capaz su marido por la humillación que había recibido de Francesco. Pero también lo que podía pasar si otra persona se le humillaba.
Adrienna se levantó como pudo de la cama. Sin embargo, cayó al suelo. Pues se notó débil y el escozor por su espalda seguía ahí.
Ella se movió como pudo. Ya que el dolor era insoportable y lo único que quería era llegar hasta a Erick para que le curase las heridas.
Arrastras, ella llegó al salón y observó que Luciano no estaba. Por lo que se alivió.
―¡ADRIENNA! ―la voz de Paolo apareció como si fuera un rayo de sol―. ¿Qué es lo que te ha pasado?
―Luciano me castigó muy fuerte ayer.
Hizo una breve pausa.
―Tuve que haberme ido contigo.
―Aun estas a tiempo. Vente a mi aquelarre.
Paolo la cogió en brazos y corrió para sacarla del lado de los Bianchi. Ya que había conocido la otra faceta de Luciano. Un vampiro déspota que era capaz de castigar demasiado fuerte a su mujer por todo lo que estaba pasando.
Cuando llegó a su aquelarre al cabo de una hora, Carlo se percató que Adrienna estaba malherida y enseguida hizo que uno de sus hijos llamara a Hodira para que curasen las heridas.
Carlo se percató enseguida que olía a humana y supo que Francesco les había vuelto a mentir.
Paolo la llevó a su habitación y pensó en ella como si fuera Elía. Aun así, él sabía que ella no lo era y tenía que velar por la seguridad de la mujer que tenía en brazos.
Cuando llegaron a su habitación, él la puso encima de su cama intacta y pensó por que aun olía a humana. Por lo que no tuvo más remedio que esperar.
―Pensé que Adrienna era ya una vampiresa ―la voz de su padre le interrumpió.
―No sé qué es lo que ha pasado. La noche anterior no me percaté del olor, solo de que estaba enfadada.
―Apártate.
Paolo se apartó y Carlo se acercó a ella. Donde se sentó a su lado y le cogió la mano.
Él comenzó a ver cómo sucedieron las cosas el día de la fiesta y supo que todo era una mentira de su enemigo.
―Bien. Paolo, la vigilarás y le dirás donde esta. Que te explique cómo tiene esas yagas y heridas graves. Pero estoy más que seguro que ha sido su esposo.
―¿Qué es lo que ha visto padre?
―Que Francesco nos había mentido desde el primer momento de la fiesta.
Hizo una breve pausa.
―Tampoco pienso ir a reclamarle nada. Adrienna está con nosotros y cuando se encuentre mejor, seré yo mismo quien le cuente más de esa verdad que ha estado buscando.
―Y yo la voy a proteger siempre.
―Él siempre puede durar muy poco si Luciano la encuentra e intenta llevársela. Dejemos que Hodira cure sus heridas y cuando este mejor, me reuniré con ella.
Después, Carlo se levantó de la cama y se marchó de la habitación. Donde comenzó a pensar en Imara como un puñal en su espalda.
En la puerta apareció él y solo quería verla. Pero Carlo le frenó y le dijo:
―Todo a su tiempo.
Entonces, el vampiro y él se marcharon. Donde la persona que le acompañaba no paraba de pensar en que por fin su pesadilla se acabaría.

Ella comenzó a despertar. Ya que comenzó a sentir cantos desde algún lugar. Fue cuando supuso que Francesco la había encontrado malherida y había llamado a Erick.
Cuando terminó de abrir los ojos y vio a una mujer. Una que le estaba curando con su medicina.
―¿Quién eres? ―preguntó ella.
―Ella es Hodira. La persona que nos cura las heridas en plena batalla ―dijo Paolo―. Así que, quédate tranquila.
―¿Es una bruja?
―Yo no la llamaría así. Ella se considera curandera.
Pero Adrienna no le dio respuesta alguna. Solo estuvo callada.
―Menos mal que has estado poco tiempo inconsciente.
―¿Cuánto lo he estado?
―Cuatro horas. Estas en mi habitación.
―Me has traído a tu aquelarre. ¿Por qué me has secuestrado Paolo Coppola?
―Sí. Pero no estas secuestrada ni eres nuestra prisionera Adrienna. Mi padre hablará contigo cuando estés mejor.
―¿Y por qué no está aquí? ―preguntó ella quejándose de ese escozor.
―Por qué no quiere que te encuentres incómoda antes de lo que tanto has esperado.
―Si Carlo va a contarme como murieron mis padres, ya llega tarde. Se que Francesco los mató sin saber el motivo.
―Y mi padre te contará todo. Pero te quiere sana y sin heridas para afrontar todo lo que venga.
―¿Cómo si hubiera más?
―Adrienna ―dijo un poco furioso―, descansa. Es lo que deberías de hacer para que Hodira haga bien su trabajo.
―Odio ser todavía humana.
―No entiendo por qué Francesco no te ha transformado.
―Por egoísmo supongo. Pero no es de Francesco la culpa. Es de Luciano.
―Me da igual de quien sea el egoísmo y la culpa. Los dos son tal para cual. Te prometo que te protegeré hasta el final.
Pero Adrienna no dijo nada.
Ella volvió a cerrar los ojos y Paolo se quedó observando como Hodira le curaba poco a poco las heridas con su forma de actuar.
Esperaba que Luciano ya se hubiera dado cuenta que su esposa no estaba a su lado y que todo cambiaría a partir de ese momento

Renacida (Manos Miserables #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora