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Una semana después, Adrienna estaba mucho mejor de sus heridas.
Hodira fue ese día a curarle por última vez y ver como tenia de sanas sus heridas con todo lo que había hecho.
Adrienna en cambio, en esa semana no salió de la habitación de Paolo por temor a conocer cosas que conocía, pero que fueran aún más terribles de lo que había pasado en la casa Bianchi.
Sin embargo, la situación entre los Coppola y los Bianchi había cambiado. Ya que Adrienna estaba junto a Carlo y sabía que todo se podía volver en contra de Francesco.
Aquella mañana, Adrienna por fin se reunía con Carlo para saber toda la verdad de lo que ocurrió.
Ella sentada en la cama, observaba como Paolo se movía de arriba abajo. Estaba nervioso con lo que pudiera pasar después de mucho tiempo. Solo temía el momento en el que ellas se encontraran.
Tras media hora observando y ella quejándose un poco de las heridas que ella tenía todavía, parecía que el vampiro iba a romper el suelo de tanto moverse. Eso le ponía a ella nerviosa.
―¡Puedes parar de una vez Paolo! ―exclamó ella.
―Perdón ―dijo él parando de moverse―. Estoy un poco nervioso por la reunión.
―No entiendo por qué.
―Lo entenderás en la reunión con mi padre más tarde.
El silencio entre los dos se hizo tan cómodo que ni siquiera Adrienna quería ir a esa reunión. Paolo se había preocupado mucho por ella desde que la llevó al aquelarre.
La puerta de la habitación del vampiro se abrió y vio aparecer a Carlo. Quien parecía estar serio.
―Os dejo a solas padre ―dijo
Fue cuando Paolo se marchó de la habitación y por fin Adrienna estuvo a solas con Carlo.
―Quería darte la bienvenida desde el principio al aquelarre hija, pero no quería que Hodira me echara de aquí por interrumpirla a curar tus heridas.
―Le doy las gracias por acogerme tras lo que pasó hace unas semanas en el bosque.
―Constanzo era otro de mis hijos. Y tengo mucho de ellos para reemplazarle.
Hicieron una breve pausa.
―No sabía que tú eras la niña que Imara perdió aquella terrible noche.
―¿Quién es Imara?
―Ella es tu madre. Como también lo es Felipe.
―Ellos están muertos. Así que, ahorrase la historia de contarme como murieron.
―Lo entenderás mejor cuando veas una cosa.
Hicieron una breve pausa.
―Cuando Francesco atacó a tus padres, yo estaba casi cerca. El vampiro del aquelarre Bianchi, te llevaba con ellos no pude hacer nada. Solo quise salvarle la vida a Imara. '
Sin embargo, Francesco no hizo bien su trabajo de matar a tu padre y le dio la inmortalidad. Felipe es hijo de Francesco, pero está en mi aquelarre.
―¿Y qué pasó con mi madre?
―Gracias a los Dioses que llegué a tiempo. Pude darle la inmortalidad y traerla a mi aquelarre.
―¿Cómo se conocieron mi madre y usted?
―Yo la conocí a ella en el hospital. Ella era enfermera y me encontró robando un poco de sangre donada. No me gustaba matar humanos y cuando lo hemos necesitado, siempre hemos matado a algún animal o bebido sangre de donaciones.
Pero desde que conocí a Imara todo cambió y la familia se alimenta de sangre animal. Desde el día en que yo volví a probar la sangre humana.
―Ha sido por eso por lo que Paolo no me ha atacado.
―Paolo se alimenta de las dos sangres. Si no te ha atacado ha sido porque sabe controlarse. Así que, tranquila.
El silencio se hizo pesado y Carlo pensó en llevarla con su madre.
―Vamos. Voy a llevarte para que conozcas a tus padres. Pero debo de advertirte que tu madre conocía de tu existencia y no le va a pillar de sorpresa.
Adrienna asintió.
Carlo hizo un breve gesto y ella se levantó de donde estaba.
Ambos se movieron a la salida de la habitación de Paolo y caminaron hacia un ala de la casa Coppola.
Cuando llegaron a una de las habitaciones, Carlo entró junto a Adrienna en ella. Fue cuando observó que había un vampiro ante ella.
Adrienna enseguida reconoció a Felipe. Su padre. Ya que lo había visto en más de una ocasión en sus recuerdos.
El vampiro se acercó a ella y le abrazó como si nunca se hubieran separado. Y Felipe sintió como la paz se hallaba en el mientras que olía la deliciosa sangre que su hija desprendía por su humanidad.
Ella se alejó un poco del vampiro y mirándose a los ojos, dijo:
―Por fin podremos encontrar paz.
―¿A qué te refieres?
―Felipe, para. Todavía no sabe nada.
―¡Sabes qué cosa!
―Tu madre enloqueció al poco tiempo de saber que no estabas a su lado. Hodira nos dijo que la única solución era tu sangre para que todo volviera a la normalidad.
―¡QUÉ!
―Hija tenemos que salvar a tu madre.
Fue cuando ella pensó en todo lo que había pasado últimamente con los Bianchi y no dudo en decir:
―¿Qué es lo que tengo que hacer?
―Si te ponemos ante ella y bebe su sangre, quizás no resistas a la ponzoña de tu madre. Hemos decidido que si estas dispuesta a dar un poco de tu sangre todo se calmara ―dijo Carlo.
―No pienso hacerme daño para que mi sangre...
―...Adrienna por favor. Hazlo por el tiempo en el que has vivido una mentira.
Ella respiró profundamente y en segundos, vio entrar a Paolo. Quien parecía ser que le daba fuerza a continuar entre vampiros.
―Quiero que Paolo me quite la sangre que necesitéis y que también me cure la herida.
―¿Por qué yo? ―preguntó él.
―Por qué así lo deseo.
―Adelante hijo ―dijo Carlo.
Entonces Paolo se acercó a ella y cuando estuvieron uno junto al otro, este le mordió su muñeca. Quien no tardó en quejarse por la mordedura del vampiro. Aunque ya la sintiese antes.
La sangre de Adrienna comenzó a emanar rápidamente y no tardaron en coger una copa para llenarla.
Cuando tuvieron la suficiente, Carlo la llevó rápidamente hasta Imara y Adrienna se quedó esperando.
Padre e hija se miraron mutuamente, mientras que Paolo le sanaba con su saliva la herida.
Fue cuando en el instante, sonó un estruendo en la puerta y vieron aparecer a una mujer.
Adrienna se percató por el rostro que era su madre. Pero la vampiresa, no tardó en acercarse a ella y agarrarle por el cuello.
―¡Imara no! ―dijo Carlo―. Si la matas a ella, estarás matando algo que has estado buscando por años.
―Imara ―dijo Felipe― ella es nuestra niña.
―Ella es una humana.
―Imara ―dijo Adrienna asustada―, mamá. No me mates.
Carlo se acercó a Imara y cuando por fin se dejó dominar, el vampiro le clavó a la vampiresa sus colmillos y le hizo ver lo que él vio cuando estuvo en la casa Bianchi.
Imara fue soltando poco a poco a Adrienna y comenzó a pensar rápidamente. Quien Carlo no tardó en calmarla con su mano en el hombro.
―¿Cómo es posible que ella sea mí niña? ―dijo ella.
―Lo es.
Adrienna e Imara se miraron a los ojos y la vampiresa salió corriendo de allí.
―Yo voy ―dijo Felipe.
―Tranquilo ―dijo Carlo―, iré yo.
Y el vampiro se marchó detrás de Imara.
Adrienna volvió a la habitación de Paolo asustada por lo que podía haber pasado. Seguía sin sentirse segura de estar entre vampiros.
Cuando entró en ella, sintió un alivió. Pero Adrienna seguía sin entender cómo es que sus padres sobrevivieron a algo como lo que Carlo le contó y que ella ya sabía.
―Quédate tranquila Adrienna ―escuchó la voz de Paolo en un instante―. Imara y nadie de esta familia te hará daño.
―Aun sigo sin entender por qué.
―Sencillamente porque te hemos esperado por muchos años. Tú madre dijo que nos traerías la paz y esperemos que así sea.
―Con un marido loco suelto, dudo que pueda traeros la paz.
―Los Bianchi ya no son un problema para los Coppola desde que te tenemos aquí.
―Pero Luciano vendrá a buscarme en cualquier momento.
―Tranquila. Mi padre habló con el consejo y les explicó que Luciano te había herido. Fue por órdenes del consejo quienes dijeron que tenías que estar aquí. Claro que tu esposo habrá tenido su castigo por ello.
―Espero que se pudra ―dijo ella.
―Yo espero que muera antes de que incite a Francesco a traer una guerra.
―¿Conoces a Luciano?
―Sí. Nos hemos enfrentado en más de una ocasión. Incluso el día en que Francesco atacó el pueblo y casi mata a tus padres aquella noche que nos pareció una eternidad sin poder parar a la familia de tu marido.
―Sigo sin entender por qué mi madre es hija adoptiva de un Coppola y mi padre hijo de un Bianchi.
―Quien tiene todas las respuestas es tu padre.
―Os recuerdo que por mucho que ese hombre lleve mi sangre, Francesco es el que me crio.
―Sí. Es cierto. Pero a base de mentiras y engaños.
Sin embargo, Adrienna no dijo nada.
―Alégrate de que te salvé la vida. Porque, si hubieras seguido con los Bianchi, ya a estas alturas te hubieran matado por saber toda la verdad.
Ambos se miraron a los ojos y observó que había un Paolo distinto al que se presentó ante ella la primera vez.
Después el vampiro se marchó por la ventana de la habitación y ella caminó para ver donde iba. Sin embargo, solo se percató de que Carlo volvía con su madre y la entraba en la casa.
Adrienna volvió al cabo de varios segundos hacia la cama y comenzó a pensar en lo que había pasado. Pero como también casi su madre la mata por no reconocerla. O al menos solo fue el impulso de su sangre lo que le arrastró a clavarle sus colmillos. Algo de lo que ya no se extrañaba.

Renacida (Manos Miserables #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora