―¿Qué noticias me traéis del aquelarre Coppola? ―dijo Luciano mientras que se ponía una camisa de seda para poder salir.
―No muy buenas señor Bianchi ―dijo uno de los vampiros que estaba a su favor en la casa.
―¿Os escucho?
―La señora Bianchi estuvo con Paolo en la casa de sus padres.
―¿Y para que iría ella ahí?
―Vimos que cogía algunas joyas.
Tras una breve pausa, el vampiro le volvió a decir:
―La señora Bianchi y el señor Coppola también regresaron a la casa y estuvieron follando toda la noche, señor.
―¡QUÉ! ―dijo el vampiro furioso.
Luciano comenzó a destruir todo a su paso, mientras que el vampiro se marchaba de la habitación de este. Ya que estaba asustado y sabía que podía acabar con su vida.
Cuando Luciano paró de destruir todo en su habitación, comenzó a pensar en muchas cosas. Sobre todo, en ir a matar a todos los Coppola solo y traerse de vuelta a Adrienna para castigarla por mantener relaciones con Paolo.
―No vas a hacer nada de eso ―dijo Francesco entrando en la habitación y viendo todo el desastre que Luciano había montado―. Deja que todo trascurra como deba de ser hijo o me tendré que ver obligado a meterte en una mazmorra.
Luciano le miró furioso a los ojos y después fue hasta Francesco. Donde le empujó y este terminó quedando exhausto en el suelo.
El vampiro se acercó a su padre y mientras que se agachaba, le dijo muy seguro:
―Cada vez que me des una orden cuando este enfadado, con quien voy a desquitarme será contigo padre.
Hizo una breve pausa.
―Así que, recupérate y vete de mi habitación. Yo tengo que hacer algo que debí de hacer desde hace un par de días.
Entonces Luciano se marchó de la habitación pegando un salto por la ventana y Francesco se quedó ahí, mientras que pensaba. Tanto que pensó en llegar a destruir a su hijo antes de que iniciase una guerra de la cual ha mantenido la paz durante muchos años.
Mientras que el vampiro iba en casa de los Coppola, se percató que no tenía su colgante. Por lo que supo enseguida quien lo tenía. Y cuando ganara esa guerra, le haría pagar todo lo que había hecho. Incluso su infidelidad.Ambos se quedaron exhausto tras varios orgasmos y mientras que las ventanas de la habitación se cerraron, ellos siguieron haciendo el amor.
Tras dos horas, ambos pararon y descansaron lo suficiente. Tanto que Paolo y Adrienna cerraron sus ojos y se olvidaron del mundo inmortal.
La noche se hizo de nuevo y Adrienna sintió un pequeño escalofrío. Por lo que levantó la cabeza de la almohada y vio a su amante dormido como un ángel caído.
Ella se levantó de la cama, mientras que las ventanas volvían a abrirse. Sin embargo, ese escalofrío no se marchaba de su espalda. Pues sabía que iba a pasar algo. Tanto que olvidó de ponerse la sábana sobre su cuerpo desnudo.
Cuando las ventanas estuvieron abiertas, ella se asomó al balcón y por fin sintió que aquel aire que se movía en la noche, ya no lo necesitaba. Por lo que se sintió genial consigo misma y con lo que había logrado desde que estaba en el aquelarre Coppola.
―No cantes victoria aun ―escuchó ella―. Que seas vampiresa no significa que me rinda tan fácilmente a llevarte conmigo.
Ella sintió la presencia que menos quería ver y después de soltar el aire que tenía en sus pulmones, dijo:
―Seré tu esposa Luciano. Pero por mis venas corre sangre inmortal Coppola.
Luciano terminó por saltar al balcón y le preguntó:
―¿Dónde está mi colgante?
―No se dé que me hablas.
―Yo creo que si sabes de lo que estoy hablando. Lo perdí hace unos días cuando te encontré en el bosque.
―Pues búscalo ahí. Yo no lo tengo.
Luciano se acercó a ella y esta le atestó un gran golpe que le dejó sin aliento. Llevándolo fuera al jardín.
Paolo salió en ayuda de Adrienna, por que sintió su miedo detrás de su espalda. Fue cuando se percató que su amante había salido desnuda al balcón. Fue cuando se preguntó por qué había salido así.
―¡Estás bien! ―exclamó el vampiro.
―Sí.
―¿Qué haces aquí Luciano? ―le preguntó Paolo.
―He venido a buscar dos cosas que son mías. Una la tienes delante.
―¿Y la otra?
―Mi colgante.
―Adrienna no es un objeto y tu colgante lo habrás guardado en tu cajón como el resto que te falta a ti en tu cabeza.
―¿Qué haces aquí Luciano? ―la voz de Carlo les interrumpió.
―He venido a buscar a mi esposa y mi colgante.
―Adrienna no va a ir a ningún lado. Ella pertenece ahora a mi aquelarre.
―¡Pero es mi esposa! ―exclamó el vampiro.
―Aquí no tienes esposa. Vete ahora mismo o me tendré que ver obligado a atacarte.
Adrienna sintió la ira de Luciano, mientras que este se marchaba del jardín.
Carlo los miró a los dos y dijo:
―A mi despacho ya.
Paolo y Adrienna sintieron la furia de Carlo y entraron en la habitación.
Después, comenzaron a vestirse sin pensar y en cuanto terminaron, salieron de la habitación hasta el despacho.
En cuanto llegaron, Paolo y Adrienna vieron que Carlo estaba ante la ventana. Donde notaron el enfado enseguida.
―¿Qué ocurre padre? ―preguntó Paolo.
―Me quieres explicar que hacía Luciano aquí.
―Vino a fastidiarme, señor Coppola ―dijo ella con la cabeza baja―. Sigo pensando que, si estoy aquí, todos moriréis en la guerra. Debería de volver junto a los Bianchi.
―Ni hablar ―dijo Paolo enfadado.
―Hija no vas a ir a ningún lado ―dijo Carlo de nuevo―. Tienes sangre Coppola y eres parte de mi aquelarre. Te protegeré con mi vida si es necesario. Pero no permitiré que te pase nada. ¡Has entendido! Por mi inmortalidad que jamás te irás de aquí.
―Pero habrá una guerra. Y justamente en tres días.
―¿Cómo sabes eso? ―le preguntó Carlo.
―Yo también puedo ver el futuro ―dijo ella nuevamente.
―Carlo ―les interrumpió un gran portazo en la puerta de su despacho―, Hay problemas.
Los tres miraron a Imara y Carlo le leyó los pensamientos. Supo que Adrienna tenía razón.
―Señor Coppola ―dijo nuevamente―, déjeme marchar y todo esto pasará.
―Ya te he dicho que no. Espero que recuerdes que tu esposo fue quien te maltrató y Francesco quien mató a Guilherme.
Entonces ella no dijo nada.
―Adrienna eres mi compañera y no voy a permitir que hagas una locura. Recuerda que yo te cree y te sigo queriendo a mi lado ―le dijo Paolo.
Pero se hizo el silencio, mientras que ella se marchaba del despacho.
Adrienna llegó a la habitación y comenzó a pensar. Tanto que sus pensamientos solo se tornaban en marcharse junto a los Bianchi sin que nadie se enterase. Así por lo menos evitaría esa guerra.
―Ni se te ocurra ―escuchó ella―. Ya te hemos dicho que no harás nada de eso.
―Paolo lo hago por vuestra seguridad.
―Nuestra seguridad no es necesaria. Tu vida es importante para mí. Si te pierdo, se me va el alma y la inmortalidad contigo.
―Tu no me entiendes ―dijo ella.
―Si que te entiendo ―dijo él―. Pero no voy a permitir que apenas entres en la casa Bianchi, Francesco te castigue y Luciano te mate.
El vampiro se llevó la mano de Adrienna hasta su corazón y volvió a decir:
―Mi corazón te pertenece Adrienna. Ahora y siempre.
Después, el vampiro la llevó hasta la cama y quitándole la ropa que tenía puesta, le volvió a hacer el amor toda la noche.El vampiro entró muy furioso en el despacho de Francesco. Donde vio que este tenía una venda en la mano. Donde no tardó en oler aromas diferentes a las que solía tener en su olfato.
Cuando se acercó a su padre, Luciano se percató que el vampiro estaba leyendo el libro que le dio a Adrienna sin las páginas quitadas.
Él se puso a su lado y vio que estaba en el aquelarre Coppola y eso le extrañó.
―¿Por qué está viendo eso padre? ―le preguntó Luciano.
―Estaba pensando.
―Pensando en los Coppola después de muchos años desde lo que paso.
―Así es.
―Pues creo que llega demasiado tarde para volver atrás y no matar a toda esa gente inocente por vengarse de Carlo.
―No me quise vengar de él. Los humanos no deberían de saber de nuestra existencia y Carlo cometió ese error.
Hizo una pequeña pausa.
―Que dejara a Imara viva junto a su familia después de que le descubrieran en el hospital, no era justo para toda nuestra especie.
―Pues yo creo que te ha ganado de nuevo.
―¿Qué quieres decir? ―preguntó.
―Desde la ventana de la casa, vi a Imara y a Felipe vivos.
―¡Qué!
El corazón de Francesco parecía que volvía a latir y Luciano sonrió.
―Si la vida de esos humanos hubiera caído en mis manos, me hubiera cerciorado que no hubieran quedado con vida.
―Bebí de la sangre de ambos.
―Pues no sé cómo han sobrevivido. Pero la respuesta la tiene Carlo. Y si este no te la da, Erick puede buscar en tu pasado y averiguar por qué.
―No pienso averiguar cómo han sobrevivido. Pero no pienso dejar que lo que esa bruja vio se cumpla.
―Pues escribe una nota de tu puño y letra. Exígeles que mi mujer debe de regresar. Al menos que quieras que todos se rindan a lo que Adrienna diga.
Pero Francesco no dijo nada.
―Escríbela padre ―Luciano cogió la pluma y se la entregó a Francesco―. Así se solucionarán todos nuestros problemas.
―¿Y piensas que, con una carta de amenazas, tu mujer volverá a tu lado?
―No lo dudo. Lo afirmo.
Luciano hizo una breve pausa.
―El tiempo en el cual vivió Adrienna en la casa, me percaté como eran sus sentimientos hacia nosotros y hacia los demás. Y sabemos que, aunque ella sea vampiresa ahora, los sentimientos en su corazón aún existen. Como también existieron en ese vampiro que trajo a la casa, padre.
―No lo sé.
―Hágalo de una vez. Escriba esa carta y la haré llegar.
Y Francesco se quedó pensativo, mientras que la mirada de su hijo le acosaba para escribir esa carta.
El vampiro comenzó a escribirla, mientras que Luciano miraba lo que iba a poner.
Y Francesco por la presión de su hijo sobre la nuca escribió lo que él tanto quería. Advertirles sobre una guerra si Adrienna no volvía al aquelarre.
Después, Luciano cogió la carta y la llevó a la casa de los Coppola antes de que el sol saliera.
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Renacida (Manos Miserables #2)
ParanormalLos secretos en el aquelarre Bianchi siguen siendo día tras día un mar sin cauce. Donde las cosas empeorarán con el trascurso del nuevo matrimonio en la familia. Donde Adrienna se enfrentará en estos momentos a un Luciano diferente. Sin embargo, hab...