III

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La mañana se hizo y ambos terminaron rendidos de tanto sexo.
Paolo observó como ella dormía, mientras que las ventanas de la casa se cerraban para todos y todo se tornaba oscuro. Fue cuando pensó en lo que haría su padre si se enteraba que se había acostado con Adrienna. Pero le daba igual por que quien realmente le preocupaba, era ella.
Adrienna se removió un poco y se abrazó al vampiro. Quien continuaba pensativo todavía por lo que había pasado. Pero lo que más le preocupaba en sí mismo, eran sus sentimientos hacia la mujer con la cual había mantenido relaciones.
Paolo sintió un poco de miedo al saber que ahora podía perderla por sus malas decisiones. Incluso de haber mantenido relaciones con ella. Más aún cuando no usaron métodos anticonceptivos y podía haberla dejado embarazada.
El resto de horas se pasó como agua por su cauce y ella despertó de nuevo, cuando el vampiro se había quedado dormido.
Ella se abrazó a él mientras que recordaba en lo que había pasado la noche anterior y pensó por unos momentos en Guilherme. En que si esa era su forma de volver a la vida o solo era algo que Dios le puso en el camino después de tanto sufrimiento por culpa de Luciano. Uno que sabía que le costaría olvidar por un tiempo. Y sabía que, si su marido le encontraba, le haría la vida imposible. Mucho peor que el comienzo de aquel matrimonio.
―Deja de pensar ―escuchó ella―. Necesito que estés tranquila para que pueda tomar fuerzas para lo que venga.
―¿Y qué es lo que puede venir que no sea más grave?
―Lo peor sería una guerra ahora que estas con nosotros.
Paolo abrió los ojos y giró la cara para mirarle a los ojos.
―No quiero verte morir a manos de Luciano.
―No voy a morir.
Ella hizo una breve pausa.
―Se que suena muy exagerado, pero me gustaría recibir mi inmortalidad.
―¿Me estás pidiendo que te transforme?
―Sí.
Paolo se incorporó y comenzó a recorrer suavemente con su mano el cuerpo de Adrienna diciéndole:
―Para transformarte, necesito la aprobación de mi padre.
―¿Por qué?
―Es el que decide y el que manda. No puedo transformar a nadie si no es con su consentimiento. Esto ha sido así desde el principio de los tiempos.
―Eso no me importa.
―No sabes de lo que hablas ―le dijo furioso―. Al menos tú tienes la opción de poder vivir y respirar.
―Pero he esperado mucho tiempo a que me transformasen y quiero hacerlo.
Cuando por unos momentos Adrienna miró a Paolo, vio la cara de preocupación que tenía el vampiro. Fue cuando está le preguntó.
―¿Me puedes decir cómo es el proceso de transformación a vampiro Paolo?
―Es un poco doloroso ―le respondió―. La ponzoña pasa por tus venas y empieza a arder mucho. Cuando deja de hacerlo, tu mente busca tus recuerdos más profundos y los empiezas a obtener como un veneno mortal. Hasta que pasa las horas y despiertas. El ardor en la garganta y la sed a sangre se apoderan de ti.
Ambos hicieron una breve pausa.
―Es por eso por lo que no quiero transformarte. Tú tienes la opción de vivir ―le volvió a decir él.
―Pero yo ya he elegido ―le respondió ella―. Quiero ser vampiresa.
―En ese caso y conociendo como conoces ya las reglas de nuestro aquelarre, tendré que hablar al respecto de esto con mi padre. Así sabremos lo que opina de tu transformación.
Ella asintió.
Después, Paolo se levantó de la cama y ella le siguió. Poniéndose algo de ropa que tuvo la noche anterior puesta.
Paolo se marchó en pocos segundos y ella se quedó pensando en lo que había hablado con el vampiro.

Un poco más tarde, ella bajó al salón. Ya que fue llamada por Carlo.
Cuando llegó, Adrienna vio a Carlo junto a otros vampiros de su edad y Paolo. Supo ella enseguida que era para hablar de lo que habló con Paolo cuando estaban desnudos en la misma cama.
Ante ellos, Adrienna bloqueó sus pensamientos y el vampiro respiró un aire que no necesitaba.
―Sabes por qué estás aquí ―le dijo Carlo levantándose de la silla.
―Creo saber que si ―respondió ella.
―¿Y por qué deseas ser inmortal?
―Lo he estado esperando desde hace veintisiete años. Es algo que se me prometió y aun no se me ha dado.
―Paolo te explicó hace unos días como son las reglas en el aquelarre. Nadie de esta familia puede darte la inmortalidad sin mi consentimiento.
―Lo sé. Solo espero que se me conceda.
―Tenemos que pensar en ello ―volvió a decir el vampiro.
―¿Y por qué pensarlo cuando el consejo de vampiros sabe sobre ello?
―Y por qué me insistes en darte algo que me cuesta darte y que a mí no me pertenece ―le dijo Carlo un poco furioso.
―Entonces, que lo haga Paolo. No quiero ser un miembro del aquelarre Bianchi.
―Debemos pensarlo ―le volvió a repetir el vampiro―. Mañana obtendrás una respuesta firme.
Carlo y Adrienna se miraron a los ojos y ella se marchó a los pocos segundos enfadada.
Paolo se acercó a su padre y ambos sin mirarse, Carlo le dijo:
―Se lo que vas a decirme. Pero si la transformas tendrás el deber de protegerla de lo que haga con su inmortalidad. Incluso protegerla de los Bianchi y el consejo.
―Estoy dispuesto a lo que sea para que Adrienna sea una más del aquelarre ―le dijo él―. Incluso poner en riesgo mi inmortalidad.
Carlo miró a su hijo y encontró algo en su mirada que no logró saber lo que era. Hasta que vio lo mismo que el vio en Imara cuando la conoció.
―Solo espero que estés tomando la decisión correcta para tu inmortalidad, Paolo. Pero ya sabes cómo es el amor en la inmortalidad y acabarás mucho peor que Guilherme. Si Luciano no te mata antes.
―Sabré cuidarme y cuidarla.
El vampiro se marchó más tarde. Dejando solos a sus hijos y exhausto a Paolo. Quien, en breve, se marchó para poder respirar el aire fresco que no necesitaba. Ya que tenía que meditar en lo que acaba de prometer si le conceden la inmortalidad a la mujer que tanto le había llamado la atención desde que su padre le ordenó vigilarla y protegerla de todo peligro. Pero también de algo que se le prometió con el paso del tiempo.

Renacida (Manos Miserables #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora