CAPITULO 3

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¿AMIGAS?

La sonrisa que traía en el rostro mientras comía no se me borraba con nada.

El pequeño diamante que relucía en mi dedo me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo, porque después de mucho tiempo, había encontrado alguien que podía llegar hacerme feliz.

El paciente de mi doctora salió cuando me terminé mi paquete de galletas, me levanté y lo tiré a la basura para esperar que ella me llamara.

Cuando se asomó y me sonrió, entré al consultorio.

Mi sillón favorito era el que estaba en la esquina, junto a la ventana, era de color amarillo y reclinable.

Mi psicóloga se sentó delante de mí, en el sillón individual color azul marino.

Casi siempre su cabello rubio lo traía en un moño muy bien arreglado, pero hoy lo tenía suelto cayéndole por la espalda y un poco ondulado.

—Hola Donna, ¿Cómo estas hoy?

Le extendí mi mano izquierda para que viera el anillo de mi dedo anular.

—Demasiado bien como puede ver, hace 2 días Edén me pidió matrimonio en nuestra casa y acepté, estoy muy feliz.

Ella miró mi anillo y asintió.

—¿Y está segura de que querías darle el sí?

Y ahí estaba, la pregunta que rondaba por mi cabeza desde que tenía esto en el dedo.

Desde que portaba el anillo, había hecho lo imposible por ignorar esa pregunta que aparecía en mi cabeza.

Una parte de mi estaba plenamente feliz, pero la otra se sentía incompleta.

—Yo si quería darle el sí, pero la pregunta de sobre si hice lo correcto me martillea la cabeza.

La rubia asintió y se cruzó de piernas viéndome con el ceño fruncido.

Nancy Sokolva era una mujer rusa que llevaba 2 años aquí en Alemania, esto no lo sabía por ella, lo sabía por Wendy, ya que es la niñera de sus hijos.

A sus 36 años era una persona muy simpática que sabía lo que era llevar un buen trabajo, porque definitivamente la confianza que tenía con ella y la seguridad que me ayudó a sostener, eran los frutos de su profesión.

—¿Sabes el porqué de sentirte así?

Negué, aunque si, lo sabía.

—¿Crees que Lugur tiene que ver con tu confusión?

—Quiero creer que no—respondí con rapidez—. Es que sería ilógico, la última vez que lo vi fue hace 3 años. Además, era una persona toxica, manipuladora, chantajista, cruel, ególatra, soberbio...

—Y tú me dijiste que eso fue lo que atrajo de él—me callé y se recargó en su sillón—Después de todo lo que pasaste, Lugur te había dado lo que nadie más, pues te dio la atención, cariño, importancia. Lugur te trató como siempre quisiste, desarrollaste una dependencia por él, dependencia que más tarde romantizaste, creíste que todas las cosas malas que hacia eran por ti, cuando dijimos que...

—También podían ser sus privilegios.

—Exacto. Ambas sabemos que a pesar de esa dependencia y toxicidad que viviste, fue tu primera pareja y es completamente normal que ahora que quieres dar un enorme paso en tu vida, los recuerdo que tuviste con él se te vengan a la mente.

—¿Entonces tal vez no me encuentre confundida?

—También podrías estarlo Donna, quizá una parte de ti sabe que no es lo que quieres.

PECA CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora